"YOU'RE SAFE NOW"

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Ellos llegaron de noche. Estabas acostada en tu cama cuando escuchaste los gritos y el sonido de algo pesado cayendo al suelo. Rápidamente y tratando de mantener a raya el pánico sostuviste tu Winchester de repetición entre las manos y te escondiste bajo la cama, con el cañón apuntando hacia la puerta. 

No tenías ninguna razón para salir de aquella habitación. Las personas que había ahí fuera no habían hecho más que abusar de ti verbal y físicamente, por lo que no les debías nada a ninguna de ellas. Es más, si esos forasteros que estaban destrozando la cabaña en esos instantes los habían matado, no sentiste ningún ápice de compasión por ellos. Al contrario, te sentiste aliviada ya que así no volverían a hacer daño a nadie más. 

Nadie entró en tu habitación y los gritos y sonidos se fueron mitigando con el paso de los minutos. Cuando no se escuchaba nada más que el viento al otro lado de la ventana, pensaste en cuál debía ser tu siguiente movimiento. Podías huir a la ciudad más cercana y pedir ayuda pero morirías antes de llegar, bien por los bandidos que todavía quedaran en los alrededores, o por el frío debido a la intensa nevada que estaba cayendo fuera.

Finalmente decidiste quedarte bajo la cama y esperar. En una cabaña en mitad del bosque, era muy posible que los disparos y el alboroto hubieran alertado a alguien que hubiera hecho un campamento por allí cerca. 

Sentiste como la puerta de la cabaña se abría con lentitud y varios pares de piernas se movían por el suelo de madera. Rezaste porque fueran gente decente y no más malhechores, pero no tenías modo de saberlo, debido a que la puerta de tu habitación estaba cerrada, y por supuesto no ibas a salir de tu escondite para abrirla y así revelar tu posición.

-Aquí no hay nadie Dutch -escuchaste decir a un hombre-

-Seguir buscando, no pueden haberlos matado a todos -ordenó otro con voz autoritaria- coger todo lo que encontréis, sobre todo comida y medicinas 

Los hombres se movieron por las estancias de la casa mientras tu permanecías con el cañón del arma apuntando a la entrada de tu habitación. De pronto escuchaste como unos pasos se acercaban hasta ella y apoyaste el dedo sobre el gatillo, a la espera.

La puerta se abrió y viste unas botas vaqueras de color negro, con la espuela plateada. Por un momento no dijo nada, simplemente se quedó ahí observando la estancia. Te preguntaste por un momento si no te había visto, pero tus esperanzas se vieron mermadas al instante cuando una voz masculina, SU voz dijo :

-No voy a hacerte daño -te dijo- sal de ahí 

-Suelta el arma -dijiste al ver el reflejo de la colt sobre el cristal de la ventana- 

-De acuerdo -así lo hizo, se agachó para dejarla en el suelo y alzó las manos- 

Lentamente saliste de tu escondite sin dejar de apuntarle con la Winchester. El hombre debía de medir un metro sesenta, de constitución fuerte, ropajes abrigados manchados de nieve y unas botas hechas para montar a caballo durante largas jornadas. 

-¿Qué eres, un cuatrero? -preguntaste amenazándole con el arma-

-Nada de eso, señorita -respondió el educadamente- sabíamos que aquí había una cabaña -explicó- nuestro campamento está a poca distancia de aquí. Íbamos a pedir ayuda cuando nos la encontramos en estas condiciones -se detuvo unos segundos en los que alzó la mirada hacia ti. Sus expresivos ojos azules se posaron en los tuyos, el ala de su sombrero se alzó con el movimiento de su cabeza al mirarte- ¿Puedes decirme qué ha pasado aquí?

-No lo sé -respondiste- unos hombres vinieron y los mataros a todos -explicaste- he estado escondida desde entonces

-No tienes que hacerlo más -respondió el- ahora estás a salvo -dijo- te llevaremos con nosotros al campamento -concluyó- si te quedas aquí sola morirás. Necesitas comer algo y entrar en calor

-¿Cómo sé que puedo confiar en ti? -cuestionaste-

-No lo sabes -respondió el con firmeza- de la misma manera que yo no sé si puedo confiar en ti tampoco -dijo- ¿Cuál es tu nombre? 

-Sofia -murmuraste- 

-Yo soy Arthur Morgan -respondió- ahora que ya no somos unos completos extraños el uno para el otro ¿Vas a dejar que te salve? 

-Supongo que no tengo otra opción -accediste- pero que te quede claro que, si intentas hacer algo indebido te meteré un balazo entre los ojos 

-Me ha quedado claro -respondió- ahora debemos irnos, pronto oscurecerá demasiado y no podremos vernos ni las puntas de los pies 

Salieron de la cabaña y se montaron en los caballos. El señor Morgan no te presentó al resto de los hombres, y ellos no le preguntaron sobre ti. Supongo que pensaban que eras su prisionera. Morgan te ayudó a subirte a su caballo y se aseguró de cubrirte con una de sus pieles para que no pasaras frío durante la travesía. Te acurrucaste sobre su espalda mientras sentías las patas del caballo hundiéndose en la nieve con cada paso.

Antes de dormirte algunos pensamientos cruzaron tu mente. No sabías que clase de hombre era Arthur Morgan ni si podías confiar en él. Pero te había salvado la vida cuando otro te habría dejado morir de hambre y de frío en esa cabaña. 

Te había salvado la vida, y para ti eso era más que suficiente.


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