"WHAT DO YOU THINK IF WE ASK TO ONE OF THEM?"

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Lira escuchó los gritos en el exterior de la iglesia y se asomó por una de las ventanas que con cuidado de que no la vieran. La madre superiora les había ordenado que se quedaran allí para rezar antes de irse prometiéndoles que volvería pero no lo hizo.

La única explicación posible para ello es que estuviera muerta. Vio como varios hombres armados se abrían paso entre los novicias empuñando sus espadas con una fiereza que jamás había visto.

Cerró lentamente la ventana y se sentó en uno de los bancos más alejados de la puerta, y más cercanos al altar. Miró la cruz donde estaba Jesucristo en la cruz, y se persignó a la par que tiraba del cordel que llevaba alrededor del cuello para besar su colgante de dicha cruz. 

Dios les protegería, el no dejaría que nada malo les sucediera a ninguna de ellas ¿Verdad?

Cuando escuchó los sonidos angustiadas de sus hermanas siendo asesinadas por aquellos invasores, pensó que su Dios la había abandonado. Rápidamente se abrió paso entre la maraña de cuerpos que intentaban buscar una salida alternativa a la puerta de entrada, y se escondió en el hueco que había entre el altar y la pared tras el. 

Cerró los ojos con fuerza e inspiró hondo. Escuchó cómo las puertas de madera eran arrancadas de sus goznes. Las mujeres de Dios gritaban clemencia con toda la fuerza de sus pulmones, pero aquellos hombres solo parecían responder a un único Dios : el de la guerra. 

A los pocos minutos los gritos cesaron y ella notó las vibraciones de sus pasos en el suelo de mármol. Sintió cómo se acercaban al altar. 

-Es oro -dijo uno de ellos- ¿Porqué dejarían un tesoro como este expuesto para que cualquiera pudiera llevárselo?

-Es una buena pregunta, hermano -intervino una voz más autoritaria que la anterior- ¿Qué te parece si se lo preguntamos a una de ellas? 

Lira  vio cómo una enorme mano entraba de pronto en su campo de visión y la agarraba de su túnica para ponerla en pie. Inmediatamente se vio rodeada por un puñado de hombres, ataviados con ropajes en su mayoría hechos a partir de piel de animal, cuero y lana. 

Todos ellos portaban hachas y escudos pintados con colores vivos. No se atrevió a mirarlos más tiempo del necesario. Creyó que, si lo hacía, la matarían. 

El hombre que le había sacado de su escondite agachó la cabeza para hacer que le mirase, a la par que esbozaba una sonrisa divertida.

-¿Qué pasa? -preguntó- ¿Se te ha comido la lengua al gato?

El resto de ellos prorrumpieron en una carcajada general. Ella no se atrevió a responderle. El hombre parecía estar empezando a perder la paciencia. Se lo confirmó cuando sacó un puñal de uno de los laterales de sus pesados ropajes. 

-Si entiendes lo que digo, será mejor que hables antes de que te raje la garganta -le amenazó apoyando ligeramente el arma contra su cuello- ¿Y bien?

-Te entiendo -respondió mirándolo a los ojos- hablo vuestro idioma

-¿Cómo es eso posible? -preguntó uno de ellos-

-Viajé por el mundo durante mucho tiempo antes de acabar aquí -explicó en voz baja- ¿Qué queréis de nosotros?

-Ya hemos cogido lo que queríamos -respondió el hombre del puñal señalando las cruces de oro, los cálices de plata y demás objetos de valor- responde a la pregunta de mi hermano -exigió- ¿Porqué alguien dejaría estos objetos de tal valor a la vista? ¿Acaso no teméis que os los roben?

-Nunca nadie nos había robado -respondió- hasta ahora -dijo- este lugar es un templo dedicado a Dios, la gente solía venir aquí a rezar, hasta que el pueblo empezó a perder la fe en el -explicó- nosotras éramos las encargadas de preservar la fe en Jesucristo Nuestro Señor

-¿Quién es ese tal Jesucristo? -preguntó uno de los hombres- ninguno de nosotros a oído nunca ese nombre. Nosotros rezamos a Odín para que nos traiga suerte en nuestros viajes y a Thor para que mantenga los cielos en calma cuando nuestro barco se haga a la mar 

-Solo hay un Dios verdadero -insistió ella atónita ante sus palabras- 

-¿Qué hacemos con ella, la matamos? -dijo un hombre colocándose al lado del que la había descubierto-

-No, nos la llevamos -declaró sosteniéndole la mirada- quiero saber más de ese Dios del que habla

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