CAP 45

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Narrador omnisciente

Daniel realmente la estaba pasando mal, muy mal. Justo cuando pasó lo de la llamada, todos estaban reunidos, menos Mariana. Todos se estaban quedando en el departamento de los hermanos de Vero. Daniel estaba durmiendo junto con Andrés, y Mariana en la que era su habitación. Ella no salía mucho debido a su depresión. La situación realmente era desesperante, y más para Daniel y Andrés.

Daniel tenía el amor de su vida junto a su hijo, sin saber cómo los estaban tratando, y más porque si Vero se alteraba, podía perder al niño o niña.

Para Andrés también era una situación horrible. Su hermana, su novia y su sobrino estaban en la peor situación, no quería que nada les pasara.

—¡Joder! ¡Es un maldito!

—¡Es un hijo de puta!

—¡Chicos, cálmense!

—¿Estás loco? ¡Mi novia y mi hijo están en peligro!

—¡Y mi novia también!

—Él quiere a Mariana a cambio.

—Pues acéptalo —una cuarta voz se hizo presente.

Mariana se estaba sintiendo culpable. Por su culpa y sus errores estaba sucediendo todo esto.

—¿De qué hablas?

—Entregarme a mí a cambio de Verónica.

—No, también eres la madre de mi hijo.

—Daniel...

—Yo opino que sigamos intentando con tus padres.

—En eso estoy.

—¿Y si hablamos con el club?

—No quiero regresar ahí, Andrés.

—Yo me acababa de salir por ellos.

—¡Daniel...! —ninguno le hizo caso.

—¿Y si mejor...

—¡Carajos, Daniel, te estoy hablando!

—¿Qué pasa?

—Entrégame a mí por ella.

—¡Que no! También mi hijo está en tu barriga, y eres mi amiga. Te quiero de verdad.

Mariana se sintió peor. No podía seguir con esto.

—No.

—¿Qué?

—El bebé no es tuyo.

—¡¿Qué?! —dijeron los tres.

—Perdóname, de verdad, perdóname. No era mi intención.

Para Daniel, el mundo se detuvo. Vero tenía razón; incluso peleó con ella por eso. Verónica casi pierde a su hijo por culpa de ella.

—¡Estás jodiendo, ¿cierto?!

—No.

—¿Por qué carajos lo hiciste?

—No era mi intención, créeme. Carlos me obligó, me manipuló. Él dijo que lo mejor era sacarte dinero para después irnos, pero él se fue. Mi depresión fue por quedarme sola. Ya recapacité y pido perdón.

—¡Eso espero! Tres personas están pagando las cosas por tu culpa.

—Lo sé, y lo siento —Mariana se iba a arrodillar para pedir disculpas, pero Daniel la detuvo.

—No es necesario.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Javier.

—Matarlo —dijo Daniel.

—Sabes que eso no es posible.

—Entréguenme a mí a cambio






Entregamos a Mariana?








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