19 La verdad del pasado

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Con el acceso al río por el terreno de los Clearwater, bueno ahora Everlake, Alyssa y Astrid han podido nutrir sus tierras, hasta sacaron la cerca que separaba el terreno de Leanne del de las chicas y ella permitió el acceso libre a sus tierras. Ve su nuevo hogar y es impresionante como toda su vida cambio en tan solo cinco meses, ahora tiene un hogar, dos buenas amigas, un terreno y está haciendo una clínica pequeña para poder atender a animales que llegan en la mañana, por supuesto también se convirtió en la veterinaria oficial de los animales Shepard y Parker.

—Buenos días —pregunta una mujer de la cual ella conoce la voz muy bien, su hermana mayor.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a ver dónde mi hermanita menor ha venido a parar, después de todo eran los terrenos que debías conseguirle a la familia y no lo hiciste.

—Conseguí otras tierras más al norte, en una mejor posición y...

—Quería estás tierras, Leanne, por algo —pasa un dedo por uno de los muebles y ve algo de polvo que limpia de su mano—. Dejaste una carrera de medicina por esto —señala a su alrededor—, atiendes a bestias peludas.

—Quizas tengo una de las profesiones más honestas de los cuatro, dos chupa sangre y una rata, eran suficientes en la familia —dos de sus hermanos tienen un máster en administración de empresas y esa mujer es jueza—. Te invitaría algo, como a salir de mi propiedad, pero los modales, lamentablemente, aún me quedan ¿Por qué estás aquí?

—Para llevarte a casa, ya es suficiente de tu aventurita campestre, puedes dejar este rancho de casa de fin de semana. Te necesitamos en casa.

—No, no iré. No estoy en mis veintes y no soy una niña herida a la cual no le pueden sacar el ojo de encima. No apareceré para no molestar, pero...

—¿Crees que esas mujeres van a aceptar lo que hiciste? Tu pasado, mi querida hermanita menor, no es algo de lo que puedas librarte, sí, limpiamos tu historial, pero moralmente no podrás con tanto y entonces te estaremos esperando en casa, porque creeme Le, nadie puede con tanto, ni siquiera tus nuevas amiguitas.

La mujer de unos 40 años de cabello negro y ojos marrones, fríos como el clima de afuera, se va tan rápido como había llegado. Su única hermana, su hermana mayor, la familia de la que nunca habla, porque le recuerdan al pasado, y el pasado duele, le arde y le quema en el pecho. Todo fue culpa de ellos en un inicio, si tan solo...

—Lea ¿Lea? —entro Astrid—. Su majestad aquí... ¿Qué pasó? —se agacha frente a ella, pero antes coloca  la traba a la puerta—. Leanne ¿Qué pasó?

Vuelve a preguntar, pero ella no responde, solo llora y niega con la cabeza, intenta tapar el sollozo y no pasa mucho tiempo que la puerta principal de la pequeña clinica es golpeada y Astrid le abre a Aly. Vuelve a abrazar a la rubia y hablan entre ellas, intentando dilucidar que pasó.

—Vino mi hermana mayor —exclamó secándose las lágrimas—. Me pidió volver y... hay algo que —traga con dificultad— hay algo que no les he dicho.

La puerta de entrada es golpeada con violencia, Alyssa se acerca a abrir y es Rose quién entra furiosa.

—¡FINALMENTE TE QUEDASTE CON MIS TIERRAS, MALDITA ASESINA! —Astrid enojada está por sacarla a la fuerza, pero Leanne se aferra a su cintura aún sentada y no la deja ir.

—¡¿De qué hablas?! ¿Otra vez estás ebria? —le cuestiona Aly y eso la ofende y deja ruborizada.

—No sé quién carajo te crees para llegar aquí de esa forma, estás ya no son tus tierras, estás invadiendo propiedad privada y será mejor que te vayas antes de que llame a la policía o te saque yo misma.

—Pero As —le dice con dolor—. Ni siquiera saben quién es ella realmente —señala a Leanne— ¿Sabían que es una asesina, que mató a un hombre? ¿Les ha dicho eso? —ambas miran a Leanne que no niega ese hecho.

—¿De qué hablas? ¿Lea eso es cierto? —le pregunta Aly.

—Sí —dice en un susurro y suelta a Astrid que se aleja dándo varios pasos hacia atrás. Leanne observa esa actitud dolida, y las lágrimas salen en cascada todavía más.

Astrid toma a Rose del brazo y la saca afuera, le da el casco con fuerza sobre su pecho, la pelinegra lo tira al suelo y se arrodilla pidiéndole perdón, pero ella solo quiere que se vaya, Alyssa sale para apoyarla y pedirle a Rose que se retire, y le advierten que si esparce algún rumor en el pueblo sobre lo que les ha dicho de Leanne, harán su vida un infierno.

La rubia ya estaba subida en su camioneta. Mientras ellas se distrajeron con Rose, ella cerró la clínica y se subió a su vehículo, para dirigirse a la casa y marcharse. Rose tiene razón es una asesina, lo es y lo volvería a hacer, porque no se arrepiente de haberlo matado.

—¡Maldita sea, mira lo que has hecho! ¡Como ella se vaya por tu culpa, te destruiré, Clearwater! ¡Te lo juro! —le grita Astrid y se dirige a su camioneta.

—¿Acaso la aman? ¿Me han reemplazado?

—No te reemplazamos, porque no eres una tuerca, Rose, te amabamos y nos has dolido cada día, pero —Astrid arranca y va tras la rubia— ahora quizás amamos a alguien más, y no sabes porque ella hizo lo que hizo.

—Mató a su esposo —entonces Aly comprende. Y corre a su camioneta.

—Rose ya déjanos ir, nosotras ya te soltamos, de verdad no quiero volver a tener esta discusión contigo, la próxima vez no seré así de amable. Ambas sabemos que a tu familia no le caerá muy en gracia que estuviste en un relación con dos mujeres.

—No lo harías —expresa con miedo—. También se expondrán ustedes.

—Nuestras familia ya lo saben y aceptan, resulta que no era tan terrible como pensábamos y tú nos hiciste creer. Ahora vuelve a aparecerte para hacernos o hacerle daño y será lo último que hagas, antes de vivir un infierno. Sabes que soy capaz de hacer eso y más.

Le lanza la última amenaza seria y como una sentencia, Alyssa Parker, tiene palabra y la cumplirá, aún si es destruir a alguien que amó mucho, ellas no le deben nada y aún si le deberían, no va a permitir que las siga lastimando y menos aún que meta a Leanne al medio.

Al llegar a la cada ve la camioneta de Astrid con la puerta abierta y en marcha, Aly con la cabeza un poco más fría la apaga y también saca las llaves de la camioneta de la rubia, por si se le da la idea de irse. Entra al ver la puerta abierta y camina hasta la habitación dónde escucha el llanto, viendo a Astrid y Leanne en el suelo, mientras la rubia se aferra a Astrid que se mece con ella entre sus brazos y lágrimas en los ojos. Alyssa toma posición por la espalda y la abraza, dejando a la rubia en medio.

—Yo lo maté, lo hice y no me arrepiento. Él llegó a la guardia del hospital con nuestra hija, mi niña, Dios mío, cómo fue capaz de hacerle algo así —el dolor invade también a las dos castañas—. La había dejado con su padre, su propio padre, él tenía que cuidarla —dijo entre sollozos—. Él mató a mi bebé y yo me vengue, lo hice sufrir y tomé su vida. Con su dinero saldría de la cárcel en unos pocos años, y no tendría el sufrimiento que debía tener. Usé mis conocimientos en medicina para mantenerlo vivo cuando lo torturaba. Juré salvar vidas, y le arrebaté la suya, de lo único que me arrepiento es de haberle dado ese monstruo de padre a mi hija, que le quitó la vida.

—Ya, ya Lea, ya no hables. No nos importa lo que hayas hecho, no te dejaremos —ambas la abrazan fuerte—. Ya estás en casa y no te dejaremos, eres parte nuestro, Everlake.

—Y nosotras cuidamos a los nuestros —dijo Astrid.

Dejémoslo a la suerte  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora