CAPÍTULO 38

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AMERYAN

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AMERYAN

UNA SEMANA DESPUÉS DE HABERSE REENCONTRADO CON SU MADRE, ahora en forma de una voraz y elegante dragona, Ameryan despertó con el sonido de las trompetas y tambores. Desde muy temprano en la mañana el reino comenzaba a festejar que ese día, finalmente, se llevaría a cabo el matrimonio de Rhaena y Addam Velaryon. El mismo Ameryan saltó fuera de la cama con los ánimos rozando el cielo.

Adoraba las bodas, las reuniones familiares y adoraría también volver a reunirse con sus amigos nobles más cercanos. De solo imaginar poder ver el hermoso estómago abultado en su adorado Aeron —quien ya llevaba seis lunas de embarazo— lo llenó de alegría.

Sus criadas entraron en la habitación, las cuatro contagiadas de la misma alegría. Después de haber asistido a numerosas bodas, con ellas como sus preparadoras, las criadas ya sabían qué hacer con él. Una de ellas quitó el flojo traje de dormir de su cuerpo, otra fue a preparar un baño caliente —con sus mejores aceites perfumados— y la tercera se encargó de llevarle su taza de té con un aperitivo para el estómago vacío.

—Joven príncipe —dijo la cuarta, Lyvia—. Ha llegado una carta para usted.

—¿Es de mi padre?

—No, Alteza —respondió—. Tampoco es de Lord Stark.

—¿Entonces...? Oh.

El sello en la carta le pertenecía a su corte. Aquello fue aún más extraño que no recibir ninguna carta de su padre o de Cregan en un día como ese. Los miembros de su corte siempre incluyen una rosa roja con sus cartas, era casi un requisito para que Ameryan pudiese identificar las cartas reales de aquellos que buscaban hacerse pasar por algunos de sus ayudantes.

—La carta llegó con esto —continuó la joven chica.

Le entregó una flor distinta, una que iba envuelta en un trozo de tela.

—Cuidado —murmuró Ameryan—. Es una adelfa rosa, puede ser venenosa.

Sin esperar más, Ameryan abrió la carta.

«Querido y extraño doncel,

No he escrito una carta en años, así que espero usted tenga consideración de mi desprolija caligrafía. Ha pasado un tiempo desde mi llegada a su corte. No había encontrado las palabras correctas para describir mis sentimientos, pero también temo que he retrasado esto lo sufuciente. Se lo agradezco, príncipe Ameryan. Tan simple y pobre como eso, se lo agradezco. Quisiera encontrar la fuerza y las palabras para escribir una carta de cien pergaminos que demuestren todo lo que quiero decir, pero mi vocabulario es tan reducido como mi paciencia.

Ameryan soltó una risa corta al leer eso último.

Espero que esas pocas palabras basten para que entienda lo que esto significa para mí. Cuidaron de mí, atendieron mis necesidades y me aceptaron como uno más de su corte. Tengo incluso un título, ¿puede creerlo? Ahora soy el Cuidador de la Rosa. Sus guardias parecen impresionados con mi talento para las armas. Creen que yo podría cuidar bien de usted, más que como un criado. La decisión de tomarme como su cuidador queda en sus manos.

LACUNA, Jacaerys Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora