cap. 34: tormenta

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Era una tarde nublada en Florida, y el cielo comenzaba a amenazar con una tormenta. Madison observaba desde la ventana de la sala mientras las primeras gotas de lluvia golpeaban suavemente el cristal. Emma estaba en su habitación, jugando con sus juguetes, y Ben aún no había llegado de su entrenamiento.

Los pensamientos de Madison revoloteaban en su mente. Después de la conversación que habían tenido esa mañana, sentía que algo había cambiado. Sabía que ambos estaban intentando arreglar las cosas, pero el temor de que la distancia pudiera volver a crecer entre ellos seguía latente.

Cuando finalmente escuchó el sonido de la puerta principal abriéndose, su corazón dio un vuelco. Ben entró, empapado por la lluvia, con el cabello pegado a la frente y una expresión de agotamiento en el rostro. Cerró la puerta con un suspiro y dejó caer su bolso de entrenamiento al suelo.

—Vaya tormenta —murmuró, quitándose la chaqueta mojada y sacudiendo el agua de su cabello.

Madison lo observó desde la puerta del salón, sintiendo una mezcla de amor y preocupación. Se acercó a él con una toalla en la mano y comenzó a secarle suavemente el rostro y el cabello.

—¿Cómo fue el entrenamiento? —preguntó en voz baja, intentando leer su expresión.

Ben dejó que ella lo cuidara, disfrutando del calor que su presencia le brindaba.

—Fue duro, pero necesario —respondió, aunque su voz sonaba más suave de lo habitual. Luego, sus ojos se encontraron con los de Madison, y por un momento, el cansancio y la tensión se desvanecieron—. Gracias por esto, Maddie.

Ella sonrió débilmente, dejándole la toalla alrededor del cuello.

—Sabes que siempre estoy aquí para ti, Ben.

Hubo un silencio cómodo entre ellos, interrumpido solo por el sonido de la lluvia golpeando el tejado. Finalmente, Ben tomó la mano de Madison y la llevó hacia el sofá. Se sentaron juntos, sus cuerpos rozándose, como si ninguno quisiera romper el delicado momento de paz que habían encontrado.

—He estado pensando en lo que hablamos esta mañana —dijo Ben, rompiendo el silencio—. Y quiero que sepas que he decidido reducir un poco mi carga de entrenamiento. Quiero estar más aquí, contigo y con Emma.

Madison lo miró con sorpresa y alivio.

—¿De verdad, Ben? Eso significa mucho para mí.

Ben asintió, apretando suavemente su mano.

—Lo sé. Y creo que será bueno para nosotros. Quiero recuperar el tiempo perdido, hacer que esto funcione. Porque no quiero que tú ni Emma sientan que no son mi prioridad.

Madison sintió cómo sus ojos se llenaban de lágrimas de gratitud. Se inclinó hacia Ben y lo abrazó, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo.

—Eso es todo lo que necesito, Ben. A ti, aquí con nosotras.

El abrazo fue largo y reconfortante. Después de un rato, se separaron y Ben besó la frente de Madison.

—Vamos a buscar a nuestra pequeña —dijo él con una sonrisa—. Creo que necesita un poco de atención también.

Madison asintió, y juntos subieron las escaleras hacia la habitación de Emma. La encontraron sentada en su alfombra, rodeada de peluches, pero cuando vio a sus padres entrar, sus ojos se iluminaron y corrió hacia ellos.

Ben la levantó en brazos y la hizo girar en el aire, haciendo que la niña soltara una risita de alegría. Madison los observó con una sonrisa, sintiendo que, a pesar de todo, estaban en el camino correcto para reconstruir su familia.

Esa noche, después de acostar a Emma, Ben y Madison se acurrucaron juntos en el sofá, viendo una película mientras la tormenta rugía afuera. Pero dentro de su hogar, todo era calma. Madison se apoyó en el hombro de Ben, sintiendo que, por fin, las cosas empezaban a mejorar.

Y aunque sabían que aún habría desafíos por delante, también sabían que mientras estuvieran juntos, podrían superar cualquier tormenta.

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La mañana se presentó gris y lluviosa en Florida. Las gotas de lluvia golpeaban con un ritmo constante las ventanas de la habitación, creando una melodía suave pero melancólica. Ben estaba despierto desde hacía un buen rato, recostado sobre su espalda en la cama, mirando al techo con una expresión seria. Sus pensamientos se mezclaban con el sonido de la lluvia, creando una atmósfera de introspección.

Madison, que dormía plácidamente a su lado, tenía su cuerpo envuelto en las sábanas, su piel desnuda apenas cubierta por el brazo protector de Ben, que la acariciaba lentamente por la espalda. A pesar de la paz que emanaba de la habitación, en la mente de Ben se desataba una tormenta de pensamientos y emociones.

No podía dejar de pensar en lo que había decidido el día anterior, en los cambios que se avecinaban, y en las responsabilidades que conllevaban. Su carrera, su familia, el equilibrio que necesitaba encontrar… Todo pesaba sobre él en ese momento.

Finalmente, Madison se removió ligeramente, sintiendo las caricias de Ben en su espalda. Sus ojos se abrieron lentamente, y lo primero que vio fue la mirada perdida de Ben, fijada en el techo.

—Ehh, ¿por qué tan serio, mi amor? —susurró ella, su voz suave y adormilada.

Ben giró la cabeza para mirarla, una sonrisa suave pero cansada apareció en su rostro al ver sus ojos claros y amorosos. Se inclinó hacia ella y le plantó un beso en la frente antes de responder.

—Solo estaba pensando —dijo en voz baja, sus dedos aún trazando círculos suaves en la espalda de Madison—. Hay muchas cosas en mi cabeza últimamente.

Madison se acomodó mejor a su lado, apoyando su cabeza en el pecho de Ben y abrazándolo con delicadeza.

—¿Te preocupa algo en particular? —preguntó, sus ojos observándolo con curiosidad y cariño.

Ben suspiró profundamente, sus ojos volviendo a mirar el techo por un momento antes de bajar la mirada hacia Madison.

—Estoy pensando en nosotros, en Emma, en cómo todo está cambiando —admitió—. Quiero estar seguro de que estoy tomando las decisiones correctas para nuestra familia. Mi carrera ha sido todo para mí durante tanto tiempo, pero ahora tú y Emma son mi prioridad… No quiero fallarles.

Madison sintió una punzada de ternura al escuchar sus palabras. Levantó una mano para acariciar la mejilla de Ben, obligándolo a mirarla a los ojos.

—No estás fallando, Ben. Todo lo contrario —dijo con convicción—. Estás haciendo todo lo posible para estar con nosotras, para ser el mejor esposo y padre que puedas ser. Y eso es todo lo que necesitamos, que estés aquí, con nosotras.

Ben cerró los ojos un momento, absorbiendo el consuelo que le ofrecían sus palabras. Cuando volvió a abrirlos, la seriedad en su rostro había disminuido un poco, reemplazada por una gratitud profunda.

—Tienes razón, Maddie —murmuró, inclinándose para besarla suavemente en los labios—. Gracias por recordarme lo que realmente importa.

Madison sonrió contra sus labios, devolviéndole el beso con igual ternura.

—Siempre lo haré, Ben. Porque te amo, y porque estamos en esto juntos.

Ben la abrazó con más fuerza, sintiendo que el peso en su pecho se aligeraba un poco. La lluvia continuaba golpeando las ventanas, pero dentro de esa habitación, Ben sentía una calidez y una paz que le daban la fuerza para seguir adelante.

El día podía ser gris y lluvioso, pero con Madison a su lado, Ben sabía que podía enfrentar cualquier cosa que se interpusiera en su camino.

Líneas CruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora