"AFTER YOU, PRINCESS"

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Arthur cabalga los pocos metros que le quedan hasta la nueva ubicación del campamento, mientras el sol de la mañana se refleja en la superficie del río San Luis. Inspira hondo disfrutando del aire puro del bosque mientras da un tirón a las riendas de su trotón americano para que se detenga a la entrada del campamento. 

Tras darle de comer, acariciarlo y cepillarlo, saca de su zurrón la fotografía de la pistolera Black Bell para guardarla en la caja fuerte de su tienda. Mientras atraviesa el campamento escucha un par de voces discutiendo, y en seguida cambia su rumbo para ver qué ocurre.

-¡Te lo he dicho un millón de veces, mujer! ¿Es que acaso estás sorda? -cuestionó Pearson agitando la cuchara del puchero hacia ella-

-Quizá eres tú el que está sordo, viejo -escupió aguantándole la mirada- mi audición nunca me ha fallado al igual que mi instinto, que me dice que quieres retenerme en este campamento como si fuera una esclava

-Eso no es verdad -se defendió-

-¡Sí que lo es! -chilló la mujer exasperada- Quiero tener un trabajo de verdad, Pearson -explicó- Hacer la comida no es un trabajo de verdad

-¿Si no lo haces tú, quién la hará? -cuestionó el-

-¡Pues tú, pedazo de inepto! -rebatió ella- tú eres el que lleva el recuento de la cantidad de comida que tenemos ¿Porqué no puedes tú también cocinarla alguna vez? 

Fue entonces cuando Pearson se dio cuenta de la presencia del forajido. Le hizo un gesto para que se acercase, a la par que señalaba a la mujer.

-Arthur, haz que entre en razón -pidió desesperado- ya no sé que hacer con ella -bufó- lo próximo será intentar domarla como a un caballo salvaje

-Me temo que la mujer tiene razón, amigo -respondió Morgan descansando las manos sobre su cinturón- si ella quiere tener un trabajo, yo se lo daré 

-¿De verdad harías eso por mí? -cuestionó ella, Arthur movió la mano restándole importancia-

-Con tal de no oíros discutir más, me entregaría voluntariamente a los agentes de la ley -soltó haciéndole sonreír divertida- iremos a la ciudad -declaró desviando la mirada hacia su amigo- ¿Necesitas algo ya que vamos?

-Ahora que lo mencionas -murmuró el entregándole un papel escrito con su letra- esta es la lista de las cosas que tenéis que comprar -dijo mirando a la mujer de mala gana- asegúrate de que no se meta en líos

-Descuida -respondió el vaquero, haciéndole un gesto con la mano a la joven- después de ti, princesa

Ella montó en su caballo, que estaba atado al lado del de Arthur y juntos fueron hasta la tienda de Strawberry. Ella se excusó diciendo que tenía que ir a la tienda que estaba al lado de la oficina de correos. Arthur la dejó marchar con la condición de que no llamara la atención, y de que regresara en cuánto hubiera terminado.

No podían permitirse entretenerse más de lo debido, y menos en una ciudad tan vigilada como Strawberry, donde la mayoría de los días había hombres de los Pinkerton patrullando entre los ciudadanos, preparados para saltar sobre cualquier que identificaran como miembro de la banda de Van Der Linde.

La lista de Pearson no era demasiado extensa, en ella solo había productos de primera necesidad, como patatas, zanahorias un fusil de repetición y cebo para peces. Arthur se preguntó para qué quería el cocinero un fusil. Prefirió no pensar en ello e hizo lo que le habían pedido. Salió de la tienda para cargar las cosas en las alforjas del caballo, y observó ambos lados de la calle para ver si la veía venir. 

Casandra todavía no había regresado de sus recados, por lo que Arthur optó por encenderse un cigarrillo a la sombra del caballo mientras esperaba. A los pocos minutos, alzó la mirada para ver a la mujer acercándose por el medio de la calle, caminando con pausada lentitud hasta donde el estaba. 

-Señorita Walker -saludó a la par que tiraba el cigarro y lo pisaba bajo su bota- supongo que ya habrá hecho lo que tenía que hacer

-En efecto señor Morgan -respondió subiéndose a su caballo- ya podemos irnos -dijo- ¿Tienes todo lo de la lista de ese imbécil?

-Lo tengo -confirmó picando espuelas para cabalgar a su lado, la observó de reojo antes de mirar al frente de nuevo- veo que ha comprado ropa nueva

-¡Señor Morgan! -exclamó- va a hacer que me sonroje

-Señorita -murmuró escondiendo la mirada bajo el ala de su sombrero- no pretendía incomodarte

-No lo has hecho Arthur -respondió tranquilizándolo- es solo que el inútil de mi marido nunca me ha dicho nada parecido ¿Sabes? -explicó- nunca se entera de nada de lo que hago -murmuró con pesar- creo que aunque me pusiera desnuda delante de el, tampoco se daría cuenta

-No lo creo señorita -dijo- estoy seguro de que si se diera la situación se daría perfecta cuenta

-Señor Morgan -susurró lanzándole una mirada de reojo- ¿Está coqueteando conmigo?

-No lo sé -confesó el- ¿Lo estoy haciendo?

-Eso parece, dado el cariz que está tomando esta conversación -respondió Casandra esquivando un par de rocas- ¿Puedo preguntarte algo?

-Dispara -la animó el hombre-

-¿Qué piensas de mi? -preguntó dejándolo mudo unos segundos-

-No sé a qué se refiere exactamente, señorita -murmuró- nos conocemos desde hace poco tiempo, pero por lo que he podido comprobar es una mujer de armas tomar -espoleó a su caballo a la par que se inclinaba para acariciarle el hocico- no me gustaría estar en una pelea contra usted

-Es un alivio ver que alguno de los hombres me toma en serio -manifestó aliviada- ¿Crees que podremos repetir esto algún día?

-Siempre que Pearson tenga conocimiento de ello, no veo porqué no -dijo mientras se acercaban al campamento- me encantaría cabalgar contigo de nuevo

-A mi también señor Morgan -respondió desmontando y atando el caballo al poste a la entrada del campamento- a resultado ser una compañía de lo más agradable


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