¡Hoy sábado va a ser un día especial, no, lo siguiente! Apenas hemos dormido, yo calculo que unas tres horas, pero yo estoy revolucionado. Resulta que ayer por la noche, a eso de las seis de la mañana, antes de acostarme, después de disfrutar de la verbena y la ruta de bares, vi que tenía un mensaje de Marta de las once:
Mat, ¡mañana vamos a Enciso! Mis padres han sido invitados por los de Teo y han decidido que sería una buena idea para que Clara conociera esta tradición de las cuadrillas. Su hermano, es decir, mi primo, termina el Campus deportivo la semana que viene. Se unirá entonces con nosotros. Ya lo conocerás Te va a caer muy bien. Nos vemos en unas horas. Un beso.
¡Marta, Marta viene! Qué subidón.
Los padres de Teo han pensado en apuntarse a la comida de cuadrillas, pero no con la suya del pueblo, no, aún mejor: ¡con los padres de los amigos de su hijo! Son la hostia.
Nada más levantarme recibo un mensaje de Marta:
Buenos días, dormilón. No te llamo porque seguro que estás KO. Ya vi la hora en la que leíste el mensaje. Te escribo para decirte que llegamos a las once
Que chica más comprensiva tengo. No es como mi cuñado. Ese no mira el reloj.
Miro la pantalla de mi teléfono y veo que son las diez y cuarto de la mañana.
Bajo a la cocina. Nada más entrar, me encuentro a Julián y Teo con cara de sueño tomando un café doble.
—Qué vida, chicos —anuncio con alegría—. ¿A qué vienen esos caretos?
—Estás de coña, ¿no? —me dice Julián mirándome con ojos asesinos—. ¿Te has dado cuenta de que hemos dormido tres horas y que nos ha levantado el sonido de la campana de la iglesia? ¿Cómo puedes estar tan sonriente y fresco? Si ayer eras un alma en pena. Y, es más, cuando te levantas pronto estás insoportable, ¿o tengo que recordártelo?
—Hombre. Cuando tú me levantas un sábado a las ocho de la mañana, ¿qué quieres, una fiesta? Además, que pasó. Me he levantado de puta madre, la vida es maravillosa.
—¿Desde cuándo? —me pregunta mi cuñado—. Porque llevas unos días...
—Desde hoy. Resulta que ayer no os dije nada porque ya era tarde. Marta me escribió. ¡Viene con sus padres y su prima a comer! Tus padres son los mejores, Teo —digo mirando a este último.
—Me lo anunció mi madre cuando nos estaba preparando el café —comenta Teo extendiéndome una taza—. Por cierto, ¿ya conoces a los padres de Marta?
Joder. No había pensado en eso. Estaba tan emocionado con ver a Marta que se me había olvidado ese pequeñísimo detalle: sus padres.
—No, todavía, no. Aún no ha surgido la ocasión —contesto yo tratando de ocultar los nervios que están empezando a hacer su aparición.
—Pues, ¿estarás cagado? Conocer a los padres de tu chica por primera vez tiene que acojonar un rato.
Obviamente el comentario de mi mejor amigo no ayuda en nada. Suficiente tengo yo encima para meterme más presión.
Ahora se me plantean una serie de preguntas: ¿Y yo qué les digo? ¿Cómo les saludo? ¿Les tuteo? ¿Les trato de usted?
Las preguntas se me amontonan en la cabeza. ¿Qué hago? Joder, que apenas he dormido. No trabajo bien bajo presión.
El tiempo parece que va superlento. Miro al reloj continuamente.
Consigo entrar en el baño, al dejarlo libre Julián. Salgo y vuelvo a mirar a reloj. Nada, que el tiempo no pasa. A lo mejor lo tengo estropeado.
—Venga, Mat, chico, vas a degastar el reloj. Además, por mirarlo más, no va a ir más rápido —me dice mi hermana. ¡La que faltaba!
—Vaya, Nai, nos hemos levantado graciosillas hoy, ¿eh? Bastante tengo con lo mío ya.
—¿Y a ti que te pasa? Si cuando te oído entrar en la cocina estabas muy feliz. Un momento... —Se calla, me mira, se empieza a reír, se vuelve a callar y me vuelve a mirar—, a ti lo que te pasa es que estás cagado por conocer a los padres de tu chica. Menudo pringao. Me parto. Tienes una cara digna de ser inmortalizada.
Me cago en la puta enana. Tiene la empatía en el culo.
—¿Perdona?
—No, quiero decir, que menudo marrón. Conocer a los padres justamente hoy, el día que menos has dormido. No sufras, de verdad. Todo va a ir bien. Al principio será un poco incómodo, pero tranquilo. Además..., papá y mamá estarán aquí para apoyarte.
Me cago en la puta. En otro pequeño detalle en el que no había caído. Nai trata de ir de buena, pero no da puntada sin hilo la cabrona.
—Joder, Nai. Papá y mamá. Esto es el fin —digo faltándome el aire casi al final. Pero ya no me oye. Veo que sale por la puerta de la casa.
Siento que una losa me cae encima. ¿Y si no se caenbien? ¿Y si no les caigo yo bien? ¿Y si no dejan que nos veamos más? Martatiene todavía diecisiete. Mi hermana tiene razón. Soy un puñetero pringao. Parezco el Pupas. Todo me pasa a mí.
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Más allá del primer beso
RomansaYo estaba acostumbrado a un rollo de dos semanas donde todo acababa dejando a la otra persona en visto o simplemente no llamando. Pero Marta es diferente. El primer beso de ayer fue distinto, pero las cosas se complican a pasos agigantados: mis padr...