Capítulo 30.

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Regresemos juntos

Emma

¿Cómo es posible que él esté aquí? Fui tan ingenua al pensar que lograría escapar. Ojalá pudiera desaparecer para siempre. A estas alturas, Briana, probablemente, le habrá dicho que escapé con Samuel. ¿Cómo decirle que eso no es cierto?¿Cómo puedo explicarle que no soy una traidora? Solo anhelo alejarme, perderme en el horizonte.

No hay manera que vuelva a la manada. ¡No volveré! No permitiré que me encierren de nuevo en la oscuridad de las mazmorra.

Al verlo querer acercarse a mi le grite aterrada -No te acerques.-

-Emma...- Susurró.

-Por favor solo...déjame sola.- Supliqué, mientras mis lágrimas empezaban a asomarse.

Pero él no se detuvo.

-Emma... yo...- Balbuceó, pero mi grito interrumpió sus palabras.

-¡Te dije que me dejes sola!- Exclamé con toda la fuerza de mi desesperación.

Se frenó en seco. Me sorprendí al ver su rostro, nunca antes lo había visto hacer esa expresión. Parecía triste y confundido, como si mis palabras lo hubieran herido.

-No puedo simplemente dejarte sola.- Respondió en un susurro suave, lleno de preocupación.

No parecía estar molesto, pero aun así debía ser cautelosa. Sentía que mis fuerzas se desvanecían y el frío me envolvía como agujas que se clavaban en cada centímetro de mi piel. Mis pies habían perdido toda sensibilidad, y cuando mis piernas comenzaron a flaquear, me agaché al suelo en un intento desesperado por no caer.

Estaba cansada... Derrotada.

Intentaba no rendirme, pero Alexander aprovechó mi momento de debilidad para acercarse. En medio de la desesperación, vi una piedra frente a mí. Con todas mis fuerzas, la recogí y se la lancé, gritando con intensidad -¡No te acerques!-

Al ver cómo la piedra impactó su cara con fuerza, me quedé paralizada. Una ola de miedo recorrió mi cuerpo de extremo a extremo. ¡Qué estúpida fui al reaccionar así! Estaba frente al imponente alfa, y sabía que eso era una sentencia de muerte. Había arruinado cualquier posibilidad de sobrevivir en el instante en que lancé la piedra sin pensar. ¡Maldita sea!

-Perdón ... Alfa... yo no quise... solo quería... yo...- Balbuceaba intentando hablar claro, pero los nervios me estaban jugando en contra. ¿Cómo debería empezar a explicar todo?.

Se cubrió la cara con una mano y soltó un suspiro frustrado. -¡Ahh, maldición! Emma, me estás volviendo loco.- Dijo con voz ronca, aunque su tono no reflejaba enojo.

Clavé mi mirada al suelo y, a pesar de que estaba segura de que no me creería, dejé que mis palabras salieran. -Lo siento. Sé que mis palabras no significan nada. Soy consciente de que puedes pensar que soy una traidora, pero realmente no lo soy.- Mis lágrimas caían, aunque me esforzaba por retenerlas. -No me escapé con Samuel. Sí intenté huir de la manada, pero de repente apareció Samuel y Bri...Samuel y me llevó con él. Por favor, no me envíes de vuelta a la mazmorra.-

En un instante, sin darme cuenta, Alexander estaba frente a mí, se agachó y colocó sus enormes manos cálidas en mis mejillas, levantando con ternura mi rostro, forzando un contacto visual entre nosotros.

-No lo haré.- Dijo con voz suave - Así que deja de llorar. Te prometo, Emma, que no permitiré que nadie intente lastimarte. No dejaré que digan que eres una traidora. Lo siento por haber llegado tan tarde.-

Estaba prácticamente en estado de shock, incapaz de asimilar lo que sucedía. ¿Acaso él... realmente cree en mis palabras? ¿Qué está haciendo? ¿Puedo confiar en él? Mientras me secaba las lágrimas, se levantó y me extendió su mano.

 La Loba Rechazada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora