CAPÍTULO 37

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JACAERYS

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JACAERYS

DOS DÍAS POSTERIOR A LA CELEBRACIÓN POR RHAENA, JACAERYS TERMINÓ de llevar a cabo uno de sus trabajos privados. Llevaba días trabajando en ello, desde que Ameryan se sintió capaz de confiarle esa parte de su pasado y su madre, todo lo ocurrido en Altojardín con un dragón sin nombre. Esa historia no era del todo extraña para él, la cuestión es que él la había vivido desde el otro extremo.

Era un niño cuando vio llegar a su abuelo con un dragón nuevo y agresivo. La advertencia de Daemon fue clara, una muerte dolorosa e innecesaria le esperaba a todo aquel que se acercara al dragón. Ellos, como todo niño curioso, por supuesto tuvieron que acercarse a la fosa. Fue después de la cena, cuando el cielo estaba oscuro y sus sombras pasarían desapercibidas entre los guardias.

Ese fue el día de la gran pelea.

La reina Alicent no se encontraba en el mejor momento. Había ocurrido un accidente con respecto a su intimidad junto al rey. Las criadas de bocas sueltas decían que el rey la había llamado por otro nombre, lo que causó una gran depresión en la mujer. Rhaenyra y su esposo, en ese entonces Laenor Velaryon, intentaron hacer algo para evitar que la reina se lastimara.

El guardia privado de Rhaenyra, Hawrin Strong, salió del salón principal con el rostro magullado y los nudillos rotos. Su disgusto se debía a que uno de los guardias se atrevió a soltar palabras venenosas sobre Alicent en presencia de Rhaenyra. «¿Qué esperaba la zorra Hightower? No es como si su presencia pudiese sustituir la de la difunta reina Aemma».

A todo eso, Aegon y Aemond tomaron actitudes nada correctas. Eran unos chicos heridos por la falta de cariño de su padre y la depresión de su madre. Se comportaron como un par de bastardos, siempre lanzando burlas venenosas. Esa noche, sin embargo, Jacaerys esperó que esa noche pudiesen dejar a un lado sus diferencias para observar al nuevo dragón sin nombre.

Era hermoso, tal y como decían los rumores, con las escamas más brillantes y esa mirada peligrosa. Toda una belleza de corteza marrón profundo, pero con un brillo que lo hacía ver casi como el bronce. Aemond, quien aún no había logrado reclamar un dragón, lo tomó como un reto.

—Debe ser obra del destino —les había dicho—. Este será mi dragón.

—Es una dragona —lo corrigió Baela—. Además, también podría ser de Rhaena.

—No otra pelea —se quejó Aegon.

—Tú, tono y apresurado caballero —masculló Lucerys hacia Aemond, sin saber que se dirigía al que sería su esposo en el futuro—. La dragona no es un objeto que puedas reclamar como un perro que orina un rincón y lo marca como suyo. Esa preciada criatura será de quien mejor logre acercarse a ella, tú o Rhaena.

—¿Crees que ella lo merece más que yo? —Basta decir que Aemond se lo tomó dolorosamente personal—. ¿Es eso, Luke?

—¡Nadie lo merece más que nadie! —gritó Rhaena—. Aún es una cría, hay tiempo para que otro dragón aparezca. Tal vez uno de nosotros pueda encontrar a Vhagar.

LACUNA, Jacaerys Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora