6 Todo el terreno

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Vuelve a la finca y Leanne ya la está esperando en la caballeriza con ambos caballos listos, se suben y emprenden rumbo tranquilas a recorrer el terreno. En el camino, Alyssa no solo habla del terreno, de las familias, también habla sobre su gran amor, Astrid.

—¿Se conocen desde hace mucho?

—Bastante —le dice con una gran sonrisa y las mejillas algo rojas por el calor que está haciendo—, bueno si cuentas que las tres fuimos toda la vida desde el jardín, escuela primaria y secundaria juntas, supongo que nos conocemos de hace toda una vida.

—¿Las tres? —pregunta extrañada la rubia y entonces Alyssa se da cuenta del error que cometió.

—Sí, antes éramos las tres con —se para en el límite mirándo el terreno que antes pertenecía a la familia y a Rose—, Rose Clearwater —suspira e intenta reponerse— ¿Tienes hambre? Traje un tupper con comida por si queríamos comer algo.

Se colocan a la sombra de unos árboles, pero esa respuesta vaga no ha vaciado las dudas de Leanne, sabe que hay algo más detrás de eso, su manera de suspirar y decir el nombre de la otra mujer señala el dolor.

—Alyssa.

—Aly, está bien —la rubia sonríe.

—Aly ¿Qué pasó con Rose? Y dime Lea —la castaña sonríe y apoya la espalda en un árbol—. Bueno no es obligatorio que me lo digas, pero me gustaría saber.

Alyssa sopesa si contarle la historia, después de todo no es algo que no pueda decir.

—Lea —sonríe—, Rose, Astrid y yo éramos muy amigas desde pequeñas, prácticamente nuestras madres se quedaron embarazadas al mismo tiempo, los terrenos familiares están pegados y naturalmente crecimos todas juntas —sonríe con nostalgia mirándo nuevamen hacia la tierra del otro lado de la cerca—. Salíamos jugar aquí, dónde los tres terrenos se unían, habíamos hecho una casa del árbol por allá —señala tres árboles con los restos de un armazón en altura—, el padre de Astrid nos la construyó. Pero el tiempo pasó y las tres crecimos, el padre de Astrid murió junto al mío, las granjas ya venían mal, pero la de los Clearwater venía peor, el padre de Rose es un apostador que perdía más de lo que ganaba, tuvieron que vender las tierras —mira hacia abajo—. Astrid armó un plan de acción para salvar las tierras de las tres, pero necesitábamos la parte de Rose, su propiedad queda cercana al río y su tierra es más fértil que la nuestra, le presentó la propuesta, pero ella... —suspira—. El punto es que vendieron y solo pasamos a ser Astrid y yo.

Leanne todo este tiempo la ha observado con atención y detenimiento, había visto que las granjas tienen algunos problemas con el riego, si tan solo pudieran acceder al río por la propiedad, mira las tierras de los Clearwater, quizás podrían salvar ambas granjas.

—¿Por eso tuvieron que endeudarse y pedir un préstamo?

—Sí, contábamos con el acceso al río, cuándo eso desapareció de un día para el otro —se enconje de hombros respirando profundo—, digamos que contábamos con ella —mira la cerca—, pero supongo que ella no con nosotras.

La rubia se queda pensando, y no puede evitar suspirar. Conoce a estás mujeres desde hace casi un mes cuando vino a la casa de Alyssa a escuchar la propuesta y así poder salvar sus tierras, pero en tan poco tiempo ha logrado empatizar con ambas, incluso con la gruñona de Astrid que ahora entiende un poco mejor. Le pasa lo que jamás le había pasado antes, hasta que llegaron ellas, que sus sentimientos intervienen en los negocios, y aunque quiera o lo intente, no puede ser fría e indiferente a ellas. Desde este momento sabe que si hay algo pueda hacer por y para ayudarlas a que no pierdan sus tierras lo hará, inclusive si tiene que ir en contra de su propia familia.

Dejémoslo a la suerte  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora