—¿Dónde está As? —pregunta Archer, el hermano de 15 años de Aly.
—Está castigada —dice su hermana mayor—, siéntate a comer, ya sirvo.
Ella vuelve con una enorme olla llena de spaghettis con salsa, todos comen juntos en la misma mesa, empleados y "patrones" más allá de su jerarquía son personas, de la puerta de la casa para adentro todos son iguales.
—¿Quieres que le lleve a...?
—Voy yo —dice su hermana y sale—, ustedes coman.
Astrid Shepard le tiene a muy pocas cosas en la vida, de hecho sus abuelos contaban que desde pequeña era una niña muy valiente, no lloró cuándo se quebró el brazo derecho, tampoco cuándo se cortó la pierna en una caída, no lloró cuándo se cayó de un árbol y se rompió uno de los dientes frontales, y era la niña que defendía a Rose Clearwater y Alyssa, en la escuela, ya que al vivir en las fincas, las discriminaban siempre.
Astrid Shepard un año se propuso como meta vencer todos sus miedos y lo logró, venció el miedo a las serpientes, aunque le siguen dando asco, o su miedo a los truenos y noches de tormenta entre algunas cosas. Pero hay miedos que jamás podrá quitarse de encima hasta que llegue el momento, el miedo de perder a su padre y lo perdió, un miedo menos, el miedo a perder a sus abuelos, que sabe que es un momento que llegará, el miedo a quedarse sola, el miedo que le da Alyssa Parker cuándo está enojada, y el miedo de perder a la misma mujer que es su "mejor amiga".
—Te traje el almuerzo —le dice dejando el tupper con un tenedor sobre la estantería.
—Aly, lo lamento —le responde dejando la montura que estaba limpiando—, por favor no te enojes.
—Pusiste en juego todo, Astrid ¿Crees que yo no estaba aterrada? ¿Qué tal vez logré dormir anoche? Eres impulsiva, emocional y reactiva, no te mides y eres incapaz de quedarte callada cuando tienes que hacerlo.
—¿Y así me amas? —su amiga suspira llevándose una mano a la frente, mientras la otra castaña se acerca y ella retrocede.
—Quedate ahí, que sigo enojada contigo —Astrid se ríe y da otro paso hasta lograr abrazarla—. También eres gentil, amable, protectora, inteligente y valiente —le devuelve el abrazo—. Pero sigo enojada contigo —se suelta.
—¿No te quedas a almorzar conmigo?
Alyssa la mira y suspira, sentándose en el banco de madera frente a frente, saca un tenedor de su bolsillo trasero y As sonríe. La mira y no le dice nada, sabía que Aly no la dejaría comer sola, la castaña castigada toma su mano y la besa, sin soltarse siguen comiendo, solo sueltan sus manos cuándo ven a los demás que entran a las caballerizas, al pasar las saludan con un gesto de sus sombreros asintiendo.
Alyssa y Astrid, sacaron todas las vallas que dividían sus terrenos, juntaron el ganado, comparten sus caballos y sus tierras, decidieron unirse y trabajar en conjunto, después de todo así quizás podrían salvar ambas granjas, dividen los gastos a la mitad, como también las ganancias.
—¿Te quedas a dormir hoy? —le pregunta Aly.
—No, de hecho me iré en un rato más, tengo que sacar cuentas y hacer los balances, te tendré lo de la mitad de los sueldos, quizás para esta semana.
—Nuestras casas quedan lejos.
—Lo sé, era la de Rose que quedaba más en medio de las tres propiedades y la vendió —dijo con rabia, las cosas entre ellas y Rose, no terminaron bien—. Mejor cambiemos de tema, no quiero seguir hablando de ella, esa traidora.
—As —le dice suplicante su amiga.
Astrid le devuelve la mirada y suspira, siempre ha caído con gran facilidad ante la mirada de Alyssa, ella es su punto débil, siempre lo ha sido. Aunque ahora es toda una mujer, sigue teniendo esa mirada amable que consigue que las personas se abran con ella, sigue sonriendo con facilidad, a diferencia de Astrid que es bastante gruñona, y sigue teniendo la misma cara de inocencia que cuando era una niña.
—¿En qué piensas? —le pregunta Aly empujándola con su brazo mientras caminan al interior de la casa.
—En lo mucho que has crecido de ser una niña insoportable, ya no eres una niña —se ríe.
—¿Dices que sigo siendo insoportable? —la otra asiente entre risas—. También has crecido bastante de la mocosa gruñona que eras, ya no eres una mocosa.
Astrid se ríe y comienza a hacer cosquillas, ambas entran corriendo a la casa y la madre de Aly, las reprende.
—Niñas, van a romper algo, quédense quitas.
—Nora, dile a tu hija que me deje en paz—dice Astrid escondiéndose detrás de ella a las risas—. Escuadrón alfa, maravilla, unicornio, necesito apoyo contra la villana.
Los hermanos de Aly de 9 y 10 años corren y toman a su hermana mayor por cada una de sus piernas inmovilizandola, su amiga sube corriendo hacía la habitación y cierra, solo entonces sus hermanos la sueltan entre risas. Alyssa abre la puerta y ve a Astrid acostada, cierra con llave y le larga un osito.
—Tramposa —le dice riendo—, y se saca la camisa para ponerse una camiseta que usa checar a las vacas y yeguas que están embarazadas.
—¿Agh vas a hacer el chequeo ahora? —le dice la castaña suspirando y se levanta.
—Sí, quiero ver como viene el potrillo de Chocolate, necesitamos que venga bien, para que luego podamos venderlo.
Astrid se acerca a ella por la espalda y la abraza besando su cuello, Alyssa sonríe y voltea el rostro para verla, pero las de ojos negros quiere más que un abrazo y un beso superficial. La toma y la lleva hasta la cama, mientras la besa, ambas caen, ella encima de la otra que la devora con hambre, se posiciona entre sus piernas.
—As, hay demasiada gente en la casa, y no tenemos tiempo.
—Pero yo quiero probarte, me estuve aguantando toda la mañana.
—Sí, lo sé, yo también —le sonríe enderazandose y la besa—, pero sigues castigada —Astrid sonríe y se deja caer sobre ella— ¿Esperabas que tu plan de hacerme olvidar a besos que estoy enojada contigo funcionara?
—Había una mínima probabilidad de que funcionara.
—Levantate que ya nos demoramos mucho —le hace puchero y se acomoda un poco más arriba— ¿Quién diría que la ruda Shepard, sería un gatito mimoso cuando estamos a solas? —la otra blanquea los ojos e intenta quitarse, pero Aly no la deja.
Entonces vuelven a unir sus bocas, en medio de sonrisas complices entre cada beso. Parecen dos adolescentes, como cuando Astrid venía a quedarse a dormir, aunque en aquel entonces eran tres con Rose.
—Te amo —le dice Aly cuando se separan.
—Tambien te amo, Parker —le da un beso corto—, y algún día —toma su mano—, te haré mi esposa. Salvaremos estás tierras y nos casaremos.
—¿Crees que van a aceptarlo?
—A la mierda con ellos —dice Astrid—, eres a quien amo, de quién llevo enamorada desde hace años, no me importa lo que alguien opine.
—¿Y si no logramos salvar las granjas? —le pregunta tomando su rostro entre sus manos.
—Igual nos casaremos —se acerca para volver a besarla, baja por su cuello, a la unión de sus pechos.
—¡Chicas! —toca la puerta la madre de Aly—, Don Segovia pregunta si Aly va a ir a ver a chocolate.
—¡Sí, mamá ya bajo! —sienten los pasos alejarse y mira a las de ojos negros—, no me refería a eso.
—Lo sé —se le quita de encima y le ayuda a levantarse—. No sé que haremos, pero algo se nos va a ocurrir, dejemos esa opción para cuando tenga que ser algo viable ¿Vamos? —se arregla la ropa y le arregla la ropa a Aly, intenta ir hacia la puerta pero un tirón en su brazo vuelve a unir sus labios—. La salvaje de la relación soy yo, cariño —Aly se muerde el labio inferior y niega sonriendo.
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Dejémoslo a la suerte
RomanceUna excéntrica mujer de negocios, dos vaqueras que intentan salvar su granja, una amistad con una, una rivalidad con la otra. A veces el amor está en quien menos te lo esperas, como en la mujer de negocios que llega a comprar sus tierras y Alyssa co...