CAPITULO 32

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LUCIFER

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Regresamos a casa con la comida que compramos de regreso. Preparamos los platos y nos sentamos en el comedor de madera. La pelirroja no deja de ver su anillo y a veces mira el mío.

—Son como nuestros ojos —asiento, su anillo tiene un corazón rojo y mi anillo una piedra verde— fue increíble lo que hiciste hoy, gracias.

—Lo que sea contar de que no vuelvas a llorar como lo hiciste —odio verla en estado vulnerable, eso nos debilita, estoy acostumbrado a tratar con mujeres fuertes, en el comando las veo todos los días, entreno a diario con ellas, pero ella es diferente, ella es frágil, es delicada, no tiene nada que ver con el combate.

Siento la necesidad de cuidarla, de protegerla. Sé que no se puede defender sola de muchas cosas y por eso quiero estar con ella, quiero que me necesite, que me use de escudo y que sepa que nada ni nadie la lastimara mientras este conmigo. Nadie excepto yo.

—Conseguí un día más en el comando, se me paso avisarte ¿crees que tengas problemas si faltas mañana a la universidad?

—No, no pasa nada, solo avisare, pediré los trabajos y eso es todo —asiento y continuamos con la cena.

Dejamos la mesa recogida y subimos a la habitación, Júpiter se da un baño mientras me escribo con Hugo, le pido el historial del tal Fiin y cuando la pelirroja sale, le doy un beso en la nariz e ingreso yo a la ducha, enjabono mi cuerpo y en un movimiento la piedra verde brilla en mi mano.

Miro la argolla llena de jabón por más tiempo del que debería y sonrió como imbécil. Sé que lo de hoy no fue real ni mucho menos, pero joder, que bien se siente pertenecerle y que ella me pertenezca a mí.

Salgo del baño ya seco y perfumado, la pelirroja se está cepillando el cabello y me acerco por atrás para abrazarla, le refriego mi erección desnuda en la espalda y jadea con asombro.

—No traes ropa —niego y comienzo a besar su cuello.

—Hoy es nuestra noche de bodas pelirroja —susurro sobre su piel y ella se carcajea, comienzo a acariciarla, solo usa una de mis camisas y sus diminutas bragas, definitivamente esa ha sido la mejor compra de mi vida. Comienzo a desabotonar la camisa y tomo uno de sus grandes senos en una de mis manos, introduzco la otra mano bajo sus bragas y al tiempo que amaso su teta, rozo su coño y beso su espalda alta. Ladea la cabeza para darme acceso y abre más las piernas.

—Eso es preciosa —siento sus manos acariciándome la nuca y el brazo. Introduzco dos dedos y comienzo a follarmela con ellos— voy a mostrarte cómo es que me gusta coger, y no me vas a flaquear, ¿entiendes?

Asiente y jadea arañando mi brazo, le doy mordidas y besos y sigo mi ritmo en su intimidad, sigo masajeando su seno y pellizco su botón de vez en cuando.

—Me gustas tanto pelirroja —estoy tan excitado como ella, no tarda mucho cuando empapa mi mano.

—Te gusta que te folle ¿cierto? —Asiente— sube.

No entiende y la ayudo para que comprenda, estamos frente al tocador donde se desenredaba el cabello, nuestros ojos fijos en el espejo. Poso la mano detrás de la rodilla y la subo al mueble, hago lo mismo con la otra y se apoya con las manos en el espejo. El mueble es alto y solo tomo el banco de madera para sentarme y quedar a la altura que quiero.

Se estremece cuando siente mi respiración en su coño, paso la legua por toda su longitud y gime con pasión, chupo, introduzco la lengua, la saco para lamer y muerdo su sexo a mi antojo. Mi barba y mi bigote me ayudan con la tarea, me desespero y me la cómo con tantas ansias, la escucho gritar mi nombre y jadear con esa sexy voz que me vuelve loco. Sigo succionando y su temblor me avisa su segundo orgasmo, lo bebo cual sediento en el desierto y me entra un desespero, y unas ansias gigantescas al sentir su sabor explotar en mi lengua.

Corazones RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora