CAPITULO 24

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Lucifer

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Días de mierda llevo aquí encerrado.

Es un fastidio, por lo menos ya estoy en una celda yo solo. Aunque sea la de castigo.

Me concentro en recordar la maldita fotografía que tengo en la habitación de la mansión, misma que tengo en el dormitorio del comando, la fotografía que nos tomaron a Marlenne y a mí el día de mi cumpleaños número 8, el día que mi vida dio otro giro drástico.

Es lo que por hoy me ayuda a calmar la jodida ansiedad.

Horas pasan evocando momentos con ella hasta que me abren para ir a las duchas y salgo con los demás para ir haya, esto es por turnos pero me vale madre, no voy a durar toda la puta mañana enredado en una toalla esperando a que me dejen ducharme.

Me desvisto y guardo las cosas en mi casillero, me enredo la toalla en la cintura y me dirijo a las regaderas, hay 8 de cada lado y 4 al final del gran cuarto, se desocupa una en cuanto entro y me dirijo haya,

—Hey diablilla, no es tú turno —No le respondo y me quito la toalla dejándola colgada en la pared que divide una ducha de otra, no hay puertas así que estamos a la vista de todos.

Entro al agua fría y una manos me tocan el hombreo.

—Quita tus asquerosas manos de mi o te las corto —Le advierto al grandulón que no hace más que hostigarme.

—Hay se puso ruda la muñequita, sabes, me caen mal que entren aquí con muchos huevos.

—¿Y querías? que me los quitara en la entrada ¿O que imbécil? —Le digo y me zafo de su agarre y se carcajea, los otros pendejos no saben de qué se ríe y le hacen segunda.

—Así me gustan, rudas y difíciles, desde que llegaste te eche el ojo pequeña diablilla.

—No me digas, tú eres el imbécil que cree que todo lo que tiene agujero se penetra —Le digo mientras me enjabono y de la nada siento que el pendejo me nalguea.

¡A mí! ¡Me nalgueo el zopenco!

Me giro hecho una furia y con el codo le golpeo la nariz y remato con mis puños, es más grande que yo pero lo alcanzo perfectamente.

—No soy tu jodida puta —Le digo mientras le doy en las costillas y lo tumbo con los pies, en el suelo arremeto contra su cara sin darle oportunidad para que se mueva, le estrello la cabeza dos veces en el piso y medio queda inconsciente, me levanto y con el talón del pie comienzo a golpear su muñeca, siento que cruje el hueso y comienza a sangrar por las heridas, no me detengo y sigo con la otra mano, el grita y se queja intenta ponerse de pie pero mis golpes en las muñecas no lo dejan.

Lo arrastro del cabello hasta el banco largo que hay para descansar mientras hace fila, y dejo su cabeza colgando de un lado y las piernas del otro, queda en una posición donde nos da una perfecta vista de su culo peludo, le doy dos rodillazos en la cabeza y busco al chico que tengo en mente.

—Tú, ven aquí —Se acerca temeroso, es un chico más o menos de mi edad, de tez muy oscura y desde que llegue lo escucho en las noches gritar por las marranadas que este gordo asqueroso le ase, está desnudo como todos aquí, dirijo mi vista a su miembro y él lo entiende perfectamente, pero para que quede caro lo digo en voz alta.

—Te dije que quitaras tus asquerosas manos de mí, y tú. —Señalo al chico moreno—. Recuerda cómo es que le gusta. —Él se masajea el miembro y se acerca al grandulón, yo me voy a la regadera y termino mi baño con la gloriosa música de fondo, los gritos de dolor del grandulón, al terminar veo que ya lo agarraron entre varios para que no se mueva y entre todos le están dando lento, como le gusta.

Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora