Capítulo 7.

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Río

Alexander ( 2 años antes del presente)

Cada mes, encuentro un informe sobre Emma en mi escritorio. La anciana Amanda se negaba a hacerlo, así que tuve que recordarle quién dirige esta manada y amenazarla con encerrar a Emma nuevamente si no recibía un informe detallado de ella cada mes.

Resulta sorprendente que su loba, aún no haya despertado, quizás la diosa tiene sus propios planes y castigos por la irresponsabilidad que costó vidas valiosas.

Briana me reveló que, en aquel fatídico día del ataque, se encontró con Emma, estaba empeñada en buscar a sus padres, a pesar de sus intentos por detenerla, Emma se negó a escuchar sus advertencias adentrándose en la pelea.

Una niña tonta, sin lobo, ¿qué podía hacer entre guerreros?

Un golpe en la puerta interrumpe mis pensamientos, guardo el informe de Emma en el cajón de mi escritorio. Es Marcos, puedo reconocer su olor.

-Pasa, Marcos.- lo invito.

-Es hora del entrenamiento. Quiero que veas a los nuevos guerreros. Hay un chico llamado Miller, te va a gustar. Es muy talentoso.- Informa Marcos.

-Está bien. Vamos a ver qué tal es, pero primero hay asuntos que debo atender.-

Antes de dirigirme al campo de entrenamiento, me reuní con los líderes de las patrullas en un puesto de control. La tensión era palpable mientras repasamos los informes de seguridad, recordando el último ataque de los pícaros en un punto vulnerable de nuestro territorio.

La reunión fue intensa, pero concluida, me marché con la certeza de que habíamos fortalecido nuestras defensas.

Luego, me dirigí al campo de entrenamiento, pasando cerca del río, donde vi a Emma y otras mujeres ocupadas en sus quehaceres. La alegría en el rostro de Emma me llamó la atención, pero me sentí incómodo al verla reír con tanta libertad. Me pregunté si era adecuado que tuviera tanto tiempo libre, y decidí que hablaría con Amanda al respecto.

En el campo de entrenamiento, evalué a los novatos y noté que Miller destacaba, aunque necesitaba pulir ciertos aspectos técnicos. Reconocí que el chico tenía valentía y potencial, y me propuse seguir de cerca su progreso.

La noche cayó, y regresé a mi oficina para atender los asuntos pendientes con la eficiencia y precisión que me caracterizaban. Sin embargo, la sonrisa de Emma se había infiltrado en mi mente, perturbando mi enfoque. No podía permitirme el lujo de distracciones. Decidí correr con Dago para despejar mi mente y recuperar mi concentración.

Pero me encontré de nuevo con la fuente de mi distracción.

-¿Por qué hemos venido aquí, Dago?- Pregunté, con una mezcla de confusión y curiosidad en mi voz.

-Una sensación me guió hasta aquí.- Respondió Dago, su voz apenas un susurro en mi mente.

Regresé a mi forma humana, me vestí rápidamente y me acerqué a la orilla río, mientras  veía a Emma contemplando la luna, con una expresión de serenidad que me irritó. ¿Cómo podía estar tan tranquila, tan vulnerable, en un lugar donde cualquier cosa podría suceder?

-¿Qué estás haciendo?- Le pregunté, con un tono de autoridad.

Ella se giró bruscamente, sus ojos se encontraron con los míos en un silencio tenso.

-¡Sal del agua ahora mismo!- Exigí con firmeza.

Su tensión era palpable, mientras caminaba hacia mí, me percaté de que solo llevaba puesta su ropa interior. En un abrir y cerrar de ojos, me posicioné frente a ella y la examiné con la mirada, notando las cicatrices que marcaban su piel, me acerqué más  inclinando mi cabeza cerca de su oído

-¿Sabes dónde te encuentras, Emma?- Le susurré, pero no respondió.

Su silencio me enfureció. La miré con severidad y continúe diciendo.

-Estás en medio de la nada, a oscuras, en ropa interior y completamente vulnerable sin tu loba... ¿Eres estúpida?-

Sus manos temblorosas delataban su miedo, y finalmente respondió

-No soy estúpida, nadie viene por aquí y en mi casa no hay ducha.- Sus palabras temblaban tanto como ella.

Mi furia era insostenible. ¿Cómo podía ser tan imprudente?

-Estoy aquí y cualquier otro podría estarlo también. Eres vulnerable, no podrías defenderte si te atacaran. ¿Acaso no has aprendido nada todavía?-

Sin alzar la mirada ni responder, tomé su barbilla y elevé levemente su rostro para encontrarme con sus ojos. Nos quedamos en silencio unos segundos hasta que finalmente expresé

-Veo que dispones de mucho tiempo libre. Hablaré con Amanda para que te asignen más tareas.-

-Como usted ordene, Alfa.- Dijo apenas en un susurro.

Enfurecido por su indiferencia, di media vuelta y salí a correr con Dago, necesitaba despejar mi mente y calmar mi enfado.

La presencia de Emma había avivado en mí una mezcla de emociones que debía controlar.

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 La Loba Rechazada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora