cap. 8: El momento

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El silencio en la casa era tan denso que parecía llenar cada rincón. Era la primera vez en días que Maddison no se sentía vigilada, que no tenía que preocuparse por las miradas de reojo o las preguntas incómodas. Taylor había salido temprano, dejando a Ben y a Maddison solos, algo que no había sucedido desde que todo se había descontrolado.

Maddison se encontraba en la cocina, distraída, revolviendo una taza de té sin prestar mucha atención. Su mente iba a mil por hora, repasando las peleas, los malentendidos, las emociones que había sentido durante los últimos días. Estaba cansada, emocionalmente agotada, pero no se permitía mostrarlo. Sabía que Ben estaba en algún lugar de la casa, y la mera idea de que podría aparecer en cualquier momento hacía que su corazón latiera más rápido.

Y entonces, lo sintió antes de verlo. La presencia de Ben siempre tenía una manera de llenar el espacio. Cuando entró en la cocina, Maddison levantó la vista, y ahí estaba él, con esa mezcla de confianza y vulnerabilidad que siempre la desarmaba.

“¿Cómo estás?” preguntó Ben, con esa voz suave que parecía hecha para calmar tormentas.

“Podría estar mejor,” respondió Maddison, tratando de sonreír, pero fallando en el intento.

Ben se acercó, sin dejar de mirarla, como si estuviera buscando algo en su expresión. Y cuando estuvo lo suficientemente cerca, Maddison sintió la tensión entre ellos aumentar, esa chispa que siempre parecía encenderse cuando estaban solos.

“Taylor no está,” dijo Ben en un tono que era casi una pregunta, pero también una afirmación. Sabía que estaban solos, y lo que eso significaba.

“Lo sé,” respondió ella, su voz apenas un susurro. No se apartó cuando Ben acortó aún más la distancia, hasta que estuvieron lo suficientemente cerca como para que el aire entre ellos casi chisporroteara con la electricidad de lo no dicho.

Maddison se apoyó en la encimera, su respiración acelerándose mientras Ben se inclinaba hacia ella, sus ojos fijos en los suyos. En ese momento, no había dudas, no había preocupaciones por Taylor o por lo que los demás podrían pensar. Sólo estaban ellos dos, y la intensa necesidad de conectarse de una manera que las palabras nunca podrían expresar.

“¿Estás segura?” preguntó Ben, sus manos deslizando lentamente hacia la cadera de Maddison, su tacto firme pero cuidadoso.

Maddison asintió, ya incapaz de formular una respuesta coherente. La intensidad de su mirada, la cercanía de sus cuerpos, la forma en que él la sostenía… todo ello creaba una combinación que era imposible de resistir.

“Entonces… puedo hacer esto,” murmuró Ben antes de inclinarse y capturar sus labios en un beso que fue a la vez suave e impetuoso, como si cada emoción que había estado reprimiendo finalmente hubiera encontrado su salida.

Maddison respondió de inmediato, envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Ben, tirando de él hacia ella mientras el beso se profundizaba. No había vacilación, no había más dudas. Se entregó al momento, a la sensación de los labios de Ben contra los suyos, a las manos de él aferrándose a su cadera, acercándola más.

La encimera se sentía fría contra su espalda, en contraste con el calor que irradiaba de Ben, y la sensación era embriagadora. Ben la levantó ligeramente, colocándola sobre la encimera sin romper el beso, y Maddison dejó escapar un suave suspiro contra sus labios.

“Ben…” murmuró ella, aunque ni siquiera estaba segura de lo que quería decir. Todo lo que sabía es que quería más, que necesitaba más.

Ben respondió a su llamado sin palabras, sus manos deslizándose por debajo de su camiseta, tocando su piel desnuda, y cada caricia era como un fuego lento que se extendía por todo su cuerpo. Maddison arqueó la espalda, presionándose contra él, perdiéndose en la sensación.

El beso se intensificó, volviéndose más urgente, más necesitado. Maddison sintió que el mundo desaparecía a su alrededor, dejándola solo con el latido frenético de su corazón y el deseo que la consumía. Las manos de Ben se movieron con destreza, afianzando su agarre en sus caderas, levantándola ligeramente para acercarla más.

“Te necesito, Maddison,” susurró Ben contra sus labios, su voz ronca de deseo.

“Yo también, Ben,” respondió ella, casi jadeando, sus manos enredadas en el cabello de él, tirando de él hacia un beso aún más profundo, más desesperado.

Y en ese momento, mientras los dos se perdían el uno en el otro, el mundo exterior dejó de existir. No importaba lo que pensaran los demás, no importaba el caos que les esperara más tarde. En ese momento, sólo eran Ben y Maddison, dos personas atrapadas en una tormenta de emociones, aferrándose a lo único que tenía sentido: estar juntos.

Líneas CruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora