CAPÍTULO 22

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JACAERYS

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JACAERYS

EL COMPROMISO SE VA A CANCELAR, LAS PALABRAS DE AMERYAN FUERON tan claras como la rabia en su mirada. Jacaerys contó los días que pasaron. Sesenta y dos  días desde que llegó, sesenta y dos noches en las que imaginó cómo sería su vida junto a Ameryan Tyrell como esposo. ¿Sería de los que ronca al dormir o se vería igual de pacifico e irreal que al estar despierto? Disfrutaba jugando con él y sacándole esas quejas y esos ligeros mohines que hacían ver sus labios un poco más llenos.

Ahora, no porque disfrutara fastidiándolo también disfrutará el casarse con él, ¿no? Jacaerys imaginó todos los posibles escenarios y su ira creció al darse cuenta que no tenía puntos contra Ameryan. Antes de conocerlo, antes de pasar una tarde entera junto a él conversando en aquella cueva, Jacaerys creía que lo peor que podría sucederle era casarse con una jodida estatua.

Pero las estatuas no sueltan pequeños graznidos al reír, las estatuas no ruedan los ojos cuando él dice algo grosero, las estatuas no se inclinan hacia él y recogen sus rizos cuando está por entrenar, las estatuas no susurran palabras de aliento en su oído, las estatuas no dejan un trozo de carne de cerdo en su plato —especialmente la parte trasera—, porque saben que es su favorita.

Las estatuas no son Ameryan Tyrell, Ameryan Tyrell no es una estatua.

Después de haber sido confrontado por el doncel, Jacaerys hizo lo más obvio; huyó. Corrió lejos de la habitación de Ameryan y se refugió en su propio salón por el resto del día y por la mitad del día siguiente. Las horas pasaron como una tortura para su corazón confundido y su mente mortificada. Se perdió las comidas, dejó que las bandejas que llevaron para él formaran una montaña junto a su puerta. No le contestó a nadie, ni a su propia madre.

Cuando logró ordenar sus pensamientos, sin perecer en el intento, salió y buscó el lugar en el que jamás sería juzgado injustamente, buscó el lugar que fue su refugio por años.

—¿Jace?

—Helaena —murmuró—. ¿Dónde está...?

—¿Sobrino? —Aegon caminó hacia él con una mueca—. ¿Está todo bien?

Jacaerys se dejó caer en el sofá más largo de la habitación. Helaena y Aegon tomaron asiento junto a él. Helaena sostuvo sus manos, Aegon dejó caer su cabeza contra el hombro de Jacaerys y suspiró. Ver la culpa en su mirada no lo ayudó, empeoró la sensación de que Ameryan había sufrido injustamente por el descuido de todos ellos.

Sabían que debían buscar y capturar a Victor, pero no lo hicieron.

Allí estaba el resultado.

—¿Qué sucedió? —preguntó Helaena—. Ameryan dijo que te encontrabas indispuesto.

—También dijo que los dos nos darían una noticia cuando te recuperaras —acotó Aegon.

—Ameryan quiere cancelar el compromiso —confesó.

LACUNA, Jacaerys Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora