011. Un Regreso a Casa

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Carlos le había escrito a Charles unos minutos antes de emprender camino hacia la casa de sus padres. Luego, de que el lanzamiento de monoplazas hubiese terminado habría una pequeña reunión familiar a la que sus padres le invitaron.

No, más bien lo obligaron a participar. Su madre fue en especial la que había insistido con que fuera, aludiendo que necesitaba ver a su niño menor antes de que fuese más complicado.

La verdad es que hubiese preferido irse al hotel que les proporcionaba Reanult a que ir a ver a sus padres. No lo malinterpreten, no es que no los quiera, pero días como hoy se sentía agotado tanto física como mentalmente.

Esa tarde había sido muy ajetreada. Desde el lanzamiento, el evento, la prensa, menos haberse tomado unos minutos para ordenarle la comida a Charles.

De eso si que no se arrepentía. Ojalá a ver visto su cara al enterarse de que le enviaría desde España, o cuando si quiera le llegó la comida al lugar donde estaba.

De repente, una sonrisa apareció en el rostro de Carlos mientras intentaba imaginar a Charles recibiendo el pedido, su cara debió de ser un poema. Sin duda alguna hubiera pagado por ver su reacción.

No pudo evitarlo; la risa se fue abriendo paso lentamente, empezando con una pequeña risita entre dientes. Luego, su pecho tembló, y el sonido escapó más fuerte, una carcajada que no logró contener.

Trató de calmarse, pero cada vez que pensaba en el monegasco tomando el paquete, el eco de la risa se hacía más grande, hasta que las lágrimas empezaron a acumularse en las comisuras de sus ojos.

Dios, el pobre debió de haber querido morirse del miedo. Carlos comenzó a limpiarse las pequeñas lágrimas de la risa mientras caminaba a un paso apresurado.

Se le hacía tarde para ir a la casa de sus padres. Desajustó los botones de arriba de su camisa, sintiendo la brisa fresca de la noche. Estaba cansado, pero luego de que le había prometido a su madre su presencia no podía decepcionarla.

Unos pasos se unieron a los de él y luego sintió el calor de una mano agarrar y apretar su hombro. Detuvo su caminata y giró viendo de quien se trataba.

Tenía una sonrisa en la cara. Y sus lentes eran ajustados mientras su mano dejaba de sostener su hombro.

Era Caco.

Ni cuando iba a casa se podía librar de su primo, y manager. No es que no lo quisiese o que tuviese una buena relación con él, pero a veces su primo podía ser muy intenso si se lo proponía.

Ambos continuaron su camino. Uno al lado del otro, en un silencio que no era incómodo, pero aún así Carlos decidió hablar.

—¿También te obligaron a ir? —le preguntó el español a su primo arqueando una ceja.

Caco, con una sonrisa que denotaba una mezcla de desafío y diversión, cruzó los brazos, dijo mientras le dedicaba una mirada fugaz y detuvo la pequeña caminata que tenían por el parqueo.

—Oh, no. Yo si voy por decisión propia —respondió con un tono juguetón, sus ojos brillando con una chispa de satisfacción.

La respuesta, cargada de autoironía, hizo que Carlos frunciera el ceño, aunque una sonrisa involuntaria se asomó en sus labios al notar la determinación de su primo menor.

—¿Qué tramas? —preguntó al notar la forma extraña que actuaba su primo. Achicó sus ojos en forma de desconfianza, incluso cruzó sus brazos en forma de desconfianza.

—¿Yo tramar algo? Para nada. Mejor apurémonos, tu mamá nos matará.

¿Ahora también tendría que llevarlo? ¿No tenía su propio carro?

En esta vida || 𝒞𝒽𝒶𝓇𝓁𝑜𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora