Capitulo 31

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Estaba en casa. Era pasada la hora del almuerzo y nos encontrábamos en el salón por una reunión familiar que había convocado mi padre. Maikel hablaba con unos amigos por video llamada, Miguel veía un programa de tv sentado en el suelo con las piernas cruzadas y yo intercambiaba mensajes con mis amigos en nuestro grupo de WhatsApp. Mientras tanto nuestro padre hablaba de no sé qué. Aún estaba un poco enfadado con él por la discusión que habíamos tenido días atrás y prefería mantener mi indiferencia para que lo supiera.

—¿Me van a prestar atención? —Gritó y los tres lo miramos. —Sé que no ganaré la medalla al mejor padre del año...

—Eso está más que claro. —murmuré y sus ojos se clavaron en los míos.

—Quiero que sepan que estoy asistiendo a un taller, al taller de los padres imperfectos.

—Ja —me reí—. Si hubiera un taller de los chicos imperfectos sería miembro BIP.

—Antes había un taller de ese tipo en el insti —intervino Maikel desde el sofá—. Era para los tíos cool. Ya saben, los que faltaban a clases y se portaban mal.

—Oigan les agradecería que se tomaran esto en serio —retomó mi padre la palabra—. He estado haciendo mal las cosas. Antes no lo veía así, pero cierta conversación me hizo abrir los ojos. No soy un buen padre, o al menos no el mejor que exista, aun así lo intento cada día. Ser padre es como comenzar un oficio en el cual no te dan un manual de instrucciones. Tienes que ir aprendiendo de a poco como se hace, siempre tratando de no fallar porque si lo haces los que pagan las consecuencias son tus hijos. A Maura se le daba mejor esto de ser madre, a ella se le daba de forma natural. Por eso a partir de ahora trataré de hacer las cosas mejor. Tendremos una reunión como esta cada sábado donde hablaremos sobre las cosas buenas y malas que nos han ocurrido en la semana.

—No creo que esto sea necesario… —refunfuñó Maikel seguido por los quejidos del menor.

—Papá, tengo hambre.

Al final hablé yo.

—A mí me parece una buena idea —lo miré y sonreí para que viera que ya no estaba tan molesto. —Si quieres puedes invitar a tu novia para conocerla de forma oficial. Es hora de hacer las cosas bien.

Quise hacer las paces con él porque al menos lo estaba intentando y eso era bueno. Las cosas en mi vida no estaban muy bien. Todo el tiempo sentía que navegaba en dos aguas completamente distintas. En una era la calma, la felicidad de saber que la chica que amaba y yo estábamos bien, y en la otra iba cuesta abajo en una cascada turbulenta de la cual quería salir. Todo estaba aconteciendo muy rápido. Los días llegaban y se iban sin dejar margen para cambiar nada. Amber estaba muriendo lentamente y se negaba a iniciar la quimioterapia. La entendía perfectamente, para nosotros no era fácil, sabíamos lo mucho que se sufre con esos procedimientos. Lo vivimos muy de cerca viendo como mi madre y su padre se marchitaban lentamente perdiendo la poca vitalidad que les quedaba. Lo peor de todo era que si no iniciaba el procedimiento las posibilidades de ralentizar el cáncer se reducían por día y eso quería decir que su calendario cada vez se achicaba más. Era su decisión y debíamos aceptarla pero eso no quería decir que nos íbamos a sentir bien con ello.

Por otro lado estaba el baile, faltaban unas semanas para el gran día. Si teníamos suerte íbamos a bailar en la graduación y todo saldría perfecto. Solo nos faltaban un par de exámenes para terminar el año. Era difícil para mí entender lo mucho que cambió todo en ese año. De ser un invisible que apenas caminaba de un lado a otro sin ser visto en el instituto pasé a ser reconocido por todos. Supongo que tenía que agradecerle a Britney por eso, en definitiva su plan me había hecho visible para las personas de mente retrograda. Y digo esto porque había una persona que en secreto siempre me vio y esa fue Amber. Si volteo y veo todo lo sucedido en retrospectiva la percepción de lo que viví cambia. Ahora sé que cuando la observaba a lo lejos creyendo que no teníamos ninguna posibilidad ella construía un plan tan alocado como el mío para acercarse a mí. Fuimos dos tontos que de haber hablado con la verdad desde un principio nos hubiéramos ahorrado muchos tragos amargos. Aunque supongo que para que una historia como la nuestra funcione tienen que haber tropiezos como los que tuvimos para estar juntos. Ahora, después de tanto tiempo, por fin la tenía para mí, por fin la podía besar y abrazar sin miedo a ser rechazado, pero al mismo tiempo cada vez la sentía más lejos. Al parecer nunca podemos tener por completo lo que queremos.

El taller de los imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora