La mañana siguiente llegó como un espectro sombrío en la casa de los Fritz. El sol se filtraba por las ventanas, pero no había nada de la habitual calidez que caracterizaba las mañanas en familia. El sonido de los cubiertos chocando suavemente contra los platos era lo único que rompía el silencio tenso que se había instalado en la cocina.
Taylor estaba sentado en su lugar habitual, pero su expresión era dura, sus ojos fijos en su plato como si estuviera librando una batalla interna. Sus padres, Henry y Lisa Fritz, notaron la atmósfera cargada, pero no entendían el motivo del extraño comportamiento de sus hijos. Lisa fue la primera en romper el incómodo silencio.
“¿Está todo bien?” preguntó, su voz llena de preocupación mientras miraba a Taylor y luego a su esposo, buscando respuestas.
Taylor no levantó la vista, continuando con su desayuno como si no hubiera escuchado la pregunta. Henry, por su parte, observó a su hijo mayor con el ceño fruncido, pero tampoco dijo nada. La tensión era palpable, un peso que ninguno de ellos sabía cómo manejar.
“¿Dónde está Maddison?” insistió Lisa, notando que su hija menor no estaba presente. “¿Por qué no ha bajado a desayunar?”
Nadie respondió. Taylor se levantó bruscamente de la mesa, llevando su plato al fregadero con un golpe seco que resonó en la habitación. Sin decir una palabra, salió de la cocina, dejando a sus padres en un desconcierto silencioso.
“¿Qué está pasando, Henry?” preguntó Lisa, mirando a su esposo con preocupación. Pero Henry simplemente negó con la cabeza, también sin respuestas.
Maddison no salió de su habitación en todo el día. Se quedó tumbada en su cama, con la mirada fija en el techo, reviviendo la confrontación de la noche anterior una y otra vez en su mente. Sabía que Taylor estaba herido y furioso, pero no sabía cómo arreglarlo, o si siquiera podría.
El día pasó lentamente, cada minuto parecía estirarse hasta el punto de ruptura. Cuando el sol comenzó a ponerse, Maddison escuchó ruidos provenientes de la planta baja. Las risas y voces familiares de los amigos de Taylor llenaban la casa, un contraste inquietante con la atmósfera de la mañana.
Decidió no bajar. No quería enfrentarse a la mirada gélida de su hermano ni a las preguntas incómodas de sus amigos. Pero la curiosidad, mezclada con la necesidad de saber lo que estaba pasando, la llevó a salir de su habitación y observar la escena desde la planta de arriba, escondida en la oscuridad del pasillo.
Desde su posición, Maddison podía ver el salón claramente. Todos los amigos de Taylor estaban allí, sentados en los sofás, riendo y charlando animadamente. Pero Taylor no compartía su alegría. Estaba de pie, con los brazos cruzados, observando la escena con una expresión severa, como si estuviera esperando el momento adecuado para hacer su movimiento.
Y entonces, Ben llegó.
Maddison sintió su corazón acelerarse cuando lo vio entrar por la puerta. Ben saludó a los demás con una sonrisa, pero esa sonrisa se desvaneció rápidamente cuando notó la mirada seria de Taylor. No había rastro del chico relajado y seguro de sí mismo que Maddison había visto la noche anterior. Ben parecía desconcertado, como si intuyera que algo estaba terriblemente mal.
El silencio cayó de repente sobre la habitación cuando Taylor finalmente habló, su voz cortando el aire como un cuchillo.
“Así que mi hermana y Shelton,” dijo, con una calma peligrosa en su tono, que hizo que todos dejaran de hablar al instante. Ben se tensó, sus ojos se encontraron con los de Taylor, y la tensión en la habitación se volvió insoportable.
Maddison contuvo la respiración, temiendo lo que pudiera suceder a continuación. Los demás amigos de Taylor intercambiaron miradas nerviosas, sin saber qué hacer o decir. William, que normalmente siempre tenía una broma lista, permaneció en silencio, con la vista baja.
“Taylor, no es lo que piensas,” empezó Ben, tratando de mantener la compostura. Pero Taylor lo interrumpió bruscamente.
“¿No es lo que pienso?” repitió, dando un paso hacia Ben. “Entonces, dime, Ben. ¿Qué es exactamente? Porque desde donde yo estoy, parece que me has estado apuñalando por la espalda.”
Ben se enderezó, intentando razonar con Taylor. “Nunca quise hacerte daño, Taylor. Maddison y yo… no planeamos que esto sucediera. Simplemente pasó.”
“Simplemente pasó,” repitió Taylor, su voz llena de sarcasmo y amargura. “¿Así de simple es para ti? ¿Solo pasó? ¿Qué tal si yo ‘simplemente’ te golpeo en la cara ahora mismo?”
El aire en la sala se volvió más denso. Ben se mantuvo firme, pero Maddison pudo ver la lucha interna en sus ojos. Sabía que Ben no quería pelear, pero también sabía que Taylor estaba llevándolo al límite.
“Taylor, escúchame…” comenzó Ben, pero antes de que pudiera terminar, Taylor lo empujó, con suficiente fuerza como para que Ben retrocediera unos pasos.
“¡No, Ben! Tú escúchame,” gritó Taylor, ahora completamente fuera de control. “¡Eres mi mejor amigo! ¡O al menos lo eras! ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste hacerle esto a ella?”
Los demás en la sala intentaron intervenir, pero nadie se atrevió a acercarse demasiado. La situación se estaba saliendo de control, y Maddison sintió una ola de pánico apoderarse de ella.
Ben levantó las manos en un gesto pacificador, pero Taylor no estaba dispuesto a calmarse. Antes de que nadie pudiera detenerlo, lanzó un golpe directo a la cara de Ben. El impacto fue fuerte, haciendo que Ben tambaleara hacia atrás.
Maddison ahogó un grito, llevándose una mano a la boca para evitar que se oyera. Las lágrimas brotaron de sus ojos al ver la violencia desatada frente a ella. Ben, sin embargo, no devolvió el golpe. Se enderezó, con la mejilla enrojecida, y miró a Taylor con una mezcla de dolor y determinación.
“Esto no va a arreglar nada, Taylor,” dijo Ben, su voz firme a pesar del dolor evidente.
Taylor respiraba con dificultad, sus puños aún apretados, pero la furia en sus ojos comenzaba a mezclarse con otra emoción: la tristeza. “No lo entiendes, Ben. No es solo sobre ti y Maddison. Es sobre lo que todo esto significa. Has cruzado una línea que no puedes deshacer.”
“Sé que estás enojado,” continuó Ben, intentando llegar a su amigo. “Pero tienes que creerme cuando te digo que lo que siento por Maddison es real. No planeaba traicionarte, pero tampoco puedo ignorar lo que siento.”
Taylor se quedó en silencio, mirándolo fijamente, como si intentara encontrar la verdad en sus palabras. Los demás en la sala permanecieron inmóviles, sin saber qué hacer o decir.
Finalmente, Taylor dio un paso atrás, soltando un suspiro tembloroso. “No puedo hacer esto ahora,” murmuró, girando sobre sus talones y dirigiéndose a la puerta. “Necesito estar solo.”
Y con esas palabras, Taylor salió de la casa, dejando a Ben y a los demás en un silencio abrumador. Maddison se quedó en el pasillo de arriba, sintiendo que su corazón se rompía en mil pedazos. Sabía que nada volvería a ser como antes.
Cuando Ben miró hacia arriba, como si hubiera sentido la presencia de Maddison, sus ojos se encontraron por un breve momento. Maddison vio el dolor y la confusión en los ojos de Ben, y en ese instante, supo que ambos estaban en una encrucijada. Nada de lo que hicieran o dijeran podría deshacer lo que ya había sucedido.
La noche se hizo más oscura, y la casa que una vez fue un refugio seguro ahora se sentía como un campo de batalla.
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Líneas Cruzadas
RomanceBen shelton y Maddison fritz,la hermana pequeña de Taylor fritz,se conocen en persona y eso cambia todo en su amistad.