cap. 20: Un beso de buenas suerte

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El sol de media mañana brillaba con fuerza, bañando la ciudad con su luz dorada mientras Ben y Madison recorrían las calles en el coche. Ben estaba al volante, concentrado en el tráfico mientras Madison lo observaba de reojo, una sonrisa juguetona curvándose en sus labios.

El silencio entre ellos no era incómodo; de hecho, estaba cargado de una electricidad sutil, el tipo de tensión que sólo existía cuando dos personas compartían algo más que palabras. Ben, con una mano en el volante y la otra descansando en la palanca de cambios, estaba inmerso en sus pensamientos sobre el próximo entrenamiento en la cancha. Sin embargo, no podía evitar que su mente divagara hacia Madison, que estaba sentada a su lado, irradiando una tranquilidad que contrastaba con el nerviosismo que empezaba a sentir por el día que tenía por delante.

Finalmente, llegaron al hotel donde Madison se bajaría antes de que él se dirigiera al entrenamiento. Ben estacionó el coche y suspiró, listo para despedirse, pero antes de que pudiera decir una palabra, Madison se inclinó hacia él y giró su rostro suavemente hacia ella.

Sin previo aviso, le plantó un beso largo y profundo que lo tomó por sorpresa. Ben sintió cómo su mente se quedaba en blanco por un momento, perdido en la sensación de los labios de Madison contra los suyos. Cuando finalmente se separaron, Ben la miró con los ojos todavía un poco desenfocados, su corazón latiendo con fuerza.

"¿Y ese beso?" preguntó, con una sonrisa de asombro y una pizca de nerviosismo en su voz.

Madison le devolvió la sonrisa, sus ojos brillando con picardía. "Es para que te dé suerte en el entrenamiento," respondió, su tono casual, pero sus palabras cargadas de intención.

Ben dejó escapar una risa suave, negando con la cabeza. "Pues yo creo que no ha sido suficiente," dijo, inclinándose hacia ella para continuar lo que había comenzado.

Esta vez, el beso fue más intenso, más apasionado, como si ambos quisieran aferrarse a ese momento por un poco más de tiempo. Los minutos pasaron sin que se dieran cuenta, el mundo exterior se desvaneció mientras se perdían en su pequeño universo privado.

Finalmente, Madison se separó de él, aunque a regañadientes, y miró de reojo el reloj en el tablero del coche. "Vas a llegar tarde," dijo, su voz entrecortada por la emoción, pero también por la risa que no pudo contener.

Ben parpadeó, aún un poco atontado, y rápidamente miró el reloj. "¡Mierda!" exclamó, viendo que sólo quedaban dos minutos para que comenzara su entrenamiento.

Madison soltó una risa suave mientras lo miraba apresurarse para arrancar el coche de nuevo. "Buena suerte, campeón," dijo, abriendo la puerta del coche y bajándose rápidamente, lanzándole un último vistazo coqueto antes de cerrar la puerta.

Ben la observó desde el retrovisor mientras ella se dirigía hacia el hotel, y no pudo evitar sonreír ampliamente, sintiendo que, aunque apenas tuviera tiempo de llegar a su entrenamiento, el día ya había comenzado de la mejor manera posible.

Con el corazón todavía acelerado y una sonrisa tonta en el rostro, Ben arrancó el coche y se dirigió hacia la cancha, sabiendo que ese beso, aunque lo hubiera retrasado, le había dado más que solo suerte: le había dado la certeza de que Madison estaba ahí, apoyándolo en cada paso de su camino.

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