12 Quizás fuimos un juego

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Vuelven finalmente a la finca, a los pocos kilómetros sus empleados las interceptan, alimentan a los animales, y les dan agua, a ellas también les traen comida, ropa seca y abrigada, lo que agradecen ya que aunque haya sol, la temperatura sigue siendo algo baja.

—Ve a descansar Lea —le dice Aly—, nos vemos mañana, nosotras también necesitamos un baño y descansar un poco.

—Genial.

—Hola Lea, hola jefa y patrona —saluda Molly con una gran sonrisa a las mujeres.

—Hola —dice secamente Astrid.

—¿Te ayudo a bajar? —le dice la joven a la rubia, pero Astrid se materializa a su lado.

—Yo le ayudo, lleva mi caballo y el de Alyssa a las caballerizas, sácale las monturas, necesitan un baño, comida y agua —la joven borra su sonrisa y acata la órden. Astrid mira a Leanne, le extiende la mano, la ayuda a bajar, pero Leanne no se agarra bien al descender y cae prácticamente sobre la castaña que la sostiene con fuerza— ¿Estás bien? —le cuestiona preocupada— Tienes que tener cuidado puedes torserte una pierna y Aly te obligaría a hacer reposo y no moverte.

—Estoy segura de Leanne sería más obediente y no haría  falta obligarla—dice Aly pasando por su lado y As blanquea los ojos.

—Sí, sí, solo creo que me maree un poco, debe ser que necesito comer algo —intenta moverse, pero Astrid la tiene aferrada a sus brazos— ¿Me sueltas?

—Claro, disculpa.

Molly las ve interactuar y suspira, le gusta demasiado una de ellas. Pero Leanne cambia de opinión con respecto a quedarse y se decide por irse a su hotel, además de que necesita resolver algunas cosas que dejó pendiente, por ese mismo motivo volvió antes de lo previsto al pueblo, de hecho sin que ellas lo supieran había vuelto desde hacía dos días, todo para arreglar un tema que tenía pendiente.

Llega a su hotel con fiebre y le avisa a Aly que no cree poder presentarse mañana por el inconveniente de su enfermedad, no tarda mucho en que alguien golpee su puerta y son ambas castañas que han ido a verla, ya bañadas y con ropa limpia.

—¿Qué hacen aquí?

—Cuidamos a los nuestros —responde la de ojos negros.

—¿Hacen esto con cada empleado?

—Tecnicamente no te pagamos —dice Aly— ¿Podemos pasar?

Leanne asiente y se aparta para dejarlas entrar. Ambas pasan, sacan un termo con sopa caliente, un termómetro, paños y un tupper, más un plato hondo, una bandeja, cuchara y un vaso.

—¿Se van a quedar?

—¿Necesitas que nos quedemos? —levanta una ceja Astrid— Solo estábamos de pasada, no vinimos exclusivamente a verte —dice y la rubia sabe que es mentira, no les queda de pasada.

—Mientes muy mal —le dice la de ojos miel, lo que provoca que se sonroje y salga de la habitación.

—Quiso venir a verte y me pidió venir, para que no pensaras que le agradas, pero yo no te dije nada —la rubia sonríe—. Astrid es protectora, leal y algo impulsiva.

—Y muy mal mentirosa —Aly asiente sonriendo. Saca el termómetro debajo de su brazo—. Vaya si tengo fiebre, pero con paracetamol, se me baja, no se hagan problema, deben estar cansadas.

—Sí, pero nos quedaremos ¿Te molesta eso? —la rubia niega y sigue tomando su sopa con la cuchara— Fue su idea venir —la observa—, iba a sugerirlo, pero ella lo dijo primero —exclama con una gran sonrisa.

—¿Ya no me odia?

—Odiar es una palabra fuerte ¿No crees? No creo que te haya odiado nunca a ti directamente, sino más bien a lo que representas —la rubia deja de comer para mirarla—, nuestro miedo de perder las tierras.

—Eso no va a pasar —sigue comiendo—, en estos dos meses he decidido que quiero que las conserven —Aly sonríe—, aún deben pagar lo de la deuda, pero esta vez haré lo que esté a mi alcance para ayudarlas. Solo que no le digas, sería raro si de repente es muy amable y gentil —la castaña asiente riendo.

Astrid vuelve,  se saca el calzado y se acuesta directamente al lado de la rubia metiéndose a la cama y dejándola otra vez en medio.

—¿Qué haces? —le cuestiona.

—Estás enferma.

—Sí, pero ¿qué haces acostada a mi lado?

—Estás enferma, su majestad. Cuidamos a los nuestros.

«¿Osea que me considera una de ellos?»

Leanne suspira y se acuesta a su lado, Aly sale del baño y también toma su lugar del otro lado de la cama.

—Astrid ¿te has sacado la ropa?

—Muy cansada Aly, déjame así.

—Astrid.

Solo eso basta par que ella se levante de la cama para vestirse en el baño y volver con una camiseta, un pantaloncito, descalza y con el cabello atado en una coleta alta. Se mete a la cama sin hacer decir nada, apenas toca la almohada cierra los ojos y voltea dándole la espalda a la mujer de en medio.

La verdad es que Leanne es con unas de las pocas personas con las que ambas se han sentido cómodas durmiendo y luego de pasar tres noches juntas, se sentía raro irse a dormir sin ella en medio.

A la mañana siguiente Astrid sale a comprar el desayuno mientras ellas duermen, Aly está abraza a la rubia por la cintura y descansa su nariz prácticamente respirando en su cuello. Al volver ve a Leanne en un jardín lateral e intenta acercarse a ella por atrás para asustarla cuándo se da cuenta que está escuchando una conversación privada de la charla telefónica.

—Sí, son las tierras que quiero —susurra la rubia—, por eso estoy haciendo todo esto, ellas confían en mí, estoy segura que me darán las tierras, solo ayúdame a obtenerlas, has una propuesta que no puedan rechazar. Sé que les dije que les iba a dar unos meses pero se me agota el tiempo. Son demasiadas hectáreas y tiene un buen acceso —frunce el ceño y se va enojada al escuchar eso llevándose casi por delante a otro huésped, lo que llama la atención de la rubia que corta rápidamente su llamada.

—¡Te digo que no! —al ir llegando a la habitación escucha la voz de Astrid enojada.

—Hola —entra y la ojos negros va a increparla, pero Aly le toma la mano y la frena.

—Nos vemos más tarde —le dice a Aly y ni siquiera ve la rubia.

—Creo que yo también debo irme, vinimos juntas después de todo —se frota la frente—. Quisiera hablar contigo luego, yo vendré, estás enferma y es mejor que descanses —le pasa por al lado y le toca el hombro.

—Aly ¿Pasó algo? Astrid... —pregunta sorprendida y curiosa Leanne.

—Espero de todo corazón que no. Después hablamos.

Dejémoslo a la suerte  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora