CAPÍTULO 32

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JACAERYS

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JACAERYS

LO QUE HIZO CON AMERYAN PUDO HABER SIDO CONSIDERADO COMO un sacrilegio, una blasfemia a todo lo que un doncel representaba, especialmente un doncel como Ameryan, cuidado y criado con la idea de que cargar un bebé en su vientre sería la más grande muestra de honor y orgullo. Ahora, Jacaerys no iba en contra de esa idea, todo lo contrario. Los embarazos en su familia siempre causaban grandes felicidades. No recuerda haberse sentido más orgulloso de su tío y su hermano como cuando los vio sujetando a sus hijos en brazos.

Pero eso era distinto. Helaena era una gran dama, una mujer de familia, dulce por naturaleza y con una habilidad enorme para mantener controlado a Aegon, su rebelde doncel. Aemond, aunque podía parecer aterrador a los ojos de los demás, era un padre ejemplar. Recto, severo, con un tremendo cariño por su esposo e hijo y la capacidad de manejar los momentos más difíciles.

Cuando el bebé enferma, cuando llora, cuando cae y se golpea la cabeza. Helaena y Aemond, a pesar de no ser quienes los cargaron en sus vientres, sabían cómo reaccionar. Su madre decía que se trataba de ese instinto de protección que llega a ellos desde el momento en que el bebé comienza a crecer en el estómago de su pareja.

Como si sus almas lo supieran antes que ellos.

Jacaerys no creía que eso fuese verdad, pero no es como si él fuera un padre, así que no lo podía admitir con certeza. Los bebés jamás fueron para él, con sus cuerpecitos suaves y delicados, un pequeño ser que hasta la brisa más suave podría dañar. Jacaerys se consideraba todo, menos delicado. Sostener algo tan frágil podía llegar a sentirse como un pecado.

Podría lastimarlo.

Ceder ante sus profundos deseos por Ameryan, antes de discutir eso con él, también fue un grave error. Al haber consumado un acto de placer como ese, ambos terminaron cerrando un contrato importante. Ameryan estaba furioso, herido, pero continuaba deseándolo. Encontrarse una sola vez no fue suficiente para sus cuerpos.

Jacaerys se lo encontró en sus sueños un par de veces, donde era más fácil disculparse, porque podía comenzar de nuevo si hacía algo mal. La realidad estaba muy alejada de eso. Jacaerys pasó los siguientes días buscando las palabras justas, la forma adecuada, de explicarle sus razones para no querer hijos. En el pasado, Jacaerys se prometió no tener que darle excusas a nadie por ese jodido tema.

Pero Ameryan merecía una explicación.

—Príncipe Jacaerys, una reunión de concejo no es el mejor lugar para perderse en sus pensamientos. —El reproche del Gran Maestre le sacó un bufido—. ¿Cómo puede pensar en refugiarse en su mente, cuando aquí estamos discutiendo algo que lo concierne directamente?

Jacaerys frunció el ceño. ¿Por cuánto tiempo había estado observando aquella mancha en la pared? Todas las miradas se posaron sobre él, incluidas las miradas de las visitas; Rhaenys y Alyn Velaryon. Esos dos llevaban un largo rato jugando con los nervios de Jacaerys. Sus miradas compartidas con las de Corlys, sentado al otro lado de la mesa, le pusieron los pelos de punta.

LACUNA, Jacaerys Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora