CAP 29

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En el auto todo iba callado; ninguno de los dos hablaba. Él se mantenía con su cara de pocos amigos.

—¿Estás molesto? —me atreví a preguntar.

—No.

—Entonces... ¿estás celoso?

—No.

—O sea, ¿que no te molesta que yo vaya donde Carlos? —Hizo su típico gesto de cuando está celoso: pasar su lengua por su mejilla juntando sus cejas.

—No, no me importa.

Mierda, sí, claro que está celoso. ¿Daniel está celoso? ¿Es acaso esto un sueño? Si es así, no quiero despertar.

—Llegamos. —Cuando volteé, estaba frente al edificio de Carlos.

—Gracias.

—¿Paso por ti?

—Yo... te aviso. Tal vez Carlos se ofrece a llevarme.

—Como desees. —Quitó el seguro.

—Adiós, Dani.

—Adiós.

Me bajé del auto y subí en el ascensor. Cada vez subía y subía, y me sentía peor. Carlos era una buena persona, una persona que me quiere y me cuida, y yo soy lo peor. Estoy haciendo lo mismo que me hicieron hace años. Cuando llegué, salí del ascensor y fui a su departamento. Yo me sabía la contraseña de la puerta, así que la ingresé y entré. No se veía nada a la vista, así que supuse que él había salido, hasta que pude escuchar un sonido.

—¡Oh, sí... más, dame más, Carlos, sí, ahí, justo así, ahh! —¿Gemidos? ¿Eso eran unos malditos gemidos?

Corrí hasta la habitación y pude ver cómo Mariana estaba en cuatro y Carlos se la estaba follando, cosa que nunca hizo conmigo. ¿Qué defecto tenía?

—Ve... Vero —dijo Carlos, saliendo de Mariana y pasándole su camisa.

—Yo... yo pensé que me querías.

—No seas estúpida, niña. Él ni siquiera está contigo porque quiere, sino porque tus hermanos lo contrataron para que sea tu guardaespaldas.

—¡Mariana!

Mi mente en este momento no podía con tanta mierda. ¿Ellos me habían engañado? ¿Carlos me había engañado? ¿Perdí a Daniel por culpa de esto? Muchas preguntas y ninguna respuesta. No tenía qué decir ni hacer. No sabía nada, así que corrí, salí corriendo de ese lugar. ¿A dónde? Ni puta idea, pero a un lugar lejos, donde pueda pensar sanamente. Necesitaba a mi mamá; ella era mi refugio cuando pasaban cosas así.

Mis hermanos se volvieron a meter en mi vida. Sí, me estaban cuidando, pero no quita el hecho de que no me contaron. Decidieron hacer todo a escondidas, hacer pasar a Carlos por mi novio. No, eso no era justo. A Carlos ni siquiera le importé, y yo tenía un gran peso encima, sintiéndome culpable. Dejé a Daniel por la culpa, y tan bien que me estaba sintiendo. Aunque él no siente lo mismo que yo, su presencia me hacía sentir en paz.

De tanto que corrí, llegué a un parque. Mi teléfono sonaba y sonaba; era Carlos, mis hermanos y Emma llamando, así que lo apagué. Tampoco quería que supieran dónde estaba; no quería saber de nada ni de nadie.

En el parque había una banca vacía, y me senté. Viéndolo bien, nunca había ido a un parque público; en mi casa tenía mi propio parque, así que jugaba con mis hermanos y Emma. Nunca tuve muchos amigos, ya que siempre querían algo a cambio y no confiaba mucho. Desde pequeña me han enseñado que confiar es el peor error, y es el que más cometo. Mi mamá decía que cometer errores es algo de la vida, que es necesario para poder crecer. ¿Pero está bien cometer el error una y otra vez? No lo sé, simplemente no sé nada. Pude sentir una brisa llegar, me sentí liberada. Pude ver a niños jugar, pude ver bebés junto a sus padres, y me puse a pensar: ¿cómo sería tener un bebé? Sí, estaba joven, pero nadie me quitaría ese sueño. También vi cómo se me acercó un perrito, así que lo agarré y me puse a acariciarlo. No sé quién era su dueño, pero era muy amigable.

!El Sexy Amigo de Mis Hermanos!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora