5 Una quebradura

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Al llegar a la casa de Astrid ambas la ayudan a bajar, la dejan sobre la cama y la castaña hace algo que sabe que la rubia se merece, agradecerle.

—Su majestad, gracias —le dice sinceramente—. Por llevarme, traerme, y ayudar en básicamente todo hoy, pero la próxima vez que un caballo se ponga así como loco busca cubrirte tú también —la rubia sonríe y ambas comparten una mirada cálida, a la cual Aly no se le escapa, pero extrañamente no siente celos.

—Lo tendré en cuenta, entonces me voy.

—Te acompaño —dice Alyssa—. Gracias —toma su mano, y luego la suelta «¿Por qué se sintió bien el contacto con ella?»—, por todo lo de hoy, pese a que no te agrada Astrid.

—No me agrada que crea que soy el enemigo —le dice  caminando a su lado hasta la puerta— y su manera hostil de ser conmigo, pero ella en si, no me desagrada.

—Me alivia saber eso. Pero As tenía razón en algo, no puedes volver a exponerte así, el caballo podría haberte hecho daño a ti también.

—Lo sé, no lo pensé muy bien, actúe por instinto, solo no quería que les pasara nada —suspira—. Supongo que la salida a conocer las tierras se cancela hoy —la castaña sonríe y asiente—. Avísame si necesitan algo, no importa la hora —mira su camioneta— ¿Necesitas que te venga a buscar mañana? No han quedado más vehículos aquí, y de paso veo como sigue ella, pero no le digas que es porque me importa —Alyssa se ríe, y eso la llena extrañamente de gozo a la rubia.

—Está bien, no le diré tu secreto. Te espero entonces —le toca el hombro, acariciándolo suavemente. La ve marchar y Alyssa vuelve adentro con As— ¿Te duele mucho? —le pregunta apoyada en el marco de la puerta.

—Sí, pero con unos besos tuyos se me pasan, es lo que me recetó el doctor mira —le escribió con lápiz, besos de Aly cada 20 minutos, lo que le saca una risa a la otra.

Alyssa se sube la cama y se arrima a ella para besarla y luego acostarse a su lado, acariciando su brazo.

—Lo que tengo que hacer para que te quedes a dormir —Aly ríe.

—Tus métodos son algo extremos, la próxima pídemelo amablemente y me quedaré —Astrid de ríe—. Ella nos cubrió a ambas, amor, no es el enemigo.

—Lo sé. Ahora conscientemente —finge toser.

—Tienes quebrada una pierna, no una pulmonía.

—Cierto, cierto. Ay, ay me duele, me duele tanto —Aly se ríe.

Tocan la puerta y son sus abuelos, ellos pasan a verla y pese a que su abuela quería quedarse, Astrid le dice que no y la convence, ya que quiere estar a solas con Aly, no como si fueran a hacer algo y más en su estado, es solo que hace tiempo no pasan tiempo a solas, con todo el trabajo que hay en las granjas, a veces apenas se ven en el transcurso del día, y la mayor parte de esos días, terminan tan agotadas que al tocar la cama caen rendidas.

—Me gusta esto de nosotras, así de juntas —dice Astrid acariciando la espalda de la castaña que descansa sobre su pecho—. Me encanta tenerte cerca.

—A mí también —suspira y se aferra más a ella subiendo una pierna sobre su pierna sana—. Estoy odiando nuestros terrenos juntos, a la final más espacio se transformó en más espacio entre nosotras también.

—En cuánto menos te lo esperes, vamos a terminar yendo a dormir y despertando en la misma cama —besa su frente—. Entre otras cosas que haremos en esa cama —Aly ríe y le pega en el brazo—, bueno pero no lo niegas.

—No, no lo niego —la besa.

De a poco se quedan dormidas y el despertador anuncia la llegada de un nuevo día. Astrid no logró dormir mucho, por el dolor y la incomodidad del yeso, por ende Aly tampoco ya que estuvo bastante pendiente de ella que se sentía muy incómoda.

—Quedate —le pide la de ojos negros.

—Sabes que no puedo —la castaña suspira—. Tu abuela vendrá a verte, seguro te hace de comer y yo vendré más tarde a dormir contigo ¿Está bien? Cambia esa cara, no seas caprichosa.

La besa y Astrid la toma, trayendola hacia ella, Alyssa se coloca encima de ella con ambas piernas a sus costados y los besos escalan, la de ojos negros le quieta la camiseta, baja a besos por su cuello y la pega más a ella tomándola de las caderas, ambas están algo agitadas. La puerta suena y una voz que ambas conocen se hace presente.

—Carajo, olvidé que vendría a buscarme.

—Dile que se vaya, que me siento mal.

—Si le digo eso, no se irá, de hecho querrá pasar a verte —como puede se quieta las manos de Astrid de encima.

—Creo que ahora en verdad la odio, estábamos en algo —Alyssa se ríe—, y encima te ríes, no es gracioso.

La besa y sale a abrirle a Leanne, escucha voces y pasos en la cocina y el comedor, las voces se acercan y aparece la rubia junto a la castaña parada en la puerta, tiene una extraña sensación de déjàvú.

—Hola ¿Cómo te sientes? —pregunta Leanne, haciéndola salir del trance que la había dejado el déjàvú.

—Bien, bueno no dormí nada anoche, esto me molesta —señala su pierna con el yeso— y tuve algo de dolor.

—Es normal, va a molestarte un tiempo —ambas se miran—, entonces si estás lista, Alyssa, nos podemos ir —mira la castaña a su lado y luego voltea a ver a Astrid—. Descansa y has reposo para que el hueso suelde bien.

Se marcha antes de que le responda algo que seguro comienza una discusión. Aly espera que salga y se acerca a besar a Astrid que dibuja una gran sonrisa al ver que va a pudo despedirse de ella con un beso, después de todo.

—Te veo en un rato, te amo.

—Te amo.

Pasar el día en cama no es para nada el fuerte de Astrid, una mujer que está acostumbrada a mantenerse ocupada desde que antes que salga el sol. Va al baño, y luego a la cocina para prepararse algo para desayunar.

—¡Qué haces levantada!

—Abue yo...

—Tú tienes que hacer reposo y eso harás —la obliga a volver a la cama, y para asegurarse de que no va a levantarse se lleva las muletas a la cocina.

—¿Me devuelves mis muletas?

—No, come callada y si las necesitas para ir al baño me llamas y vengo, le diré a Aly que las mantengamos bajo llave para que no te muevas.

—¿Sabes que tenerme quieta es como querer atrapar el mar?

—Lo sé y también sé, que a la única que le haces caso es a Aly, una mirada de ella y se te baja hasta el azúcar.

—Ay, apoco que eres bien chismosa y habladora. Alyssa no me tiene domada.

—¿Qué no te tengo qué, Shepard? —la castaña entra a la habitación y Astrid pierde hasta el color, su abuela se ríe—. Vine a traerle lo que me pidió para la comida, veo que estás muy bien, entonces me voy.

—Aly —intenta levantarse y su pierna le duele, haciendo que ella suelte un quejido, y la castaña se acerca rápidamente—. Está bien, olvidé que estaba quebrada, que molesto es estar sin hacer nada —su abuela las deja a solas—. Te he extrañado todo el día.

—Solo han sido 4 horas.

—Largas e insufribles, lejos de ti. Dame un besito —Aly mira hacia la puerta—, cierra con llave y vuelve —se acerca un poco mirándo sus labios y escuchan la voz de su abuela y pasos, entonces se separan rápidamente.

—Tengo que irme, nos vemos más tarde —besa su frente—. Por cierto ¿Te parece bien si le prestamos el tractor a los Jones?

—Sí, aunque se les está haciendo costumbre pedirnoslo y no arreglan el suyo. Le dije a Tristan que la vez pasada iba a ser la última vez, cuándo lo devolvieron lo hicieron sin combustible, y la batería casi descargada, así que Leo se los preste en las mismas condiciones —Aly asiente.

La ve irse y suspira, muere por los besos de su boca. Entonces recuerda a por algún motivó a Rose y en cuento la imágen de ella llega a su cabeza se la quita de encima y piensa a otra cosa.

Dejémoslo a la suerte  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora