Capítulo 3

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Todo esto es tu culpa

Nota: En los siguientes capítulos retrocedemos en el tiempo para conocer el pasado de Emma y Alex.

Emma (5 años antes)

Un día después del decimosexto cumpleaños de Briana, me escapé de casa para ir a verla. Mi padre me había pedido que no saliera ese día, ya que estaba previsto la llegada de los líderes de la manada Luna Menguante.

Mi padre era Gamma y mi madre una guerrera, ambos encargados de la seguridad de Luna Misere, la madre de Alex.

No creí que fuera tan peligroso como lo planteaba. El territorio era muy seguro. Así que, como toda adolescente rebelde, decidí tomar mi chaqueta y dirigirme al parque, nuestro lugar de encuentro. Pasamos la tarde charlando, riendo y soñando juntas.

Briana me presentó a su loba Dana, su pelaje era rubio con algunas manchas mas oscuras y sus ojos de color marrón, me dejaron fascinada por su belleza.

El propósito de nuestro encuentro era que Briana pudiera ver a Alex y así confirmar si él era su compañero predestinado, pero nuestro plan se vino abajo al enterarnos de que él se encontraba en el territorio de Black Moon.

-Vayamos a la gran casa de la manada, Alex no está, pero lograré reconocer su olor.- Me propuso Briana, tomándome del brazo.

-No puedo, Bri. Mis padres están ahí y si me ven, me matarán.- Respondí, mientras intentaba liberar mi brazo.

-Vamos, Emm. No pasará nada. Solo serán 5 minutos, estamos cerca. Te prometo que no te verán.- Insistió.

-Está bien... pero solo 5 minutos. No quiero meterme en problemas.- Dije con poco entusiasmo.

Aunque la idea de que ella fuera la compañera de Alex no era de mi agrado, sentía la necesidad de saberlo. Así que, a pesar del riesgo de que mis padres me pudieran descubrir, accedí a acompañarla.

Cuando nos acercábamos, un aullido de alerta rompió el aire, indicando un ataque inminente. De repente, todo se convirtió en caos, lobos corriendo frenéticamente por todas las direcciones. En medio de la confusión, mi miedo era abrumador.

Brianna tomó mi mano y juntas corrimos hacia la gran casa de la manada. En la entrada, los lobos se enfrentan en una feroz batalla. Reconocí a mis padres entre ellos. Mi madre, al verme, intentó acercarse a mí, pero un lobo la empujó hacia el otro extremo.

Petrificada, observaba la escena, de pronto vi un pelaje rubio con manchas más oscuras alejarse del lugar. Antes de que pudiera pedirle a Briana que no me dejara sola, un lobo gris se abalanzaba hacia mí, grité de terror cuando caí al suelo, pero mi padre intervino valientemente y no permitió que el lobo llegara a mí.

Mi madre, transformada en humana, me rescató y me instó a correr. Otro lobo intentó atacarnos, pero mi padre se interpuso. En un instante de horror, resonó en el aire un gemido de agonía.

Luna Misere había sido herida.

-Corre, corre, corre.- Me gritaba mi madre mientras me jalaba.

Cuando llegamos a casa, mis nervios estaban a flor de piel. Mi madre tomó mi rostro entre sus manos y con voz firme me dijo -Escúchame, Emma, por favor. Quédate en tu habitación hasta que regresemos.-

Me dio un beso en la mejilla y agregó  -Recuerda el significado de tu nombre.- Con esas palabras, se marchó.

Parecieron pasar horas interminables desde que mi madre salió por la puerta principal. Yo estaba hecha un ovillo debajo de mi cama, temblando y tratando de procesar lo que acababa de suceder.

Repentinamente, un estruendo hizo temblar la puerta de mi habitación. Antes de poder reaccionar, una mano me sacó de mi escondite debajo de la cama. Comencé a gritar y forcejear en un intento desesperado por lograr liberarme, pero resultó inútil.

Fui arrastrada hacia una abarrotada multitud, donde fui arrojada al suelo frente al alfa Alejandro. Entre la agitación de personas y lobos, pude distinguir a mis padres, encadenados junto a otros guerreros de su confianza.

A pesar de los gritos del alfa, no lograba distinguir sus palabras. Entonces, lo vi dirigirse hacia donde estaba mi madre, quien me miraba con ojos tristes, noté sus labios moverse diciendo en susurro -Te amo, sé fuerte.-

El alfa se detuvo frente a ella, posando su mirada en mi padre, sin desviarla y sin titubear, desgarró el cuello de la persona que más me había amado en la vida, mi madre, provocando que todo diera vueltas a mi alrededor

Intenté levantarme y correr hacia ella, pero una mano firme me retuvo. Por más que forcejeé y grité, no pude escapar. Fui atada a un poste, sintiendo el mareo me invadia. Sentí desesperación en mi padre al ver al alfa acercándose hacia mí, luchaba desesperadamente por liberarse de las cadenas de plata, que lo mantenían atrapado en su forma humana.

La ansiedad me invadió, de repente sentí un duro golpe en la espalda que me hizo soltar un aullido de dolor agonizante. El alfa, con su látigo de punta de plata, me azotó implacablemente una y otra vez, hasta completar un total de diez golpes que dejaron marcas ardientes en mi piel.

Cuando finalizó, su frase acusatoria resonó en mis oídos. Luego, limitadamente pude ver, cómo mi padre sufría el mismo destino que mi madre antes de desvanecer.

Me desperté de golpe al sentir el impacto del agua fría en mi rostro. Al incorporarme sobresaltada, observé a mi alrededor y comprendí que me encontraba en una celda.

El guardia me gritaba palabras incomprensibles, pero logré captar que había estado inconsciente durante dos días y que el Alfa vendría a darme mi merecido.

Y así fue, todas las mañanas durante dos largos años, el Alfa se presentaba para golpearme sin piedad, hasta que se cansaba y se retiraba dejando atrás las mismas palabras acusatoria:

-Todo esto es tu culpa.-

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 La Loba Rechazada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora