cap. 35: Solos

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El sonido de la lluvia continuaba siendo una constante en esa mañana gris. Ben y Madison habían pasado un rato abrazados, compartiendo silencios cargados de comprensión. Cuando finalmente se levantaron, el día ya había avanzado lo suficiente para que la casa estuviera llena de luz tenue, filtrada a través de las cortinas.

Madison se envolvió en una bata mientras Ben se vestía con ropa cómoda. Ambos se dirigieron hacia la cocina, donde el olor a café fresco ya comenzaba a llenar el aire.

—¿Sabes qué? —dijo Madison mientras servía dos tazas—. Hoy, a pesar de la lluvia, creo que deberíamos tomarnos el día para nosotros. Solo tú y yo. Emma puede quedarse con Taylor y Morgan, seguro que estarán encantados de cuidarla por unas horas.

Ben, que estaba apoyado en la encimera observándola, sonrió al escuchar la propuesta.

—¿Tienes algún plan en mente? —preguntó, intrigado.

Madison le devolvió la sonrisa mientras le entregaba su taza de café.

—Solo disfrutar de la compañía, hacer algo diferente, quizás salir a dar un paseo bajo la lluvia o quedarnos en casa viendo películas. No necesitamos mucho para tener un buen día.

Ben asintió, apreciando la simplicidad de la idea. Últimamente, todo había sido tan agitado con los entrenamientos, los compromisos y las responsabilidades de ser padres, que la propuesta de Madison le parecía perfecta.

—Me parece un plan excelente —respondió, tomando un sorbo de su café.

Después de desayunar y asegurarse de que Emma estaba bien cuidada por Taylor y Morgan, Ben y Madison se prepararon para salir. A pesar de la lluvia que seguía cayendo persistentemente, decidieron ir a caminar por la playa, que no estaba muy lejos de su casa.

La playa estaba desierta cuando llegaron, el mar rugía bajo el cielo encapotado, y el viento jugaba con las gotas de lluvia que caían en diagonal. Ambos se cubrieron con sus abrigos, pero no dejaron que la humedad y el frío les impidieran disfrutar del momento.

—No puedo recordar la última vez que caminamos juntos por la playa —comentó Ben, tomando la mano de Madison mientras avanzaban por la arena mojada.

—Probablemente antes de que naciera Emma —respondió ella con una risa suave—. Pero me alegra que lo estemos haciendo ahora.

Caminaron en silencio durante un rato, el ruido del mar y la lluvia creando una sensación de aislamiento, como si estuvieran en su propio mundo. Después de un tiempo, se sentaron en una roca grande, observando las olas que se estrellaban contra la orilla.

—He estado pensando en lo que dijiste esta mañana —dijo Ben de repente, rompiendo el silencio.

Madison lo miró, esperando que continuara.

—Sobre lo que realmente importa —siguió Ben, mirando el horizonte—. Y me he dado cuenta de que necesito hacer algunos cambios, no solo para nosotros, sino para mí mismo. Quiero estar más presente, no solo físicamente, sino mentalmente. Quiero estar seguro de que nunca te falte el apoyo que mereces.

Madison lo escuchó con atención, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que para Ben no era fácil equilibrar su carrera y su vida familiar, pero también sabía que él haría lo posible por encontrar ese equilibrio.

—Ben, ya eres un esposo y un padre increíble —dijo, tomando su mano—. Pero si sientes que necesitas hacer cambios, te apoyaré en todo lo que decidas. Porque al final del día, lo único que importa es que estemos juntos, sin importar lo que eso implique.

Ben apretó suavemente su mano, agradecido por su comprensión.

—Gracias, Maddie. Sabes que no podría hacer esto sin ti —dijo, acercándose para besarla suavemente en los labios.

Pasaron un buen rato allí, en la tranquilidad de la playa, hasta que la lluvia comenzó a intensificarse. Finalmente, decidieron regresar a casa, empapados pero contentos, con la certeza de que juntos podían superar cualquier desafío que se les presentara.

Mientras volvían a su hogar, Ben se sentía más seguro de las decisiones que necesitaba tomar, sabiendo que con Madison a su lado, todo era posible.Cuando llegaron a casa, ambos se quitaron los abrigos mojados y se dirigieron a la sala de estar, donde el calor del hogar los envolvió de inmediato. Madison encendió la chimenea, y en pocos minutos, el fuego comenzó a crepitar, llenando la habitación con una luz cálida y danzante.

Ben fue a la cocina y regresó con dos tazas de chocolate caliente, una tradición que solían compartir en días lluviosos como este. Se sentaron juntos en el sofá, las piernas entrelazadas bajo una manta gruesa.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Madison suavemente, notando que Ben estaba una vez más inmerso en sus pensamientos.

Ben la miró, sus ojos brillando con una mezcla de emociones.

—En lo afortunado que soy —dijo finalmente—. No todos tienen lo que tenemos, Maddie. Una familia, amor, un hogar que hemos construido juntos… No quiero dar nada de esto por sentado. No quiero que pase un solo día sin que sepas lo mucho que significas para mí.

Madison sonrió, su corazón lleno de amor y gratitud. Se inclinó hacia él y lo besó con ternura, saboreando el momento.

—Yo también soy afortunada, Ben —respondió—. Tenemos todo lo que podríamos desear, y sé que siempre estaremos bien, pase lo que pase.

Pasaron el resto del día juntos, disfrutando de la tranquilidad de su hogar. A medida que la tarde se deslizaba hacia la noche, se acomodaron aún más en el sofá, viendo películas antiguas y recordando momentos felices de su pasado.

Más tarde, cuando el cielo ya se había oscurecido por completo, Ben recibió un mensaje de Taylor. Había sido un día largo para todos, y Taylor y Morgan se ofrecieron a cuidar de Emma durante la noche, dándoles la oportunidad de disfrutar de un tiempo más a solas.

Ben le mostró el mensaje a Madison, quien asintió, sonriendo.

—Parece que tendremos una noche tranquila —dijo Ben, apagando el teléfono y dejando que el silencio envolviera la habitación una vez más.

—Podríamos aprovecharla —sugirió Madison, sus ojos brillando con una chispa de picardía.

Ben sonrió, inclinándose hacia ella para besarla con un poco más de intensidad. La noche prometía ser perfecta, un recordatorio de que, a pesar de las tormentas, siempre encontrarían la manera de disfrutar de los momentos que realmente importaban.

En ese momento, bajo el calor de la chimenea y con el sonido lejano de la lluvia como banda sonora, ambos supieron que estaban exactamente donde debían estar: juntos, en su hogar, rodeados de amor. Y eso era todo lo que necesitaban.

Líneas CruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora