Llegar a Lanzarote nos cuesta menos de cuarenta y cinco minutos. Ha sido más rápido que ir al Siam Park. Flipante. Enseguida nos salen las maletas. Estoy muy nervioso por ver quién ha venido a buscarnos. Mi abuela Margarita, seguro. Esa no falla. Se abre la puerta de cristal y allí está.
—¡Abuelaaaaaaa! —le grito corriendo rápido con el carrito. Le pego un abrazo tan fuerte que casi me la cargo. No puedo controlar mi fuerza cuando se trata de abrazar a la viejita.
—¡Mateo Rodrigo!, ¡Naira!, estáis muy grandes, mis niños. —Nos vuelve a abrazar y se pone a llorar de la emoción. Siempre es la misma escena. Pues ay cuando vea a mi progenitor. Se inunda el aeropuerto, aunque lo entiendo, llevan mucho sin verse, un año prácticamente, y eso que hablamos casi todos los días.
Aparece mi padre y viene corriendo a buscar y abrazar a su madre, momento que Naira y yo aprovechamos para saludar a mis tíos Laura y Luis que han venido acompañando a mi abuela. Esta escena del aeropuerto es la típica que sale en televisión cuando la gente vuelve a casa por Navidad, pero a 30 grados. Tal cual.
Nos montamos en los coches y vamos a casa de mi abuela, donde están el resto de mis tíos y primos esperándonos para comer.
Con la emoción se me había olvidado encender el móvil y mandarle un mensaje a Marta. Lo hago con disimulo mientras contesto a las preguntas de mi tío Luis.
Llegamos. Vuelo bien. Luego hablamos. Bss
En cuanto aparcamos delante de la casa de mi abuela, veo que se abre la puerta y salen mis tíos Antonia, Juanra e Isabel, acompañados de mis primos Daniela, Aitana, Xiomara, Fran y Josué. Menuda algarabía. ¡Cómo les echaba de menos!
Mi padre cuando ve lo que hay para comer se vuelve un niño chico: carne de cabra. Es como si fuera el menú de bienvenida.
Durante la comida, todo el mundo quiere hablar. Mi abuela se dedica a observar. No dice nada.
Dos horas después nos ponemos a recoger. Momento que aprovecho para mandar un mensaje.
Chachooooo, ya estamos aquí. A ver cuando nos vemos
En cuanto piso la isla, me mimetizo con las expresiones típicas de aquí.
Nico no tarda ni diez segundos en contestar.
K pasa, muchacho? Ganas de veros ya. Creo k mñn hay algo, pero n sé +
El resto de la tarde y la noche la pasamos entre risas y cachondeo. Veo que mi abuela sonríe al tener a todos sus hijos alrededor de ella. Mi padre está a su lado y mi madre con mis tías cotilleando. Lo que les gusta un chisme a estas mujeres.
Nos acostamos a las dos de la mañana. Aún no he llamado a Marta. Con tanto jaleo, no he podido escabullirme. Cuando me levante lo hago sin falta.
Me despierta un claxon a las ocho de la mañana. Increíble. Es que nadie duerme en esta isla, coño. Me desperezo, me levanto, voy a la ventana, como estoy en el piso de arriba, controlo toda la calle bastante bien, y me encuentro a mi padre con mi tío Juanra y un coche de alquiler. Todos los años pillamos uno, pero... tan pronto... Estoy camino de vuelta a la cama, cuando entra mi madre:
—¡Vamos dormilón! Nada de volver a los brazos de Morfeo.
—Estamos de vacaciones. Yo paso —respondo acostándome.
—Muy bien. Entonces te quedarás sin la sorpresa.
De un brinco me levanto. Ya estoy despierto. ¿He oído sorpresa?
—En cinco minutos te quiero cambiado, listo para desayunar. Nos vamos.
Hago lo que dice mi madre. Al bajar, veo a mi hermana con la misma cara de sueño que yo. Hay cuatro mochilas en la entrada.
—¿Y esto? —pregunto intrigado.
—Salimos en veinte minutos —anuncia mi padre con una sonrisa de oreja a oreja. Lo que me recuerda que no he escrito a Marta. Miro al reloj. No me da tiempo. Luego lo hago.
A los veinte minutos, vuelve a sonar el claxon del coche. Mi hermana y yo salimos del baño, le damos un beso a mi abuela y vamos raudos a montarnos. No vaya a ser que nos dejen aquí.
Mi padre coge la rotonda y va hacia la derecha. No dice nada, solo sonríe y mira a mi madre. Yo estoy en tensión. Pasados unos minutos, llegamos a Tinajo. No entiendo nada. Se mete en un parking de piedras y aparca delante de una casa y vuelve a tocar el claxon. Chiquita manía tiene este hombre con el claxon. En Logroño no es así.
¡No me lo puedo creer!
Se abre la puerta y aparecen Nico, Sheila, Iria, Adriana, Valentina y Yauzi.
Empezamos a abrazarnos.
—¿Y esto? —consigo preguntar.
—Nuestros padres, Mat —empieza a decir Nico—. ¡Han alquilado esta villa durante dos días! Van a ser los mejores días de nuestra vida. Tenemos piscinita, habitaciones para padres y otras para nosotros. Separados. ¿Estáis preparados para la diversión?
—Sííí —contesto con un grito que provoca una carcajada de mis padres.
La casa es espectacular. Si queremos, no vemos a nuestros progenitores en dos días. Al lado de la piscina hay una casita con barbacoa. Creo que va a ser el centro de reuniones. La pista me la da la cantidad de bolsas de comida que hay sobre una mesa.
Nos ponemos el bañador y vamos directos al agua. Esto es vida. Naira empieza a hacer fotos de todos abrazados y haciendo muecas. Después de casi dos horas a remojo, donde no he podido hacer más aguadillas a Sheila y a Valentina, los padres nos llaman para comer. El tiempo se me está pasando volando. Estas son las mejores vacaciones que he tenido nunca. Estar con mis colegas de Lanzarote siempre es especial.
Después de comer, volvemos a la piscina. Los padres han hinchado colchonetas, así que.... ¡empieza la guerra...! Las chicas están perdidas. Mi hermana no deja de hacer fotos. Podría dejar un ratito el móvil, coño.
Yo creo que no me he reído más en mi vida. Me siento muy relajado.
A media tarde, nos avisan que podemos salir a merendar cuando queramos, momento que aprovechan ellos para lanzarse a la piscina y jugar como niños chicos.
Viendo cómo se lo están pasando nuestros progenitores, decidimos sacar unas cartas y ponernos a jugar al «envite», un juego de señas en el que hay que andar muy rápido. Un cisco, vamos, un lío. Cómo se nota que llevo un año sin jugar. Casi no me acuerdo de las señas. Nico me las tiene que recordar si quiere que ganemos. En cuanto desengraso, me pongo a lo mío, y al final acabamos machacando a las chicas, lo cual es un placer doble. Ganar a Adriana y Sheila no se consigue todos los días.
Antes de cenar, me quedo un rato solo y voy a por el móvil. Necesito hablar con Marta. La tengo un poco olvidada.
Voy a la habitación que comparto con Nico y Yauzi. Enciendo el móvil y veo que tengo diez llamadas perdidas de Marta, la cual me reenvía una foto y un mensaje:
¿Qué es esto?¿Por eso no me llamas?
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Más allá del primer beso
RomanceYo estaba acostumbrado a un rollo de dos semanas donde todo acababa dejando a la otra persona en visto o simplemente no llamando. Pero Marta es diferente. El primer beso de ayer fue distinto, pero las cosas se complican a pasos agigantados: mis padr...