CAPÍTULO 27

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JACAERYS

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JACAERYS

SIEMPRE FUE CAPAZ DE APRECIAR LA IMPORTANCIA DEL ESTUDIO, ERA una parte importante en la vida de cualquier noble. Jacaerys lo sabía a la perfección; un noble que no conozca la historia de su mundo y los errores del pasado se cierra a sí mismo en una caja de metal que no le permitirá avanzar o reconocer esos mismos errores en el futuro. Rhaenyra y Daemon se lo solían decir a menudo, le advertían lo que sucedería con él si no estudiaba.

Por eso estudió, se educó por años, hasta que consiguió nutrir su mente con todo lo necesario para ser un noble ejemplar. Para nadie era un secreto, no obstante, lo tedioso que resultaba el estudio para Jacaerys Velaryon. Lo suyo era el campo de batalla, eran los entrenamientos, los encuentros frente a frente, no frente a un libro.

No había peor forma para pasar la tarde de un día soleado y fresco, según Jacaerys, que tener la cabeza metida en un libro.

Pero allí estaba, sentado en uno de los incómodos sillones de la biblioteca, con un pesado libro en su regazo y observando a Ameryan Tyrell por encima de las hojas amarillentas. Su prometido encontraba fascinante todo lo relacionado a la Antigua Valyria, así que Jacaerys decidió acompañarlo en una de sus tardes de estudio junto a Aemond y Lucerys.

—¿Hay alguna diferencia en la pronunciación de estas dos? —Ameryan sostuvo su libro un poco más cerca de Aemond, quien se inclinó sobre la mesa para estudiar las letras señaladas por el doncel—. Son iguales, pero dos letras distintas siguen en este otro pasaje.

Aemond asintió complacido.

—Me alegra que lo notes —confesó—. Es algo complicado, una de las tantas excepciones en la lengua. Por suerte, estos son los únicos dos casos en los que tendrás que pronunciarlo de esta forma, debes afincar la última sílaba.

Como sucedía siempre que aprendía algo nuevo o que finalmente entendía una parte difícil del libro, el rostro de Ameryan se iluminó hasta opacara la miserable luz que emitía la linterna junto a él.

—¿Sabes, hermano? —Lucerys palmeó su hombro—. Me sorprende mucho que hayas decidido acompañarnos hoy.

—Opino lo mismo —murmuró Aemond en un tono venenoso—. Por muchos años creí que le habías tomado una especie de alergia a los libros, sobrino.

Bastardos.

—Contrario a lo que ustedes puedan creer —masculló—, yo puedo disfrutar de un buen libro.

—De vez en cuando —agregó Lucerys.

—Lo que, en términos más sencillos —continuó Aemond—, se traduce a jamás.

Los insultos que estuvieron por abandonar los labios de Jacaerys murieron allí mismo, puesto que la carcajada de Ameryan se llevó toda su atención. Cualquier otro noble habría encontrado como una pésima falta de respeto que su prometido suelte tal carcajada por las burlas de otros hacia él. Jacaerys sólo pudo encontrarlo encantador.

LACUNA, Jacaerys Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora