CAPÍTULO 23

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AMERYAN

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AMERYAN

SEPARARSE DE JACAERYS FUE DOLOROSO, UN DOLOR EXTRAÑO, ALGO QUE jamás había sentido. Imaginó entonces que si los bardos y los poetas tuvieran que escribir canciones sobre esa sensación, dirían que dejar de besar a Jacaerys se sintió como dejar de respirar por un instante. Su cuerpo añoró el toque cálido sobre él, las manos firmes y ágiles, lo dejó completamente perdido por unos segundos, hasta que logró recuperarse y arreglar su traje para recibir a Aemond.

Aemond no los descubrió, pero sí sintió que ambos trataban de ocultar algo, por eso le insistió a Jacaerys que se fuera. Nada contento con la expresión perdida en su rostro, esa misma tarde Aemond lo llevó a sus aposentos. Ameryan tomó asiento junto a Lucerys, quien rápidamente tomó sus manos y lo observó impaciente.

Entonces, Ameryan se echó a reír.

—No puede ser —jadeó Lucerys—. Funcionó, ¿no es así?

Ameryan asintió.

—Sí, Lucerys, funcionó.

Funcionó realmente.

Con el pasar de los días y en medio de su recuperación, tras haber confesado todo lo que escuchó de Jacaerys y su forma de reaccionar, Lucerys y Aemond le explicaron que nada de eso se trataba de él. Le hicieron saber sobre Victor y su escondite en Altojardín, por supuesto, Ameryan sintió una enorme vergüenza por no haber dejado que Jacaerys hablase, a lo que Aemond lo tranquilizó con sus palabras, asegurándole que tenía todo el derecho a actuar como lo hizo.

Lucerys fue quien ideó el plan.

—Si mi hermano aún no comprende el tesoro que está por perder, ¿por qué no lo asustamos un poco más? —le había dicho.

Lucerys lo convenció de permanecer firme en su decisión de «cancelar el compromiso». Él y Aemond lo ayudaron en todo, en ocultarse de Jacaerys, en pretender estar muy enfadado y en el tema de hablar con sus padres para formalizar la cancelación. Fue un completo espectáculo ver cómo Jacaerys lo buscaba tan desesperadamente, todo por querer explicar realmente qué es lo que había sucedido.

La espera valió la pena, pero jamás creyó que Jacaerys fuese a reaccionar de esa manera.

Con un beso.

Incluso al día siguiente, su cuerpo seguía mostrando las secuelas de haber sido sostenido y tocado por Jacaerys. La piel de su cintura estaba más sensible que nunca, el más mínimo toque de sus criadas al vestirlo le hicieron recordar los apretones de Jacaerys, cómo sus quejidos en ese momento demostraron el inmenso placer que lo atacó con ese simple toque.

Y lo mucho que deseaba volver a sentir algo así.

El toque de Jacaerys fue distinto a cualquier otro, a pesar de que sólo podía compararlo con su propio toque y el de Cregan Stark. Si bien Ameryan seguía siendo puro, no era ningún santo. Su inexperiencia no lo privó de satisfacerse a sí mismo cuando lo necesitaba, tampoco lo privó de tener encuentros acalorados en los rincones de su palacio con el Lord de Invernalia.

LACUNA, Jacaerys Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora