La nueva generación.

113 24 10
                                    

A Katsuki le parecía extraño lo rápido y lento que podía pasar el tiempo. Estaba seguro de que en aquella habitación de Shoto no había nada personal hasta que llegó él. Entonces empezaron a haber más libros a un lado de la cama, la flauta de Rei Todoroki en una esquina junto con el guqin del mayor, un par de hojas en la mesa de tareas de sus estudiantes, una espada de prácticas suya y más y más cosas.

También comenzaron a haber más recuerdos ahí. De noches de ellos abrazados y desnudos. De mañanas dónde desayunaban juntos o salían a pasear por las Montañas Kino. De días fríos y lluviosos dónde se quedaban dentro de esa habitación solo leyendo, acostados bien juntos y tranquilos. De días veraniegos dónde se abrían las ventanas y se escuchaba la música desde adentro de la habitación.

Bellos recuerdos que atesoraba con el amor de su vida. Pero eso no terminaba ahí. Había más recuerdos. De días con Eri en la habitación, una cena familiar, un día de estudio, una tarde donde solamente ella paso a pasar un tiempo con ellos. De días donde la familia Todoroki venía a cenar o hablar con ellos un rato más de lo habitual, todo en un ambiente extrañamente familiar al que el cenizo aprendió a integrarse. Se acostumbro a tratar más cómodamente a Enji, a hablar informalmente con Fuyumi, a las bromas de Touya, a las historias de Natsuo y las muestras de afecto por parte de Hawks.

También hubo días dónde Hazuki hacia su "visita sopresa" a su hermano con una llave que le dió su cuñado. Y días donde Masaru pasaba a visitarlos, tomaba una taza de té con ellos y su esposo insistía en que se quedará a cenar, porque sabía que él disfrutaba de la compañía de su padre más de lo que podía expresar en palabras. Lo mismo pasaba cuando eran Kirishima y Sero los que venían de visita, el bicolor le dejaba toda la noche para pasarlo con sus queridos amigos y a veces se les unía.

E igualmente había días como aquel dónde su habitación se transformaba en un refugio para algunos discípulos. Para Kota que practicaba a diario para ser un mejor cultivador y otros niños con las mismas metas. Incluso Yuta había ido, en varias ocasiones, buscando sus consejos y orientación. Aunque había algunos casos, como el de Hikaru, donde solo buscaban la ayuda del Gran Maestro del Cultivo Demoníaco por asuntos personales.

Está vez en especial era un asunto un tanto divertido y era difícil tratarlo adecuadamente.

Pero Katsuki podría tomar al niño —bueno, niño para él pero el joven ya tenía veintidós años— más en serio si no fuera porque Shoto estaba disimulando la risa a su lado.

—Deja de reírte —murmuró en reproche el cenizo —El mocoso parece que le creyó en serio.

El de ojos rojos vio como su esposo hizo el esfuerzo de contener la risa y mantener su expresión sería, por lo que volvió a concentrarse en Hikaru quien traía la cara roja como un tomate y los ojos rojizos por el llanto. Había llegado a ellos para confesarles un crimen inimaginable.

Que había deshonrado al joven maestro de la secta MonoShin en su misión de anoche debido al alcohol.

Sin embargo, los esposos sabían que eso era imposible. Primero, porque Hikaru no haría eso estando ebrio, más posibilidades había de que se subiera a algún techo a cantar baladas y poemas épicos que se buscará a alguien para tener relaciones sexuales. Segundo, porque Ritsu era lo bastante habilidoso, fuerte e inteligente como para evitarlo. Aparte de que el chico de ahora dieciséis años había dejado en claro para todos que no dejaría que nadie pusiera sus manos en su trasero, con excepción de cierta persona.

Así que pese a que la historia de Hikaru parecía apuntar a cierta cosa, Shoto y Katsuki estaban seguros que era otra lo que sucedió. Posiblemente Ritsu hubiera enloquecido porque que el mayor no le tomara en serio y le hizo una pequeña broma que se le fue de las manos.

¡Bienvenido de vuelta, Gran Maestro! [TodoBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora