23 Aléjate de ellas

148 23 9
                                    

No llegaron tranquilas a la granja, de hecho ambas estuvieron muy dispersas ese día y todos los demás días que le siguieron, solo había cambiado algo, de lo cual ambas son conscientes, y es que el costo en cualquiera de lo casos es alto, conservar las tierras a cambio de perder a Lea, conservar a Lea a cambio de perder las tierras.

—Menos mal que siempre llevo un kit de sutura desde lo de Archer. Son propensos a lastimarse —dice la rubia mientras espera que la anestesia le surta efecto a Astrid en la palma de la mano.

—Extrañaba verte —le dice la castaña con una sonrisa mientras Lea sostiene su mano.

—Podrías haber llamado o me hubieras mandado un mensaje, hacerte un tajo es un poco extremo para que venga, Shepard.

—Lea —ella levanta la mirada extrañada, Astrid nunca la llama o llamado así—. Es solo —pero antes se decir algo muerde su labio inferior— ¿Va a tardar mucho, su majestad? Tengo que volver a trabajar —intenta sonar de nuevo a ella misma.

Ahí estaba de nuevo la Astrid sarcástica, gruñona y apurada por terminar el trabajo, aunque Leanne nota que algo ha cambiado en ellas desde hace días. Supuso que con la deuda saldada iban a festejarlo, pero nada de eso sucedió, incluso había planeado una cena en lo de Aly para festejar con todos, incluso con los empleados que tanto han trabajado a la par de ellas para saldar la deuda.

«Ellas están raras, hace días que están distantes y raras. Tengo que hablar con ellas».

Pero aunque se lo propuso, no pudo nunca hablar con alguna, menos con las dos, la propuesta de fin de semana por parte de Astrid quedó en la nada, al igual que los desayunos y las pijamadas, dejaron de verse seguido, e incluso parecían evitarla dentro de la granja.

—¿Crees que si me le confieso a As sea una buena idea? —pregunta Molly, haciéndola salir de sus pensamientos— Creo que al fin logramos llevarnos un poco mejor éstos últimos días.

—En realidad creo que sale con alguien, no te recomiendo que hagas una confesión ¿La has visto estos últimos días? —la pelinegra asiente decepcionada.

—Sí, me tuvo de ayudante para casi todo —«eso explica porque casi no la he visto».

Leanne asiente, deja la canasta llena de huevos en la cocina, al salir decide que mejor enfrenta a ambas ahora, le pide el teléfono a Norma para mandar un mensaje que luego borra, y escucha como ambas llegan corriendo y abren la puerta del estudio para entrar asustadas y blancas, en cuánto entran les cierra la puerta con llave.

—¿Qué te pasó? —dice Astrid preocupada tomando sus manos— ¿Estás bien? ¿Dónde te cortaste? —pero Aly es más rápida en atar los cabos.

—No estás lastimada, tú nos mandaste el mensaje desde el teléfono de mi madre —la rubia asiente y Astrid se relaja.

—¡Qué te pasa! Nos asustaste.

—Al menos sé que les importo aún —ellas fruncen el ceño—. Llevan días evitandome ¿Se puede saber qué les pasa? Y no me digan nada, porque algo les pasa, me evitan, ni siquiera quisieron celebrar haber pagado la deuda por la que tanto han estado trabajando, los desayunos, la juntada del fin de semana ¿Acaso no quieren que venga? ¿Como ya pagaron, no quieren verme más?

—No es eso Lea —Aly toma sus manos y las besa—, es solo que tuvimos un inconveniente y tenemos que tomar una decisión, pero... —mira a Astrid que asiente, ocultarle esto a Leanne la está matando— siempre salimos perdiendo, elijamos lo que elijamos.

—¿De qué hablan?

—Antes dame tu teléfono —le pide Aly— ¿Confías en mí? —ella asiente y se lo da— Hace unos días fuimos citadas —la observan ambas directamente a los ojos— y se nos dió un ultimátum, tenemos que tomar una desición, que por primera vez en años nos ha llevado a considerar deshacernos de un par de hectáreas de tierra.

Dejémoslo a la suerte  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora