15 No es mala

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Aly despierta en la mañana, en la cama de Astrid y sabe que es su cama porque huele a ella y porque ya ha estado muchas veces antes en esta habitación, voltea y la busca pero no está. Se levanta y camina hasta la cocina, donde la ve parada con una taza de café pérdida mirando por la ventana, se aclara la garganta al no ser notada pero la castaña no la mira.

—Será mejor que te des una ducha, después de todo caíste ebria aquí anoche y no querrás que tu madre te huela así al llegar a tu casa.

—Astrid —dice con la voz trémula—, yo solo quería...

—Está bien Alyssa, sé que solo querías hablar. Dime una cosa —voltea a verla finalemente— ¿Hay algo que quieras decirme?

—Estoy ayudando a Leanne con algo —rodea con sus brazos su cuerpo—, pero aún no puedo decirte sobre qué.

—Bien, ya sabes dónde está todo en esta casa, desayuna lo que quieras, te veo en tu casa.

—¿No vas a esperarme?

—No.

Toma sus llaves y cierra de un portazo, escucha su camioneta arrancar y a ella marcharse por el camino de tierra, se sienta en la sala de esa casa, pensando si hace lo correcto al ocultarle esto a Astrid, pero sabe que ella quizás se opondría, a veces es demasiado orgullosa. Aunque desde su discusión ella no solo ha levanta un muro infranqueable entre ellas, sino también con Leanne, siente que tal vez volvieron al casillero de inicio.

Llega a la granja y ve a todos comenzando a trabajar, esperándola para recibir las directivas, ya que Astrid no les ha dado órdenes de nada y a cada pregunta respondía lo mismo "veanlo con Alyssa" "no sé, que te diga Alyssa" "al parecer ella tiene todo resuelto, que lo vea ella cuando llegue". Anoche buscó destensar una cuerda que en realidad solo quedó más tirante.

—Astrid, nadie ha hecho nada hasta que yo no he llegado ¿Por qué no les has dado directivas?

—La última vez parecía que tenías todo resuelto —se seca la transpiración de la frente—. Hace unos días que no vengo y no estoy al día, preferí no estorbar —Aly se coloca delante de ella— ¿Me das permiso?

—No podemos seguir así.

—En eso estamos de acuerdo —deja el fardo de pasto y se sienta encima—, estoy cansada Alyssa, no hablo de un cansancio físico, es un desgaste mental y también emocional, estoy saturada y a veces me siento colapsada —deja la botella de agua a su lado y la otra toma asiento.

—¿Qué necesitas que haga? —toma su mano y acaricia el dorso, Astrid no la aparta o saca la mano.

—No lo sé, Aly, por primera vez, no lo sé —deja caer sus hombros y remueve con sus botas la paja del suelo bajo sus pies— ¿Puedo confiar en ti? —Alyssa se tensa— ¿Puedo confiar en que no me harás lo mismo que Rose?

—Astrid no te haré lo mismo que Rose.

—Juramelo —voltea a verla y Aly incrédula, como si su palabra no bastara, se lo jura—. Odio estar así contigo, sentirme así con lo mucho que te amo, Alyssa —la mira volteando la cabeza de costado.

—Tengo que decirte algo.

—Yo también, pero tú primero.

—Patrona, jefa —aparece Molly agitada—, Pandora parece que va a dar a luz.

—Es imposible aún le quedan dos meses —dicen ambas y corren a verla.

Efectivamente Pandora está por dar a luz, piden que llamen al veterinario urgente, pero quién menos se lo esperan interviene, se coloca un guante y mete la mano en la yegua. Da las directivas de lo que necesita, toma una jeringa y la inyecta.

Dejémoslo a la suerte  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora