28 Sí, ama

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Las tres entraron a tropicones y Rose está acorralada, sabe que este es el fin, su fin. Ella pensaba que Astrid y Alsyssa, se alejarían de Leanne al enterarse de que había asesinado a alguien y no solo eso, sino que ambas volverían a ella agradeciéndole por salvarlas de una asesina, pero eso no pasó ni pasaría, ellas la habían aceptado y eso solo la enfureció aún más.

—¿Qué? ¿Qué hacen aquí?

—¿Ahora tartamudeas?—-Aly suena cruel y fría con su comentario— Para esparcir rumores no te tembló la voz, ni la lengua. Te lo advertí Rose, tuve la delicadeza de darte una advertencia y pensaste que jugaba ¿Acaso aún con años a mi lado, no me conoces?

—Aly, por favor...

—Por favor nada. Quédate callada y sentada ahí —señala un sillón y ella está a punto de desafiarla, pero Alyssa la toma del hombro y la sienta—. Sabes que pasa cuando desobeces las reglas y sabes que no me gusta que me desobedezcan —ella la observa sumisa—. No tienes permitido hablar.

—Sí, ama —Leanne la observa extrañada por la repentina sumisión de Rose y por como ella la llama, sentándose y agachando la cabeza.

Los padres de Rose aparecen en la sala, y las observan extrañados con los ojos bien abiertos, al igual que dos de sus hijos mayores.

—Buenos días señores Clearwater. Por favor siéntense que vinimos a hablar algunas cositas con ustedes —Alyssa se los pide, pero su energía no dictamina ser exactamente suave, aunque su apariencia es tranquila, ella domina la situación—. Verán estamos aquí, porque su hija —mira a Rose—, estuvo diciendo algunas cosas con respecto a nosotras.

Se sienta en uno de los sillones con Leanne y Astrid atrás de ella en cada lado, parecen sus guardaespaldas, sus sexys guardaespaldas. Alyssa se sienta con autoridad y firmeza, ella sabe que aunque no es su casa y Rose podría negarse o hacer un escándalo, ellas igual tienen la de ganar.

—Sí, algo nos enteramos —dice su madre algo incómoda—. Les pedimos disculpas por esos rumores infundados...

—Ah, no tienen que disculparse sobre la verdad —todos las miran extrañados—. Nosotras si estamos juntas, pero las tres —miran a Leanne—. Lo de ella también es cierto y tuvo sus razones para hacerlo, las cuáles no les incumbe...

—Entonces si son una abominación, unas degeneradas y ella una...

—¡Silencio! No permito que nadie más vuelva a llamarla esa manera. Además, habló el borracho, jugador y golpeador del pueblo ¿Con qué cara dices eso? —él de pronto se calla— ¿Se te olvida que crecimos prácticamente en tu casa escuchando como a veces le pagabas a tu mujer y algunas veces intervenimos? Aún recuerdo la exposición en la policía sobre eso —se pasa una mano acomodando su cabello—. La cuestión aquí es otra, porque Rose, su linda y tierna Rose, no tomó en serio mi sugerencia la última vez que nos vimos —la pelinegra intenta hablar, pero Aly se lo niega con la cabeza y se calla—. Antes de que estuviéramos con Leanne —la mira y besa su mano—, su hija estaba con nosotras.

—¿Qué quieres decir? —pregunta su madre.

—Usted sabe muy bien a lo que me refiero. No éramos las tres "solo amigas" —sus hermanos comparten miradas, ellos lo sabían—. La gente del pueblo aún no sabe de esto, me pregunto que dirán cuando se enteren —sonríe Aly con malicia.

—¿Qué quieres? —le pregunta el padre de Rose— ¿Rose no vas a defenderte? —Alyssa asiente y ella niega muda con la cabeza— ¿Lo que dicen es cierto? —ella asiente avergonzada mirando al suelo.

—Quiero que se calle, bueno aunque que es un poco tarde para eso ya que todo el pueblo lo sabe. Así que, mejor mantenganla lejos nuestro o no voy a dudar en tomar cartas en el asunto ¿Soy clara? Porque la verdad no me gustaría volver aquí en otros términos, no tengo ganas de volver a ver a su hija de nuevo.

Dejémoslo a la suerte  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora