Capítulo 11.

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La amenaza en la sombra

Emma

Corrí desesperadamente dejando atras a Samuel y a ese gruñido feroz y siniestro, bajo la oscuridad profunda del bosque.

Al llegar a la cabaña, me deslizo dentro por la ventana en silencio. Sentí una sensación de calor febril expandirse por todo mi cuerpo, tenso y agarrotado. Exhausta, me dejo caer en la cama, sintiendo el peso de mis párpados cerrándose sobre mis ojos cansados. 

Pero el sueño, ese traidor, no me permitió descansar. Me venció con su dulce veneno, sumergiéndome en el terror de mis recurrentes pesadillas.

Luego, me encontré flotando en un mar de oscuridad, pero esta vez no estaba sola. Una figura borrosa aparecía, su presencia tranquila y reconfortante me hizo sentir atraída, como si fuera un faro en la oscuridad.

Cuando finalmente abrí los ojos, vi a Amanda sentada al lado de mi cama, con una expresión de preocupación en su rostro.

Amanda me sonrió con una sonrisa débil y me contó que había estado enferma durante días. Gema le había informado sobre mi condición y vino a cuidarme. Se levantó para ir a buscar algo de comida, diciendo que necesitaba alimentarme para recuperarme. El aroma a café y pan recién horneado que traía consigo me dió la energía que necesitaba para seguir adelante.

A pesar de las advertencias y quejas de Amanda, me preparé para unirme a las demás. Al llegar a la cocina del gran salón, encontré a Gema, su rostro mostraba una profunda preocupación. Me preguntó si ya me había recuperado. Le aseguré que me sentía bien.

Gema me miró con escepticismo y dijo -La noche anterior a tu enfermedad, me di cuenta de tu ausencia. Pensé que no te volvería a ver.-

Antes de poder responder, Kate apareció diciendo -Ya era hora de que volvieras. Ve a trabajar con Liz y Amy al salón.-

Miré a Gema por un instante y seguí las instrucciones de Kate.

El gran salón es un ambiente amplio, donde el ruido de las conversaciones llenan el espacio, con risas y voces que se elevaban, rebotando en su techo alto y paredes adornadas con tapices.

En su interior, cinco mesas largas y robustas de madera estaban colocadas en fila, cada una con asientos asignados para un grupo específico de guerreros.

La mesa 1, la más cercana a la entrada, está ocupada por los jóvenes guerreros.
La mesa 2 y 4 para los guerreros más fuertes y experimentados.
La mesa 3, ubicada en el centro del salón, era el lugar del alfa. Él ocupa la cabecera, el beta se sienta a su derecha, el gamma a su izquierda y los líderes a lo largo de la mesa.
La mesa 5, la más alejada, es el lugar de los guerreros más veteranos.

Mi tarea es servir la mesa 1, donde los jóvenes guerreros aguardan con impaciencia, ya ubicados en sus respectivos asientos.

El alfa Alexander estaba sentado, con su imponente presencia que denotaba su poder, en su regazo estaba Briana, su luna de pacotilla. Al notar mi mirada, los ojos de Alex se clavaron en mí, lo que me hizo apresurarme a terminar mi tarea y correr hacia la cocina, como si estuviera huyendo.

En la cocina, el silencio era el protagonista. Kate, Gema, Liz, Amy y yo comimos sin decir una palabra, sumidas en nuestros pensamientos. Pero entonces, los ojos marrones de Kate se aclararon de repente. Estaba teniendo un enlace mental con alguien. Mis padres solían comunicarse de esa manera entre ellos y con otros miembros de la manada, un fenómeno que solo se logra teniendo a tu lobo.

Kate me miró fijamente, con una intensidad que me hizo estremecer y dijo -Te quieren en el gran salón.- Me sentí confundida y un poco asustada. -A todas, ¡vamos!- añadió, sin dejar espacio para preguntas.

 La Loba Rechazada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora