CAPÍTULO 24

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¡Estoy en frente de una sala de Escape Room! ¡Qué pasada!¡Me encanta mi regalo!

Miro el camino que hemos recorrido y me doy cuenta de que, realmente, no he andado ni cien metros desde donde quedamos. Lo que es perder la sensación espacial.

—Hermanito —me dice Nai sacándome de mis pensamientos—, bienvenido a tu regalo ¡La aventura empieza! —anuncia con voz orgullosa.

La emoción que siento es muy grande. No puedo describirla. Está en top 10 de los mejores regalos para mí. Entramos y nos reciben un hombre y una mujer muy sonrientes, aunque nada comparado a la sonrisa más bonita del Universo.

—¡Bienvenidos! Tú debes ser Mateo, ¿no? —pregunta la mujer dirigiéndose a mí.

—Así es.

—De acuerdo. Muchas felicidades. ¿Estás listo para una aventura que va a durar una hora y media?

—¡Ya te digo! —me sale sin pensar.

—Nos gusta oír eso —dice el hombre—. La vas a vivir con tus amigos. Nosotros estaremos al otro lado, en la zona de control. Cualquier duda o problema nos decís. Vais a estar totalmente monitorizados.

—De acuerdo —contesto emocionado.

—Bien. Son casi las doce. El avión va a despegar. ¿Preparados?

—Sííí —contestamos todos a la vez.

Apagamos los móviles, nos dan las últimas instrucciones y entramos.

La hora y media se me pasa volando. Trabajamos en equipo para resolver los acertijos y, cuando se va a cumplir el tiempo, lo conseguimos.

—¡Enhorabuena! —oímos por el altavoz. Es la misma voz que nos ha acompañado todo el recorrido dándonos pequeñas pistas.

Chocamos las manos. ¡Somos invencibles! La cuadrilla unida jamás será vencida.

Cuando nos abren la puerta, nos dan un diploma, gorros de exploradores y hasta un loro de peluche. Nos hacemos una foto de recuerdo.

—¡Qué lástima que Patty no haya podido venir! Le habría encantado. Siempre me ha dicho de hacer uno —comento con una cierta pena. La verdad es que mi mejor amiga está un poco rara. No me ha felicitado como siempre, no sé. Cuando quiera ya me lo contará.

Damos las gracias por la experiencia y salimos. Estoy en una nube.

—Gracias, chicos. Me ha hecho mucha ilusión.

—Pues aún no ha acabado el día. Ahora toca la comida —anuncia Marta con esa sonrisa.

—¡El pan! —digo yo mirando el reloj y viendo que la panadería está cerrada—. ¡Se me ha olvidado!

—No te preocupes —comenta Julián—. Podemos llamar a Patty a ver si puede comprarlo.

Encendemos los móviles.

Julián la llama, pero cuando veo que menea la cabeza negando entiendo que no pueden. Cuelga y dice:

—Está en la piscina ya. Pero, bro, no te preocupes.

—Hermanito —dice Naira—, nuestros padres se han encargado. Les he mandado un mensaje.

—Enana, cuando quieres, eres encantadora —le digo cuando estamos en el portal y nadie me oye.

Subimos a casa, cogemos la comida y el pan y nos reunimos con la gente en el portal. Llegamos a la piscina en tiempo récord, aunque con una barra casi de menos.

Lo primero que hacemos es ir a las mesas a dejar lo que llevamos. Cogemos las mochilas y vamos a la piscina donde nos está esperando Patty, que sigue sin hablarme mucho. Parece que me esquiva, y yo diría que no he hecho nada. Tengo que hablar con ella.

Les contamos lo increíble que ha sido la aventura y nos dirigimos a darnos un chapuzón. Hace mucho calor. Os comido casi una barra, la comida puede esperar unos minutos más.

Me siento en el bordillo con Junqui, que quiere hablar conmigo.

—Mira, Mat. Sin rodeos. Nos conocemos desde que íbamos juntos a la guardería, ¿no es así? —Asiento y ella prosigue—: Pues bien, ahí va: decirle a Marta, horas después de besaros, que lo mejor era olvidarlo ha sido una soberana estupidez. No me lo esperaba. Vale que no eres el tío más positivo a veces, pero esto...

Me cago en la puta. Esta hostia no la vi venir. Me quedo blanco. No me lo esperaba. ¡Marta se lo había contado a Junqui! Yo creía que ya estaba olvidado. Que ni se acordaba. Qué marrón. Se nota que mi amiga lo tenía dentro y que estaba deseando soltarlo. Ha sido muy directa.

—Lo sé, Jun —dijo bajando la cabeza. Tampoco me voy a andar con rodeos—. Me siento fatal conmigo mismo. Fue un escudo de protección por si me venía una hostia, saber de dónde venía.

—Ya, pero no se hace. —Su gesto y tono empezaba a suavizarse—. Marta me cae genial y no se merecía lo que hiciste. Primera y última vez.

—Entendido —le digo guiñándole un ojo y chocando mi hombro con el suyo. ¿Qué le voy a decir después del chorreo que me ha echado? Al menos, me alegra saber que Marta tiene un apoyo tan grande en Andy y Junqui.

Me voy a meter en el agua pensando que ya ha terminado de hablar, cuando oigo que me dice:

—Hay una cosa que no entiendo y que me sorprende.

—¿El qué? —pregunto volviéndome a sentar. Junqui y sus teorías de la conspiración.

—Que me haya llamado a mí y no a Patty, que iba con vosotros a clase. ¿Es o no es raro?

La verdad es que no lo había pensado. Ahora que lo menciona, empiezo a darle vueltas y tiene razón. Vamos los tres a la misma clase. Junqui está en un curso por encima, igual que Julián.

—No sé. Te tendría a ti primero en los contactos al empezar tu nombre por «J» y el de Patty por «P» —comento sin pensar. Lo primero que me viene a la cabeza. Si lo pienso bien, tiene su sentido.

—Será eso. Pero me extrañaba y quería decírtelo.

—Ahora que has sacado el tema, desde ayer está un poco rara. Apenas me habla.

—Tendrás que preguntarle a ella. Yo no sé nada. ¿Un bañito?

Voy a decir que sí cuando, de repente, siento algo.

Más allá del primer besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora