02. ¿Te conozco?

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Charles sintió como su estómago dio un vuelco al voltear a ver al hombre moreno. Solo sabía que no podía dejar de mirarlo, sus ojos eran como imán hacia él.

Pero lo que más le sorprendió fue el hecho de sentir aquella chispa cuando le tocó el hombro. Solamente una vez la sintió en toda su vida y fue cuando hace años cuando debuto en la fórmula uno y accidentalmente un piloto le toco el hombro.

—¿Perdón? —dijo Charles quien el primero en romper el mágico momento de las miradas—. ¿Cómo me llamaste?

—Mesero.

Los ojos del castaño se abrieron con asombro. Perplejo observaba estudiando al hombre que tenía delante. Bueno, no lo juzgaba si y me topaba con alguien que nunca había visto y en un área solo para invitados, también se lo cuestionaría.

—No soy un mesero —hizo énfasis en la última palabra. Se cruzó de hombros y los ojos del desconocido bajaron por todo su cuerpo, eso lo hizo sentir desnudo a pesar de llevar capas de ropa—. Soy el nuevo piloto de Sauber.

La copa que antes tenía en mano estaba en la pequeña barra de aquel balcón. La Srta. Ramírez fue quien le hablo del lugar cuando regreso horas más tarde en busca de paz.

Amablemente ella le mostró aquel lugar donde se suponía que estaría "solo y en paz", pero al parecer no era el único en busca de eso. Charles se hizo una nota mental le enviarle un detalle de agradecimiento aquella seguridad que lo salvo más de una vez aquella noche.

¿Acaso Jules se manifestó por medio de ella? Fue tonto pensarlo para el monegasco, sin embargo, era bueno creer en ello.

Charles notó como el chico delante suyo inclinaba ligeramente la cabeza hacia un lado mientras lo observa, mostrando tal vez interés. Algo dentro del castaño se removió ante la acción del moreno, sentía como un deja vú lo que hizo, pero ¿cómo podía serlo si era la primera vez que lo veía en toda su vida?

Él no podía echarlo, él había llegado primero. Puso cara de póker para que no notará que estaba ligeramente nervioso. ¿Por qué se le daba tan mal hablar cuando era un parlanchín?

—Así que eres tú —el chico se acercaba a Charles y este por instinto retrocedió quedando atrapado entre la barra y él.

Alargo su mano y el castaño dejo de respirar. No le gustaba que se le acercarán mucho las personas, especialmente los desconocidos. Pudo venir a respirar cuando vio que la mano del chico no iba hacia el sino hacia la copa.

¿Iba a beber de su copa? ¿Así llena de saliva? Que asco.

—Carlos Sainz —dijo extendiéndole su mano libre mientras bebía el contenido de la copa del monegasco, quien estaba indignado porque tomará su bebida.

Él castaño le miraba la mano y lo miraba a él en forma de desconfianza.

El ojiverde lo miró nuevamente, y tras un momento de duda, también ofreció su mano. El contacto entre sus manos fue ligero al principio, pero en el instante que sus dedos se encontraron algo cambió.

Era como si una corriente eléctrica hubiera pasado entre ellos. La sensación no era simplemente una impresión física; era una conexión intensa que los atravesaba a ambos.

Carlos sintió un leve estremecimiento recorrer su brazo, un calor inesperado que se expandió desde el punto del contacto. Charles experimentó una oleada de energía que hizo que su corazón latiera un poco más rápido, como si una chispa invisible hubiera encendido algo dentro de él.

—¿Cuál es tu nombre, castaño? —preguntó Carlos aun sujetando la mano del monegasco.

—Charles —tragó saliva. ¿Por qué había tragado saliva? —. Charles Leclerc.

En esta vida || 𝒞𝒽𝒶𝓇𝓁𝑜𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora