27 Cínicos

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Leanne vuelve antes del viaje que hizo para acompañar a su hermana mayor a decirle a sus padres que en realidad ese año que se tomó sabático, tuvo una hija con un novio de aquella época que ahora es un consejal con familia del partido político contrario. Su padre se tomó peor que el padre de dicha joven sea de un partido político contrario y de color, que porque le hubiese ocultado que hace tanto años había tenido una hija.

La veterinaria algo exhausta llega al pueblo con una necesidad urgente de ver a sus mujeres, de hecho no quiso quedarse, aunque su hermana le ofreció lugar en su casa y su sobrina quería pasar tiempo con ella, en cambio las invitó a su casa en el pueblo. No habló con Charlotte sobre ellas, no era el momento, su hermana tenía su propio apocalipsis.

—Al fin llegas —la primera en tirarse al sillón junto a ella es Aly y sin decir más, la besa—, te extrañamos.

—Muchísimo —exclama Astrid y se le sube encima, sin darle tiempo a nada la besa.

—Estás en mi espacio personal —le sonríe y le acaricia la mejilla.

—Nuestro espacio personal.

—También las extrañé —mira a Aly y le deja un pequeño beso.

—¿Cómo te fue? —le pregunta la de ojos negros, y hace el ademán de colocarse a un costado, pero Lea no la deja— Te gusta la invasión del espacio personal al parecer —Leanne ríe.

—Es culpa de ambas —las señala— aunque solo fueron cinco días, solo quería llegar a casa y estar con ustedes —ambas la abrazan y llenan de besos, ella se deja—. La situación familiar no fue la más agradable pero ya sabíamos con Charly que no sería fácil. Nunca es fácil con los Everlake —se encoje de hombros— ¿Ustedes cómo han estado? —Astrid se acomoda sobre sus piernas y se hunde en su cuello colocando sus piernas sobre Aly que las acaricia.

—Bueno alguien esparció básicamente la verdad sobre nosotras —se señala a ella misma y a Astrid—, más chismes y algunos proveedores y comercios en el pueblo, trabajarán con nosotras hasta fin de mes. Así que tendremos que buscar a dónde vender nuestras verduras, huevos, caballos etc. Cambiando de tema —intenta parecer despreocupada, pero Leanne con mirarlas nota que no están tan despreocupadas—, iremos a cenar con todos a "El rancho de Don Pelufo", ya tenemos una reserva y te invitaremos la cena, ellos pagan lo que tomen y de paso pueden ponerse ebrios si quieren.

—Sin vomitar nuestras tierras —agrega Astrid con desagrado lo que les causa gracia a las otras dos que la besan—. Quedamos a confirmar la reserva para cuándo vinieras ¿Cuando quieres que hagamos la cena?

—¿De verdad esperaban que yo llegara para ir a cenar con todos?

—Claro, eres parte nuestra y somos una sociedad —la besa en el cuello acomodándose mejor—. Hueles bien, siempre hueles bien, como Aly.

—Amor —le llama la atención Aly que se ríe.

—Agh, ustedes me distraen. Entonces ¿Te parece bien el sábado? —Leanne con una sonrisa asiente.

Dejan que ella se de una ducha y aunque Astrid se ofrece amablemente a jabonarle la espalda, ella declina la ayuda.

—Miedosa —le dice cruzándose de brazos.

—Sigue así y le diré a Aly.

Cada vez es más difícil permanecer lejos las unas de las otras, las dos vaqueras van a la casa de Leanne y almuerzan con ella cada día, pese a que Nora les ha ofrecido a ella que venga o mandarle comida, a veces aceptan la comida, pero casi no va, ya que la casa de Astrid o Lea, les da la privacidad suficiente para ser ellas tres sin público y sin dar explicaciones, dado que Leanne se está acostumbrado a ellas dos que de a poco la hacen sentir cómoda con la tríada, no quieren público.

Dejémoslo a la suerte  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora