"WHAT MY PRINCE COMMANDS"

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Daemon y Jacaerys nunca habían estado de acuerdo en nada, excepto en lo que sentían por ti. O más bien en lo que querían hacer contigo. Querían enterrarse tan profundo dentro de ti hasta el punto de que no supieras donde empezaba uno y donde acababa el otro. 

Ambos se habían quedado en Dragonstone esperando a que Rhaenyra volviera de su viaje secreto, por lo que no había nadie más en la fortaleza que fuera una figura de autoridad a parte de vosotros tres. Tú eras maestra de los susurros de la reina. Te encargabas de transmitirle las últimas novedades de los ciudadanos de las ciudades de más allá del mar Angosto. 

Era una noche fría y desapacible en la fortaleza de los Targaryen. La lluvia no daba tregua, azotando las paredes con fuerza. El príncipe regente y el heredero al trono de Driftmark habían posado sus ojos en ti desde el día en que Rhaenyra te presentó como la maestra de los susurros. Con el paso del tiempo querías ganarte la confianza suficiente de la reina como para que te convirtiera en su mano, pero para ello tenías que servirle como solo tú sabías hacer, con lealtad honor y sobre todo, respeto. 

Varias conversaciones mantenidas con ambos príncipes te dieron a entender que lo que querían de ti no eran simples encuentros forzados a escondidas en cualquier lugar de la fortaleza. 

Querían tenerte solo para ellos, aunque solo fuera una noche.

Así fue como terminaste en los aposentos reales del príncipe Daemon, con el detrás tuyo aliviando tus depravadas fantasías, y Jacaerys besando tus labios con la dulzura que le caracterizaba. 

Arqueaste la espalda a la par que tu boca se abría con un gemido al sentir como Daemon agarraba tu pelo en su puño y tiraba ligeramente hacia atrás, al igual que hacía con las riendas de Caraxes. La mirada de Jacaerys se ensombreció al verte tan rendida ante el. No pudo evitar pensar el momento en el que intercambiaran los papeles. 

-Mírate -susurró cerca de tu oído haciéndote alzar la mirada al espejo colocado estratégicamente donde el cabecero de la cama, podías ver perfectamente su postura, de rodillas detrás de ti- ¿Te gusta duro, verdad? -cuestionó mirándote a través del espejo- desde que te vi supe que eras una pequeña zorra -escupió anclando los dedos en sus caderas, dejando las marcas de sus dedos en la piel- No voy a parar hasta que esa puta Hightower te oiga gritar desde el trono que es mío por derecho -susurró- habla -ordenó empujándote hacia delante, haciendo que tuvieras que agarrarte del cabecero- 

-Haré lo que mi príncipe ordene -respondiste entre jadeos, al sentir como su cuerpo se elevaba sobre el tuyo para hacer más profundas sus embestidas- ¡Daemon! -chillaste- ¡Por favor, no pares! 

Y no lo hizo. A los pocos segundos, el príncipe se precipitó hacia su propia liberación a la vez que la joven, que no tardó en seguirle. Jacaerys sabía que habías quedado exhausta, por lo que se conformó con arroparte entre sus brazos para que estuvieras calentita mientras dormías con el rostro apoyado sobre su pecho.



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