10 Semental

173 25 4
                                    

Emprenden el camino en la búsqueda del semental, Astrid se ha recuperado bastente rápido aunque sigue con cuidado, más por la insistencia de Aly que por ella misma. Una vez encima de los caballos, la rienda de Leanne la lleva Aly adelante y Astrid va atrás, ella va en medio de ambas que la cuidan. El camino les lleva unas horas, al llegar al río primero cruza uno de los muchachos, Aly mira a Leanne y le asiente a Astrid que se sube en el mismo caballo detrás de ella.

—Vamos a cruzar, yo llevaré la riendas —pasa ambos brazos por debajo de ella a sus costados—. No va a pasarte nada, estamos nosotras contigo ¿Está bien?

Ella asiente, se siente más nerviosa por el cuerpo de la castaña a su espalda que por cruzar el río, sabe como nadar si se cae al agua, pero se le hace difícil manejar la reacción de su cuerpo con el de Astrid cerca, y más sintiendo sus pechos en su espalda, su respiración cerca de cuello, las piernas a sus costados y los brazos fuertes rodeando su cintura, más el calor que desprende el cuerpo de la castaña cerca del suyo.

—Trata de relajarte —coloca una mano en su estómago y ella se tensa más—, así el caballo puede maniobrar mejor y no se siente como si cargara un bloque de cemento, relaja las caderas —coloca una mano en su cintura mientras lleva las riendas con la otra—, respire, su majestad.

La rubia se ríe y se relaja respirando de a poco, despacio, el caballo cruza el río, se mojan las piernas y salen del otro.

—Lo hizo bien, su majestad —le dice al oído—, ya puedes ser la reina de los campesinos.

—¿Me reconoces cómo tu reina?

—Segunda reina, la primera es Aly ¿Entiendes, verdad?

—¿Cómo te deja eso a ti? —le pregunta  mientras se baja.

—Claramente soy una damallera, al servicio de las reinas —hace una reverencia, a lo que Aly y Lea se ríen.

Astrid se vuelve a subir a su caballo y siguen el camino, no pasa mucho tiempo que ven una manada de caballos corriendo. Quedan entre ellos de acuerdo en cómo hacer para atrapar a por lo menos dos o tres sementales, se dividen ya que Mateo y Leo los habían marcado antes con armas de pintura a los machos.

—Quédense a una distancia prudencial.

Los jinetes se dividen marchando sus objetivos, les llevan varios intentos enlazar solo a un caballo, deciden tomarse un descanso pero el animal salvaje no es dócil, relincha y patea queriendo soltarse, posee una fuerza bruta excepcional.

—¿Seguirán intentando? —pregunta Leanne en cuanto llegan.

—Vamos a descansar un poco —dice agitada—, los caballos y nosotros estamos agotados, pero en la próxima usaremos los suyos —le dice y se acuesta en el suelo agotada. Aly le pasa una botella de agua.

Luego de un momento de descansar y comer algo, los tres toman de nuevo carrera, si al menos lograran atrapar a un semental más, podrían asegurarse varios potrillos y lo logran, atrapan a un semental de color negro más el de color café claro que tenían, se apuran cuándo las primeras nubes comienzan a aparecer.

—Tenemos que cruzar —dice Aly y todos vuelven a sus caballos, llegando a al orilla del río con la llovizna cayendo sobre ellos—. Mateo y Leo, llevense a los sementales primero, la prioridad es que pasen ustedes, si nos separamos llegaremos en unos días, caminando río abajo o cuando pase la tormenta ¿Fui clara?

—Sí, patrona.

—No se les ocurra pegar la vuelta, apenas pueda nos pondremos en contacto con ustedes.

Los dos se meten al río llevando a un caballo cada uno, Aly es la próxima en meterse cuando el río comienza a venir con agua turbia y la corriente un poco más fuerte, les hacen señas a los hombres que sigan.

Dejémoslo a la suerte  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora