Capitulo 3: El encuentro

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Hermione había salido de un pintoresco pueblo cerca de la playa, donde había conocido a muchos extranjeros. Al parecer, era un lugar de refugio, con una mezcla de latinos, americanos, españoles, y entre ellos, una hermosa gitana de unos 26 años que hizo su estancia en aquel lugar mucho más amena. Se deslizó fuera de la cama de la chica a eso de las 5 de la mañana. Si había algo que le incomodaba, era despedirse. También prefería evitar las preguntas personales que solían surgir, como pedirle su número de teléfono o insinuar otro encuentro. Dejó una pequeña flor en el lado de la cama de la gitana, tomó su mochila, y subió a su moto.

Era un día nublado, y hacía algo de frío. Parecía que iba a llover, pero eso no la detuvo para iniciar su viaje a lo largo de la costa. Llegó a una encrucijada: podía seguir el camino de la costa que indicaba la llegada a un puerto a unos 100 kilómetros, o cambiar de ruta. El otro camino no tenía letreros que indicaran a dónde llevaba. Con su espíritu aventurero, decidió dejar el camino de la costa y tomar rumbo hacia lo desconocido, una decisión de la que se arrepintió tres horas después.

La carretera parecía interminable, angosta y desolada. No había más que una que otra vaca a lo lejos, y hacía mucho tiempo que no veía a una sola persona. Para colmo, empezó a llover. "¡Demonios! ¿Por qué tuve que abandonar la cama de esa hermosa chica para venir a estar aquí en medio de la nada? ¡Maldita sea!", murmuró para sí misma. La lluvia se intensificaba cuando finalmente logró distinguir una estación de servicio a unos 100 metros. Aceleró su moto y se detuvo para surtir gasolina y resguardarse de la lluvia.

"Buenas tardes, señorita. Creo que es usted muy valiente para salir en medio de la tormenta, aun con todos los avisos que han dado en la televisión", dijo el encargado de la estación. Hermione lo miró, extrañada. "¿Tormenta?", preguntó. El hombre le explicó que se esperaba una tormenta muy fuerte, casi de categoría 5. Aunque esperaban que bajara de intensidad, los meteorólogos recomendaban que la gente se resguardara y se equipara por si se cortaban la luz y el agua.

"Lo que me faltaba", pensó Hermione, frustrada. "¿Hay algún lugar donde pueda hospedarme?", le preguntó al hombre. El hombre la miró con desconfianza. "Pues no tenemos hotel ni posada en este pequeño pueblo, pero tal vez Rony pueda ofrecerte una de las habitaciones que están encima de su bar". "¿Y dónde queda?", preguntó Hermione, porque la verdad no se veía nada alrededor. El hombre le indicó un camino de tierra que debía seguir. A unos 200 metros, encontraría un pequeño pueblo de cuatro calles y media con apenas 200 habitantes.

Hermione agradeció al hombre y le dejó una buena propina por su información y amabilidad. Aunque era una mujer valiente, no podía negar que en ese momento sentía algo de temor: que no la hospedaran, que la tormenta la alcanzara en la calle, o quedar atrapada en ese lugar, que, por cierto, no tenía ni señal para su teléfono. Sin otra opción, decidió seguir las indicaciones y dirigirse al bar, esperando que Rony fuera tan amable como el hombre en la estación.

Hermione estacionó su moto, tomó su mochila y dio un fuerte suspiro antes de abrir la puerta del bar. Era un lugar algo oscuro, supuso que también se debía al clima, que ya estaba lúgubre. Había un par de tipos en la barra, escuchando la radio; al parecer, la señal de la televisión ya se había caído. Una mujer estaba de espaldas, colocando vasos en la repisa, y un hombre estaba sentado en lo que parecía ser la caja registradora. Cuando la puerta se cerró de golpe por la brisa, todos voltearon a verla extrañados.

"Buenas tardes", saludó ella tímidamente.

"Buenas tardes", respondieron todos al unísono.

"Buscó a..." estaba a punto de preguntar cuando, de la nada, apareció una señora gorda, de esas que parecen una muñeca alemana.

Destinos Cruzados  (BELLAMIONE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora