50

47 1 1
                                    

Perla: ¡Salir! – se pone histérica - ¡Sal!!

El fuego comienza a extenderse.

Anahi: Ajută-l pe Poncho! ¡Está herido! – grita, aterrorizado

Koko y Caio van a ayudar a Poncho, sosteniendo a uno a cada lado de él y sacándolo de la habitación. Perla comienza a arrastrar a Velasco por los hombros tratando de sacarlo. Maite se acerca a ella y le quita los brazos a Velasco, empujándola al suelo, cerca del fuego.

Maite: Eres un hijo de puta. Pero se acabó Perla, se acabó. Sois dos gusanos que se merecen tanto el uno al otro que tendréis el mismo fin. – ella escupe a Perla, quien está aterrorizada llorando – Tú mismo acabaste contigo.

Maite viene a mí y me apoyo en ella. Estoy tan débil y el olor a humo, al fuego, todo me debilita, más enfermo, veo todo girando, apenas puedo soportarlo. Ella me tira y salimos de la habitación. Cuando nos vamos, ella cierra la puerta, con Perla y Velasco adentro, no se cierra, simplemente se cierra. Estamos caminando, pero soy asombroso, mi visión comienza a oscurecerse. Koko regresa corriendo para ayudarnos. Me desmayo. Maite grita y Koko corre hacia nosotros. El fuego ya se ha extendido por toda la casa. Koko se encuentra con nosotros en el pasillo, me levanta y sale apresuradamente de casa con Maite y yo. Cuando salgo de casa abro los ojos, miro a mi alrededor y no veo a Poncho..

Anahi: ¿Dónde está Poncho? – murmullo

Koko: Caio lo llevó al hospital, estaba perdiendo mucha sangre.

Anahi: Necesito verlo. Lo necesito,.. – me caigo y Maite me sostiene

Maite: Stai aici, orice. Vamos tras él, sólo espera a la policía.. – llega la policía con los bomberos – Eso es todo, han llegado.

Me siento en el asiento trasero del auto y cierro los ojos, orando a Dios para que no permita que le pase nada serio a Poncho. Pidiendo todo lo santo para que esté bien, para que esté bien. Lloro, sintiendo un dolor agudo en el corazón. Koko está lejos, hablando con la policía, Maite está a su lado. Entran corriendo a la casa, que en ese momento ya está envuelta en fuego. Maite se sube al coche, a mi lado.

Maite: Calmați-vă, orice. Todo estará bien.

Anahi: Poncho.. – Lloro, susurrando débilmente

Ella me lleva a su regazo y me acuesto, llorando, abrazándome la pierna. Me acaricia el pelo, tratando de calmarme. Koko está sola frente a la casa, entró la policía. Maite grita.

Maite: Koko!! ¡vamos!

Koko le indica que espere. Pronto un oficial de policía sale de la casa, tose y deja de hablar con Koko. Pone su mano sobre el hombro del policía, le agradece y se despide, regresando al coche. Entra y arranca el auto, mirándonos a los dos.

Koko: Pérdida total en la casa, todo está destruido. – Levanto mi cuerpo, mirándolo con la boca abierta – Ni siquiera los dos pudieron salir.

Maite: ¿Murieron? ¿Realmente murieron?

Koko: Sí. Los bomberos están apagando el fuego, pero el policía me dijo que es correcto. No había manera de que pudieran salir.

Maite: Dios me perdone, pero gracias a Dios.

Dentro de mí siento un enorme alivio. Plantaron su propia muerte y tuve mucha suerte de salir vivo de ella, Poncho y yo. Doy un suspiro de alivio y vuelvo a abrazar la pierna de Maite. Koko empieza a conducir.

Cuando llegamos al hospital, Koko me lleva adentro en su regazo. Maite estaciona el auto y entra justo detrás. Me llevan en camilla y simplemente susurro el nombre de Poncho, desmayándose de nuevo, demasiado débil.

no te dejare irDonde viven las historias. Descúbrelo ahora