CAPÍTULO 14

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—Sí que te has levantado de buen humor, hijo.

—Perdón, mamá.

—Solo venía a ver cómo estabas. Te noto diferente. ¿Estás bien?

Ya está Ana la detective. Ahora va con preguntas sibilinas, sin ir al grano. Joder me desconcierta. Nunca sé que me tengo que esperar con mi madre. Qué mal, por favor. A mí me gustan las cosas simples, y más un sábado cuando apenas he dormido unas pocas horas. Me cambias de estrategia y me pierdo. Voy a tratar de no caer en sus redes, a ver si lo consigo, porque tengo un sueño. La adoro, pero no puede enterarse de lo de Marta. Durante un año entero, cada vez que salía con Patty a dar una vuelta me hacía un tercer grado porque estaba convencida de que estábamos liados, bueno ella decía saliendo, que veía cosas. ¡Qué va a ver! Las madres también fallan.

—Sí, perfectamente. De verdad. Solo es que llevo una mañana un poco estresante para ser fin de semana y estar de vacaciones.

—Ya veo. Tu móvil está que echa humo —me contesta guiñándome un ojo.

¿Lo sabe? ¿O simplemente lo sospecha? ¿O lo hace para ver qué digo yo? No me lo puedo creer. Sería una total pro. ¿Habrá oído algo de mi conversación con los chicos? Lo dudo. Aunque, es madre, y eso les otorga un sexto o séptimo sentido. Yo voy a seguir con mi estrategia. Aún no quiero que se entere. Tengo confianza con ella, pero esto es demasiado privado y no sé cómo se lo tomaría. A veces, todavía me trata como a un niño, como para decirle que ayer me lie con Marta.

—Una pregunta...

Mi madre es persistente. Ahora buscará otra forma de preguntarme lo mismo, pero cambiando el enunciando. El gen profesora y madre unidos. A ver, a ver...

—Mañana, ¿quieres hacer algo especial por tu mayoría de edad? ¿Invitar a alguien a casa?

Ahí está. Si es que la conozco como si la hubiera parido. Si digo que sí, esto va a continuar: «¿a quién?, ¿por qué?, ¿la conozco...?». Así que voy a cortar por lo sano. Estoy muy cansado y aún es pronto para responder este tipo de preguntas; esas que parecen que no tienen malicia, pero hay que leer entre líneas.

—No. La verdad es que no había pensado nada. Supongo que quedaré con los chicos para dar una vuelta y ya.

—¿Solo con Julián y Teo? Pobres chicas, hijo.

—Cuando hablo de los chicos hablo en general, refiriéndome a ellos y a ellas. Vamos, con la cuadrilla.

—Mira, porque tú dices que estás bien, pero algo me dice que algo te pasa.

—No empecemos, por favor. Acabo de tener una conversación algo tensa con Julián de la que no quiero hablar. Necesito un momento para mí. Creo que no pido mucho, la verdad.

—No, para nada. He aprendido a que tengo que daros vuestro espacio. Cuando quieras contarme lo que te ocurre, si es que hay algo, ya sabes dónde estoy.

—Ya lo sé. Pero, de verdad, mamá, todo está perfecto.

Si ella supiera hasta dónde llega el significado de perfecto... y que esa perfección tiene nombre de mujer...

—Bueno, pues te dejo. Nos vamos a dar un paseo con Brownie hasta el parque del Iregua.

Bye, mamá.

¡Ay, ay, ay! ¡Paren máquinas!

Ahora que lo ha dicho mi madre, me doy cuenta de que realmente no sé qué hacer para mi cumpleaños.

Si soy sincero me gustaría preparar algo especial. Que este cumpleaños no se olvidara nunca. Si entra Marta en la ecuación seguro que lo consigo. Eso está claro.

Empiezo a dar vueltas. ¿Ir al cine? No. ¿Ir a la piscina? No, eso lo hacemos todos los días. ¿Cogernos el metropolitano y marcharnos a algún pueblo? No, que después tenemos que depender de otro de vuelta y ya nos corta el rollo si nos lo estamos pasando bien.

No sé. Estoy un poco bloqueado. No se me ocurre nada.

¡Un momento!

¡Se me acaba de ocurrir una idea genial!

Vuelvo a coger el móvil, busco el nombre de nuestro grupo y escribo...

Más allá del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora