CAPÍTULO 21

617 117 24
                                    

AMERYAN

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

AMERYAN

ANTES DE DESPERTAR, AMERYAN ESCUCHÓ MÁS DE UNA VOZ. ODIÓ LOS susurros y odió aún más ese tono de pena que tenían, pues sabía que se debía a su posición. Sintió las miradas incluso antes de abrir los ojos, pudo adivinar cómo lo verían y qué palabras le dedicarían. «No fue tu culpa que eso haya sucedido», «agradecemos que estés bien», «haremos lo posible por resolver esta situación», y muchas más palabras que no llevarían a un cierre definitivo.

¿Pensarían mal de él por ser un doncel que deseaba venganza, por querer buscar a todos los que participaron en eso y colgarlos uno por uno?

El primer rostro que vio al despertar, afortunadamente, fue el de su hermana. Evelya tenía las mejillas hinchadas, los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas. Sin embargo, la rabia era más grande que el dolor, eso es algo que ambos compartían, la facilidad que tenían sus corazones de llenarse de ira.

—¡Hermano!

Evelya se lanzó a sus brazos, ignorando las advertencias del maestre en la esquina de la habitación. Se aferró a él con el miedo de casi haberlo perdido, conocía perfectamente esa expresión en el rostro de Evelya. La abrazó con la misma fuerza, besó la frente de su hermana y apartó algunas lágrimas con su pulgar.

—Estoy bien, querida.

—¿Ameryan?

La reina Rhaenyra fue mucho más cautelosa al acercarse. Jamás había tenido ese cuidado con él, siempre lo tocaba y acariciaba con esa actitud maternal por delante, pero no allí. Lo observó desde su lugar, esperando alguna señal de Ameryan para saber que era bienvenida a seguir acercándose. Ellos eran los dragones, pero lo observaron como si Ameryan fuese capaz de lanzar fuego.

—Puede acercarse, reina Rhaenyra.

Rhaenyra no solo se acercó, ella tomó asiento junto a él en la amplia cama y tomó su mano. Tenía un rastro casi invisible de lágrimas en los ojos, junto a una culpabilidad tan grande como las bestias que montaban por los cielos.

—Creo que no hay palabras suficientes para describir cuánto sentimos esto —dijo—. Nos confiamos. Victor desapareció hace mucho tiempo, creíamos que no lo volveríamos a ver, pero estuvimos mal al no encerrarlo. Tuviste que pagar el precio por nuestro descuido, entenderemos perfectamente si obtener tu perdón no es posible ahora.

—Pero queremos asegurarte algo —acotó Daemon, caminando hacia él con el mismo cuidado que su esposa tuvo—. Esto no se quedará así, Ameryan. Los daños que Victor y su gente ocasionaron fueron graves, inaceptables. La muerte sería mostrar demasiada benevolencia.

—No vinimos a hablar de torturas —espetó Alicent—. Vinimos a mostrar nuestro apoyo y agradecimiento. No sabemos qué hiciste, pero Rhaena y Aegon lograron escapar gracias a ti, gracias a esto.

LACUNA, Jacaerys Velaryon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora