1 La diabla

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Una rubia despampanante se baja de una camioneta Dogde RAM último modelo, está vestida con un traje blanco tan impoluto que hasta las motas de polvo oscilan a su alrededor, pero ni siquiera la rozan. Esta mujer impone fuerza, respeto y poder, su andar es firme y ni siquiera trastabilla por la tierra pedregosa.

—Elegir el blanco era por mucho el color indicado —suelta con sarcasmo la castaña de ojos negros.

—Astrid por favor, y trata de comportarte —dice Alyssa a su lado con quién comparte el mismo tono castaño, hablándole en un volúmen que solo ellas dos escuchan—. Se amable, y déjame hablar a mí.

Bosco, uno de los cachorros de los perros que usan para pastorear el ganado se acerca corriendo a la rubia y Astrid observa con una gran sonrisa de satisfacción la inminente colision, Alyssa baja corriendo e intenta detener al cachorro de ocho mes que va a estallarse contra Leanne Everlake, pero la rubia le da la órden al cachorro de detenerse y él se para en seco, se agacha para acariciar su cabeza regalándole una gran sonrisa. Alyssa suspira de alivio y Astrid de frustración.

—Buenas tardes —le estira la mano a la castaña de ojos cafés de Alyssa—, tú debes ser Alyssa Parker y supongo que aquella que nos mira con molestía porque el perro no me tiró al suelo debe ser Astrid Shepard.

—Sí, somos nosotras —no puede negar lo de Astrid cuándo evidentemente ella tiene esa cara y es más que claro que le hubiera encantado verla en el suelo—. Te estábamos esperando, por favor vamos adentro.

El cachorro la sigue a su lado y ellas están impresionadas, aunque claro que la única que lo admitiría es Alyssa.

—Buenas tardes, mi nombre es... —estira la mano que la otra mujer no toma

—Leanne Everlake —dice Astrid cruzada de brazos e intenta meterse adentro.

—Disculpa —dice la rubia a su espalda—, pero aunque vivan en una zona rural, estoy segura de que saben los modales básicos de un saludo.

Astrid voltea para mirarla con ira y decirle un par de cosas a la niña rica de papi, que ha venido para comprar la propiedad que tanto les costó tener a sus familias.

—Bueno vamos entrando —dice Alyssa nerviosa apartando a su amiga para entrar.

Pasan y en el living están los abuelos de Astrid y la madre de Alyssa y los hermanos de esta última, ya que Astrid es hija única. Todos saludan a la rubia con un claro gesto de preocupación en sus rostros, las familias esperan que ellas logren convencer a la recién llegada de que les de más tiempo para poder reunir el dinero de la deuda.

Leanne ve las caras de estás familias y sabe que no ha venido a firmar el contrato de compra venta de los terrenos, ella ha venido a escuchar la oferta, propuesta o petición que van a hacerle, pero por las dudas igual trae el contrato para ser firmado.

—Pasa por favor —dice Alyssa con una gran sonrisa y mira mal a Astrid que entra luego—. Siéntate donde gustes ¿Quieres un café o té, tal vez limonada?

—Una limonada estaría bien, supongo que los limones deben ser de los árboles de este terreno.

—Sí, son de la propiedad, Astrid pide por favor una limonada para Leanne —le pide a la castaña que blanque los ojos mientras ella se sienta trás el escritorio— ¿Qué tal tu viaje?

—Disculpa Aly, pero ni ella ni nosotras estamos aquí para hablar de como le ha ido en el viaje, o si lo ha disfrutado. Vamos al grano.

Leanne al ver la hostilidad de Astrid se pone algo tensa ¿Por qué la trata como si ella fuera el enemigo? Ha venido de buena voluntad a escucharlas, sabe que no van a vender de buenas a primeras, tratarán de salvar a toda costa sus tierras y lo entiende porque ella haría lo mismo.

—Bueno si te pones así —saca el contrato de su cartera y lo deja en el escritorio—, firmemos que estoy algo apurada y no tengo mucho tiempo...

—¿Apurada? ¿Por qué? ¡Por hacerte con los terrenos que nuestras familias tanto se han deslomado en tener!

—Astrid... —dice Alyssa.

—¡¿Tienes alguna idea de todo el sacrificio y esfuerzo que hay detrás de lo que ves como una granja y simples campesinos?! ¡Aquí amamos lo que hacemos, cosechamos la tierra, le ponemos nombres a nuestros animales, no son solo una herramienta, los cuidamos!

—¡ASTRID! —dice Alyssa levantando la voz con firmeza—, vete —la mira enojada— o te saco yo misma.

La castaña aprieta los labios en una línea y abre la puerta, ve a su abuela con la bandeja llena, la toma colocándola adentro sobre el escritorio frente a la rubia.

—Que te apetezca —le suelta con rabia.

En cuánto ella sale Alyssa se lleva una mano al cabello exhausta, sabe que su amiga ama estás tierras y que está preocupada, también que es demasiado impulsiva y sobre todo sabe que la miel puede más que la hiel, por eso es toda una dulzura con Leanne, en las manos de esta mujer está el futuro de ambas granjas, de los terrenos, de un centenar de trabajadores y una parte de los alimentos de este pueblo y comunidad.

—Disculpala por favor, es algo pasional cuándo se trata de las tierras familiares, está preocupada y no es la mejor en gestionar sus emociones, pero en algo tiene razón —la observa fijo— y por eso te pedimos esta reunión —mira los papeles del contrato sobre el escritorio que ni siquiera se toma la molestia de revisar—. Estás tierras significan mucho para nosotros, para nuestras familias, nuestros trabajadores y la comunidad, sé que tenemos una deuda y que si no pagamos el banco del que tu familia es dueño puede quitarnos algunas hectáreas o las propiedades enteras si lo creen necesario, pero por favor —su gesto se torna compungido—, solo te pido que nos des tiempo para juntar el dinero.

—¿De cuánto tiempo estás hablando? —ella suspira.

—Un año —suelta bajando la mirada.

—Es demasiado tiempo, Alyssa, y lo sabes.

Lo sabe, claro que lo sabe, de hecho en el mejor de los casos podrían hacerlo en ocho meses, en el peor de los casos en seis, pero sabe que lo que sea que pueda conseguir, será mejor que nada a tener que vender o que se los adjudiquen. No quiere ver sus tierras ser mutiladas de a poco y que les vayan quitando pedazo a pedazo hasta que no quede nada.

—Lo sé, créeme que soy muy consciente, pero si hubieran más tiempo u opciones lo habría contemplado y no te lo pediría. Mira haré lo que sea necesario para salvar estás tierras, lo que sea —suspira—. Lamentablemente no tengo mucho para ofrecerte a cambio, sino te lo daría —la rubia alza la mano y ella se calla.

—No puedo darte un año, como mucho puedo frenar a mi familia y darte 8 meses —Alyssa sonríe—, pero —suspira claro que habría una cláusula— quiero ver que es lo que hacen, de cerca, así que vendré seguido o me quedaré aquí por algunos días o semanas en el mes para ver como trabajan.

—Me parece justo. Puedo recibirte en mi casa y...

—No, no quiero causar molestias, me quedaré en un hotel, aparte de esa manera yo estaría más cómoda. Entonces tenemos un trato —estira su mano frente a Alyssa, ella se levanta y la toma—. Por cierto aclarale que no soy el enemigo —señala hacia la puerta.

—Ya tendré una charlita con ella —sonríe de una manera que le hace dar un escalofrío a Leanne—. Te acompaño afuera y gracias por tu tiempo, por cierto ¿Te gustó la limonada?

—Deliciosa —le dice regalándole una sonrisa.

Ambas salen afuera y ven a la castaña con su sombrero negro llenando el bebedero de los caballos, en cuanto ve a Alyssa intenta escabullirse, pero la otra la toma del brazo se despide de Leanne con la mano, y con la otra la arrastra adentro.

Dejémoslo a la suerte  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora