014. Mal sueño

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Charles se encontraba en el aeropuerto, con el sonido lejano de los motores zumbando, mientras subía al jet privado de Max. Negarle la invitación al holandes había sido difícil.

Primero, porque lo había hecho con amabilidad, cosa que no se veía todos los días. Segundo, sugirió viajar con él y Checo, asegurando que viajar con ellos hacia donde se estaría realizando la carrera sería más fácil.

A parte Max tuvo esa arte de convencerlo al punto de terminar de aceptar su invitación.

Habían pasado tres semanas, casi un mes, desde que Charles y Carlos comenzaron a hablar más a menudo. En ese tiempo, las barreras que alguna vez existieron entre ellos se estaban casi desvaneciendo con totalidad. A excepción de las que Charles tiene. Esas si eran más complicadas de desvanecer.

Ambos se sumergieron en conversaciones, ya sean triviales o cosas aleatorias. Esa noche sin duda en la que el moreno había llamado al monegasco, había empezado todo esto.

Cuando hablaban todo parecía detenerse a su alrededor, haciendo que solo ellos estuvieran en su propia película. En esas tres semanas, ambos habían descubierto muchas cosas del otro. 

Carlos, por ejemplo, le confesó su amor por el golf, a lo que Charles respondió con una risa sincera, admitiendo que él no tenía ni idea de cómo jugar. Pero la risa de Carlos fue contagiosa, y antes de que Charles pudiera rechazarlo, el español ya lo había convencido de una futura lección para enseñarle lo básico.

En esos intercambios, la relación fue creciendo de forma inesperada. Charles, quien solía ser reservado, comenzó a abrirse más con el español, fue tan esponteneo que no le dió tiempo de darse cuenta hasta que ya lo había hecho.

En las videollamadas, se sorprendía a sí mismo buscando la mirada del español con más frecuencia, disfrutando esos momentos en que el silencio era suficiente, cuando las palabras ya no eran necesarias para entenderse. 

Y aunque aún estaba la existencia de la atracción física latente entre ellos, se podría decir que valoraba más la intimidad emocional que se formaba entre ellos.

En algún momento, algo cambió: los pequeños detalles, como una mirada más prolongada o una risa compartida por una broma tonta, comenzaron a sentirse más significativos, más reales. Todo se sentía diferente ahora, más cercano, más profundo.

Charles había estado pensando en esto mientras se acomodaba en el asiento de cuero del jet, sintiendo el suave movimiento del avión mientras despegaba.

Había pasado tanto tiempo en su cabeza que no se dio cuenta de que Max lo observaba desde el otro lado de la cabina. El holandés estaba cómodamente sentado junto a Checo, quien dormía plácidamente con la cabeza recostada sobre el regazo de Max.

La escena era curiosamente tierna: Max le acariciaba la cabeza a Checo con una mano, mientras que con la otra movía los dedos frente a la cara de Charles, intentando llamar su atención.

—Llamando al mundo de Charles —bromeó Max, su tono ligero pero lo suficientemente alto como para sacarlo de sus pensamientos.

Charles parpadeó, sacudiendo ligeramente la cabeza mientras volvía a la realidad. Había estado tan inmerso en sus pensamientos sobre Carlos que ni siquiera había notado la cercanía de Max.

—¿Mhm? —murmuró, aún algo aturdido.

—¿En qué piensas? —preguntó Max, curioso, con una media sonrisa en el rostro. La distancia entre ellos no era tan grande, así que Max había aprovechado para estirar el brazo y tocarle ligeramente la mejilla momentos antes.

Charles sonrió débilmente, un poco avergonzado de haber sido atrapado tan distraído.

—Nada importante, solo... cosas —respondió, intentando sonar casual, aunque su mente seguía vagando entre los recuerdos de esas largas conversaciones con Carlos.

En esta vida || 𝒞𝒽𝒶𝓇𝓁𝑜𝓈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora