3 Una mosca molesta

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La rubia cumple con su palabra y aparece por la granja de Alyssa ya que es con quién ha tenido más afinidad y no quiere seguir alimentando un conflicto innecesario entre ella y Astrid Shepard.

—Buenos días —dice Leanne bajando de la camioneta con un jean ajustado, botas altas, camisa verde militar y colocándose un sombrero marrón oscuro—. Alyssa que gusto verte de nuevo —la saluda con un apretón de mano y una sonrisa, que borra en cuento se dirige a la otra castaña de ojos negros—, Shepard.

—Hola majestad. Tenemos trabajo que hacer ¿No tienes miedo de dañarte tu perfecta manicura o sí?

—Para nada, Shepard —Aly le da un pellizco en el brazo y levanta una ceja en cuanto la rubia voltea.

—Entonces vamos, hoy toca limpiar y juntar los desperdicios de las vacas, has llegado justo a tiempo.

—Astrid no pondrás a Leanne a levantar mierda —le dice seria Alyssa.

—¿Por qué no? Ella quería ver como es el trabajo, esto es parte de lo que hacemos en la granja —mira a la rubia— ¿O acaso te parece demasiado asqueroso para hacerlo? Digo puedes cepillar a los caballos sino, o eso que parecen perros lanudos —señala las ovejas— que no ladran, porque aquí se llaman ovejas. Necesitan un baño antes de que las tenga que trasquilar ¿Qué quiere hacer su majestad?

—Haré lo que me pidan hacer, si hay que juntar la mierda, lo haré, solo ten cuidado cuando la levante, no vaya a ser que vayas en una palada —le sonríe a Astrid que entrecierra los ojos.

—Entonces empecemos con la labor, Manolo acompaña a Leanne para que se coloque las botas y la ropa para hacer el rastrillaje en el sector de las vacas, ya voy —dice Aly y toma a Astrid del brazo antes de que se marche—. Sosiégate o te prometo que voy a enojarme y te va a costar bastente más que se me pase.

Con la advertencia dada, Astrid se encamina al corral de las vacas toma la carretilla con las dos palas, mientras dos de los trabajadores sacan a los animales afuera.

—Juntemos todo en una esquina y ten cuidado que se pone muy resbaloso el suelo —le extiende una pala—. José trae otra carretilla y llama a Marcos para que nos ayude.

—Patrona, lo podemos hacer nosotros, no es necesario que dos señoritas estén —ambas lo miran mal y se calla—. Iré por Marcos.

Ambas parecen competir, en cuanto a llenar cada una su carretilla, al principio van bastente rápido y sacan dos carretillas de mierda cada una, se miran y se desafían de manera silenciosa. Luego de horas cada una saca un total de casi 10 carretillas repletas, los brazos les explotan a ambas, están sudadas, cansadas y agitadas, Alyssa llega con cuatro vasos y una jarra llena de limonada fresca, con menta y jengibre.

—¡Astrid! —le llama la atención— ¿Se puede saber que están haciendo?

—Un castillo de arena, pero con caca, Alyssa —le dice con sarcasmo—. Levantamos mierda ¿Qué más?

—Este trabajo lleva tres días con 8 personas, Astrid Shepard, y ustedes lo han terminado en 8 horas.

—¿Somos muy eficientes? —Aly se lleva una mano a la frente—. Leanne vete a casa a descansar, mañana estarás conmigo.

La rubia se toma dos vasos de limonada a fondo, sigue a uno de los empleados para cambiarse la ropa y en cuánto Astrid se acerca a tomar limonada ya no hay.

—Eres una bestia, Astrid, la idea es mostrarle que hacemos, no quitarle las ganas de seguir viniendo en el primer día. No es esa la idea.

—No es tu idea.

—Astrid —respira hondo—, el acuerdo que tengo con ella es de palabra, lo arruinas y ¡Te corto los ovarios, Shepard! —le grita y se va, sus empleados la miran mudos.

—La patrona enojada da miedo —comentan entre ellos.

—Terminen con lo que queda —dice Astrid y sale ofuscada.

No puede negar que al menos Leanne le ha seguido el ritmo bastante bien, no se ha quejado, no pidió un descanso y no dijo ni una sola vez que el olor era horrible, aunque es horrible y ni siquiera ellas lo hacen porque es una de las cosas más desagradables que hay que hacer en la granja y odiaban hacerlo, desde que tuvieron edad suficiente para ayudar y era parte de sus obligaciones, al menos una vez cada dos meses, ya de adultas delegaron esa tarea a sus empleados.

Camina a la entrada de la granja y la ve subirse a su camioneta, olvidó su camiseta verde y era demasiado tarde para devolvérsela, así que se la lleva para lavarla. Divisa a Aly, que la mira enojada y le da la espalda.

—Supongo que hoy, no habrá beso de despedida —se sube a su camioneta y se marcha con la camiseta de la rubia en el asiento de copiloto.

Llega a su casa, dónde vive sola ya que sus abuelos, viven en su propia casa en el mismo terreno, pero algo lejos. Se mete a bañar, mientras se desnuda camino al baño y mete su ropa al lavarropa junto a la camisa verde de ella, aún con el olor a mierda impregnado puede olerse el perfume caro de la rubia. Con dos dedos la mete a lavar y desnuda entra a su baño, está bajo el agua al momento de sentir un abrazo a su espalda.

—Dame el jabón, aún hueles a mierda —le dice Aly y le jabona la espalda hasta la cola—. Me pregunto que tipo de castigo darte —se acerca a ella bajando la mano de su vientre, hasta llegar a la intimidad entre sus piernas— ¿Cómo tengo que decirte y pedirte que te comportes Shepard? —masajea la zona y la castaña bajo su mano gime—. Si te niego acabar —intenta sacar su mano, pero la de ojos negros la detiene— ¿Harás caso? —mete dos dedos— Te hice una pregunta.

—Sí, solo sigue.

—Me has desobedecido dos veces, mi amor, dos.

—Lo lamento —dice en un gemido agarrándose de la pared, tomando la otra mano de Aly que está concentrada en uno de su pechos.

—Yo también —le dice y de repente se quita y sale de la ducha—. No más sexo, no me quedaré a dormir, ni te quedarás hasta que cooperes.

—Aly, no me dejes así —intenta acercarse a ella pero sale del baño—. Alyssa —la llama y sale desnuda hasta la habitación, la ve chuparse los dedos  y sonreír—. No hablas en serio.

—Es la única forma en la que haces caso, Shepard. Nos vemos mañana —le da un corto y casto beso—, estás deliciosa y es una lástima —suspira en su oído—, porque tu castigo nos afecta a las dos —se viste rápidamente y sale descalza bajando rápido las escaleras.

—¡Alyssa Parker! —pero ella no voltea, ni se devuelve, sino que se despide marchándose en su camioneta mientras se coloca los lentes de sol— ¿Y ahora qué? ¿Tú y yo nos arreglamos solas? —le habla a su vagina— Nos dejó calientes, esa mujer malvada, que agradezca que ambas la amamos, bueno las cuatro —mira sus pechos, las gemelas también la aman.

Dejémoslo a la suerte  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora