028. Manos en la masa

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—Bienvenidos chicos, pasen.

Como si fuese obra de magia el corazón de Charles comenzó a latir con mucha más velocidad que antes. La mano del español que sostenía la mano del monegasco ya no lo hacía, esa ligera cercanía de contacto había muerto.

—Tú puedes —murmuró tan bajo Carlos para que solo pudiesen escuchar ellos.

—Nosotros podemos —asintió Charles tratando de converse así mismo.

Ambos chicos entraron en la oficina de Frederic, en donde también se encontraba el director de la escudería Renault donde pertenecía Carlos. Él director de aquella escudería se encontraba en una de las dos sillas que había detrás del escritorio.

La oficina estaba iluminada de manera tenue, un aire de tensión flotaba en el ambiente. Frederic, sentado al otro lado del escritorio, levantó la vista al notar la presencia de ambos. Su mirada, siempre analítica, se clavó en Charles, intentando descifrar lo que estaba ocurriendo detrás de su expresión aparentemente calmada.

El director de Renault, quien llevaba un traje impecable, cruzaba los brazos mientras observaba a Carlos con una mezcla de seriedad y expectativa. El silencio en la habitación se hizo más pesado, casi insoportable.

Carlos dio un paso adelante, consciente de la importancia del momento, y volvió a murmurar sin apartar la mirada del monegasco:

—Lo haremos bien.

Ambos chicos finalmente tomaron asiento al frente de la mesa. Dos asientos estaban bien ubicados. Como si se tratara de una casualidad, Carlos quedó sentado al frente del director de su equipo, por lo que Charles quedó también sentado delante de Frederic.
El ambiente en la oficina era tenso, pero ni Charles ni Carlos se esperaban lo que estaba a punto de suceder. Frederic entrelazó los dedos y miró a los dos pilotos con una mezcla de seriedad y algo más, como si estuviera a punto de revelar una verdad incómoda.

Frederic se inclinó hacia adelante, su expresión más seria que nunca. El director de Renault tomó un sobre manila que estaba sobre el escritorio y lo colocó frente a ellos. Carlos y Charles intercambiaron miradas nerviosas, el ambiente cargado de tensión.

Por debajo de la mesa Carlos tomó la mano de Charles y así apretarla. Este también la sujeto, pero con un poco más de fuerza de lo normal.

—Nos llegaron estas —dijo Frederic, abriendo el sobre con cuidado antes de sacar unas fotografías. Las imágenes, aunque borrosas en algunas partes, eran inconfundibles. Mostraban a Carlos y Charles besándose en lo que parecía ser una calle tranquila de Ámsterdam, con las luces de la ciudad reflejándose en el canal cercano.

El corazón de Charles se hundió. Sabía exactamente cuándo había sido ese momento. Habían estado paseando por la ciudad, disfrutando de un momento privado después de la boda civil de Max y Checo. Ninguno de los dos pensó que alguien los estaba observando.

—Esto llegó hace unas horas —continuó el director de Renault, su tono neutro pero lleno de implicaciones—. No son las únicas que recibimos.

Carlos sintió cómo el calor subía a su rostro, pero mantuvo la calma. Sabía que esto podía suceder en algún momento, pero no tan pronto ni de esta manera.

—¿Saben quien las envío? —preguntó Carlos, tratando de contener la ansiedad en su voz.

Frederic hizo una pausa antes de responder.

—Fue una chica. No dijo su nombre, pero su seudónimo era BS55 —murmuró el director francés. Bebió un poco de su taza de café antes de continuar—. El punto aquí no es quien las envió, sino el contenido de ellas.

En esta vida || 𝒞𝒽𝒶𝓇𝓁𝑜𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora