El sonido de la puerta cerrándose detrás de Taylor resonó en toda la casa, dejando a Ben y Maddison en un silencio expectante. Ambos se quedaron quietos, asimilando el hecho de que, por primera vez, no tenían que esconderse. No había secretos que mantener, ni miradas furtivas que compartir.
Maddison suspiró, una mezcla de alivio y nerviosismo recorriendo su cuerpo. Se volvió hacia Ben, quien todavía la observaba con esa mirada que la hacía sentir como si fuera la única persona en el mundo. Había algo en la manera en que la miraba, una combinación de deseo, ternura, y una pizca de desafío que la hacía sonreír, a pesar de todo lo que habían pasado.
“¿Ahora qué?” preguntó Maddison en un tono suave, apenas audible.
Ben no respondió con palabras. En lugar de eso, dejó que sus acciones hablaran por él. Con una sonrisa cómplice, la tomó de la mano y la guió hacia la cocina. Maddison lo siguió, sintiendo un hormigueo de anticipación mientras cruzaban el umbral.
La cocina estaba bañada por la luz suave del atardecer, creando una atmósfera cálida e íntima. Ben la soltó solo para ayudarla a subir a la encimera, donde la sentó suavemente. Maddison lo miró, su corazón acelerándose al ver la intensidad en sus ojos. Estaba justo al nivel de su mirada, y esa proximidad solo hacía que la tensión entre ellos creciera.
“Creo que tenemos algo de tiempo antes de que Taylor vuelva,” murmuró Ben, su voz ronca mientras se acercaba aún más a ella.
Maddison sonrió, una mezcla de emoción y travesura reflejada en su rostro. “¿Y qué planeas hacer con ese tiempo?”
Ben respondió inclinándose hacia adelante, sus manos deslizando desde sus muslos hasta su cintura, deteniéndose justo por debajo de su cadera. La sostuvo con firmeza, sintiendo el calor de su piel a través de la tela de su ropa. Maddison contuvo la respiración, sus ojos fijos en los de Ben, esperando con ansias lo que sabía que venía.
“No hay prisa,” dijo Ben suavemente, su aliento acariciando sus labios antes de cerrar la distancia entre ellos.
El primer beso fue lento, casi tímido, como si ambos estuvieran saboreando el momento, disfrutando de la libertad de poder besarse sin preocupaciones. Pero pronto, ese beso se profundizó, volviéndose más urgente, más necesitado. Maddison entrelazó sus brazos alrededor del cuello de Ben, acercándolo más, sintiendo cómo la calidez de su cuerpo se fusionaba con la suya.
Las manos de Ben se movieron instintivamente, deslizándose un poco más hacia abajo de la cadera de Maddison, tirando de ella para que sus cuerpos estuvieran aún más cerca. Maddison soltó un pequeño suspiro contra sus labios, y eso solo sirvió para avivar el fuego que ambos sentían. La encimera de la cocina parecía el lugar perfecto para perderse el uno en el otro, un pequeño refugio en medio de la tormenta que había sido su vida en los últimos días.
Maddison se dejó llevar, sus manos enterrándose en el cabello de Ben mientras él la sostenía con firmeza, asegurándose de que no se alejara ni un centímetro. Cada beso era una promesa, cada caricia una reafirmación de lo que ambos sabían que no podían negar. El mundo exterior, con sus complicaciones y desafíos, desapareció, dejando solo a ellos dos y el torrente de emociones que compartían.
“Ben…” murmuró Maddison entre beso y beso, apenas capaz de formular palabras coherentes. No estaba segura de lo que quería decir, pero sentía que tenía que decir algo, cualquier cosa, para expresar lo que estaba pasando por su mente.
Ben se apartó ligeramente, lo suficiente para mirarla a los ojos, su respiración entrecortada y su corazón latiendo tan rápido como el de ella. “Maddie, no tienes que decir nada,” dijo con suavidad, acariciando su mejilla con ternura. “Estamos bien. Aquí, ahora, estamos bien.”
Maddison asintió, sintiendo las lágrimas amenazar con caer, no por tristeza, sino por la abrumadora sensación de estar en el lugar correcto, con la persona correcta, a pesar de todo lo que había sucedido. “Sí,” susurró, “estamos bien.”
Ben le sonrió antes de inclinarse para besarla de nuevo, más suave esta vez, pero con la misma intensidad. Era un beso que hablaba de futuro, de lo que vendría para ellos, juntos.
El beso se prolongó, sus labios encontrándose una y otra vez, cada vez con más necesidad. Maddison se aferraba a Ben como si fuera su ancla, su punto de referencia en un mar de emociones turbulentas. Y Ben la sostenía, no solo físicamente, sino emocionalmente, asegurándole que, pase lo que pase, no la dejaría caer.
Finalmente, se separaron, ambos respirando con dificultad. Ben apoyó su frente contra la de Maddison, cerrando los ojos mientras disfrutaba del momento. Maddison hizo lo mismo, permitiéndose unos segundos de paz antes de que el mundo real volviera a invadir su burbuja de tranquilidad.
“No quiero que esto termine,” susurró Maddison, su voz apenas audible.
“No tiene por qué,” respondió Ben, besando su frente con delicadeza. “Vamos a hacer que funcione, Maddie. Te lo prometo.”
Maddison sonrió, sintiendo una renovada esperanza florecer en su interior. Mientras estuvieran juntos, sabría que podrían enfrentar cualquier cosa que se les presentara. Con un último beso, bajó de la encimera, sus pies tocando el suelo con una ligereza que no había sentido en días.
Ben la sostuvo un momento más, asegurándose de que estuviera bien antes de soltarla por completo. “Será mejor que empecemos a prepararnos para cuando Taylor vuelva,” dijo con una sonrisa traviesa. “No queremos que nos encuentre así.”
Maddison rió suavemente, asintiendo mientras arreglaba su ropa y peinaba su cabello con los dedos. “Sí, supongo que tienes razón. Pero… fue agradable olvidarse de todo por un rato.”
Ben la miró con ternura, acercándose para darle un último beso rápido. “Siempre podemos olvidar el mundo cuando estamos juntos, Maddie. Siempre.”
Y con esas palabras, ambos comenzaron a salir de la cocina, dispuestos a enfrentar lo que viniera, pero con la certeza de que, al menos por ahora, se tenían el uno al otro.
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Líneas Cruzadas
RomanceBen shelton y Maddison fritz,la hermana pequeña de Taylor fritz,se conocen en persona y eso cambia todo en su amistad.