Leanne vuelve otra a vez a su casa, les avisa que llegó y se acuesta. Está agotada, sus peleas con Charlotte siempre la han drenado, su hermana mayor se siente como un vampiro energético. Escucha la puerta principal abrirse y sabe que son ellas, escuchó la camioneta de Astrid llegar. Sonríe, está feliz de volver a verlas.
Toc, toc.
—¿Se puede? —dice Aly.
—Depende —la mira levantando un poco la cabeza— ¿Vienen para quedarse?
—Si nos dejas —exclama Astrid.
—Sí.
Astrid toma carrera y se tira a su lado abrazándola.
—Te extrañamos, su majestad —Leanna sonríe y la abraza con el brazo que quedó bajo de ella.
—¿Vienes? —le pregunta a Aly— ¿O no me has extrañado?
Alyssa sonríe y se acerca despacio acostándose a su lado, besa su mejilla y hunde su rostro en su cuello abrazando su cintura mientras da caricias como también las recibe.
—No tienen que preocuparse por los intereses, ya no estarán en el sistema —ambas la miran—. Digamos que tuve un intercambio de ideas con mi hermana mayor.
—Pero...
—¿Pero qué? —acaricia la mejilla de ambas. Que la observan embobadas— No voy a permitir que nadie les haga daño, ya han pasado por mucho, trabajan incansablemente cada día —suspira—. Te dije que no iba a permitir que les quiten sus tierras —les dice viendo a Aly— y aunque tenga que ir en contra de mi propia familia, lo haré.
—¿Por qué, su majestad?
—Porque las quiero —les dice con una gran sonrisa— y en estos últimos meses —toma un mechón del cabello de ambas entre sus dedos—, me han mostrado que aún queda buena gente y que aquí puedo tener un hogar —sonríe y ellas devuelven el gesto.
—Tambien te queremos —se acuestan a su lado y entrelazan una de sus manos con las de ella.
—Aunque seas una niña rica —expresa Astrid, lo que las hace reír—, nos has demostrado que te sabes sacar los guantes y hacer trabajo duro cuándo es necesario, si hasta tienes cayos en las manos —le acaricia la palma, para luego dejar un beso en su mejilla.
Se cambian la ropa por una más cómoda, mientras Leanne tomaba un baño, para luego tomar lugar a su lado en la cama. No tarda mucho en quedarse dormida bajo los cuidados y caricias de ambas. Al despertar ambas entran con dos bandejas llenas de cosas. Leanne siente que podría acostumbrarse a esta rutina, pero tiene el claro que ella no forma parte de "ellas".
—Haremos una reunión este fin de semana en mi casa —dice Aly—, quiero que nuestras familias, sepan formalmente sobre nosotras y nos gustaría que estuvieras —ambas la miran.
—Claro, pero no soy...
—Sí, lo eres, para nosotras eres parte. Claro que si tu quieres —responde la de ojos negros.
—Sí, si quiero.
El fin de semana llega y el trabajo agotador finalmente acaba, aunque nunca se termina, pues cuidar a los animales, y cultivos es un trabajo de 24 horas, siete días a la semana.
La ex rubia Leanne, que decidió dejarse su color natural de cabello castaño oscuro, está alistandose para salir a la casa se Astrid cuando alguien toca la puerta, extrañada abre y se encuentra a quién menos esperaba.
—¿Qué haces aquí, Charly?
—Vine a verte y a pedirte ayuda —su rostro evidencia la falta de horas de sueño y la idea rumeante en su cabeza que la ha acosado día y noche, desde que Leanne se fue— ¿Puedo pasar?
ESTÁS LEYENDO
Dejémoslo a la suerte
Roman d'amourUna excéntrica mujer de negocios, dos vaqueras que intentan salvar su granja, una amistad con una, una rivalidad con la otra. A veces el amor está en quien menos te lo esperas, como en la mujer de negocios que llega a comprar sus tierras y Alyssa co...